Desperdigados, escondidos en los rincones de su imaginación, centenares de microrrelatos esperan ser hallados por su dueña, María José Barrios, hábil cazadora de pequeñas historias. Los días 15 de cada mes la autora publica en LdN los que ha ido encontrando en los últimos treinta días.
La rueda
Primero se llevaron las fábricas, dado lo barato de la mano de obra. Acto seguido, las grandes compañías abrieron oficinas y reemplazaron a la mitad de su personal por otro que le costaba la mitad. El gasto en viajes, comunicación y mensajería que esto provocó hizo que despidieran al resto y acabaran por trasladarse del todo. A partir de ahí, las cosas se precipitaron. La nueva clase trabajadora de estos países necesitaba transporte, alimentos, tecnología. Para allá se fueron las pequeñas empresas, los ingenieros, los informáticos, los supermercados, los cines, las papelerías, los hoteles, los restaurantes. No quedó casi nadie.
Ahora se rumorea que están planeando abrir una planta de producción al sur de Manchester. Hay un puñado de ingleses dispuestos a trabajar por cuatro duros.
Evolución (Cuento de terror)
Llevaban muchos siglos ya utilizando ascensores, escaleras mecánicas, aceras móviles, vehículos a motor, aparatos de gimnasia pasiva y andadores autopropulsados. Aún así todos se sorprendieron el día en que empezaron a nacer los primeros niños sin piernas.
Sin fondo
El chef más prestigioso de la ciudad lo invitó a su restaurante como reclamo publicitario: nadie salía con hambre de su establecimiento.
Cuando acabó con todos los entrantes, los primeros platos, los segundos y los postres que le habían sido servidos, le abrieron de par en par las puerta de la despensa, de la que salió pidiendo más.
El propio dueño retiró los platos ya empezados de los demás clientes sin atender a quejas, y se los ofreció para ganar algo de tiempo. Estaba claro que no había otra alternativa. Respiró hondo y corrió las cortinas. Luego agarró a una muchacha rubia y, tímidamente, la empujó hacia él.
El hombre siguió comiendo, como si tal cosa, hasta que no quedó ni un solo camarero.
2007-10-15 16:03
Bueno, primero te digo que me gustan todos tus cuentos, y de esta tanda me gusta especialmente el primero, casi una fábula politica dieciochesca. Pero el último me parece que falla, le falta algo, es algo desmedido, le falta algo que lo haga más creíble. Yo no sé qué, por supuesto.
2007-10-15 20:50
Bueno, yo iba a decir que me gustaban mucho los tres (fíjate, hasta el de terror, y nunca leo de terror, yo); pues lo digo. Me gustan. Y el de Sin fondo me ha puesto de buen humor. Solo por preguntar… ¿el chef?
Ah, y la rueda, cuántas veces pasa, para ir preparándome. ¿Ya pasó?
Un beso.
2007-10-15 22:46
A mí el que más me gusta es el de terror. Al primero siento que le falta situarlo al principio en un lugar para que sea más evidente que todo vuelve a empezar, aunque por el contexto se desprende que todo empieza en Manchester, no?
En cuanto al tercero, ¿qué ocurre después? Cuando acaba con todos los empleados, ¿sigue o se da por satisfecho? Quizá éste me da más miedo que el de terror, aunque es como si le faltara la puntilla, la última palabra.
Aún así, me gustan todos, tienen ese algo tuyo especial :)
Hasta pronro
2007-10-29 00:15
“La rueda” está bárbaro. Tiene algo de Bertolt Brecht. Seguramente has elegido situarlo en Manchester, Inglaterra por algo en particular que no llego a decifrar. Pienso que si No hubicas la historia en un sitio puntual, sería más universal. Es el que más me gustó.
Saludos.
Se puede dejar un felíz veintisiete por aquí ? ...l
2007-11-19 16:51
¿Qué más da qué pasó después de comerse al último camarero? De todas formas no queda nadie para contarlo. A mí me encanta este cuento, tal y como está.
¡Un beso! (tardío)