Desperdigados, escondidos en los rincones de su imaginación, centenares de microrrelatos esperan ser hallados por su dueña, María José Barrios, hábil cazadora de pequeñas historias. Los días 15 de cada mes la autora publica en LdN los que ha ido encontrando en los últimos treinta días.
La carga
Ella lleva siempre consigo esa lista en la que va anotando todas las cosas malas que tú le has hecho, y también todas las cosas buenas que, a pesar de todo, te ha hecho ella a ti. Cuando habla, cuando discutís, siempre lo hace con la lista en la mano, y tú siempre terminas dándole la razón. A veces eso no te hace sentir bien del todo, y entonces decides ser amable, portarte bien con ella durante un tiempo. Crees que así conseguirás reducir un poco esa lista infinita que te ha tocado llevar sobre tu alma. Y ella la saca, y hace como que cambia algo, pero en realidad sólo ha borrado una a y puede que un par de eles.
Bodegón
Restos de una pizza congelada (jamón y pepperoni). Bolsas de patatas fritas vacías. Cuatro latas de cerveza. Platos de plástico, servilletas de papel arrugadas. Un cenicero repleto de colillas y dos paquetes de tabaco de marcas distintas. Todo ello encima de una mesa de pino viejo cubierta por un mantelito de croché.
El grito (u “Otra mujer en San Sebastián”)
No sale de su garganta. Viene de sus párpados, de sus oídos, de su pecho, de su barriga, de la lengua que tantas veces ha tocado esa otra lengua, de las puntas de los dedos que recorrieron ese otro cuerpo, de cada poro de su piel que antes recibía esa otra piel.
La mujer de mi cuento sigue gritando. Grita y no sabe el qué, ni a quién. No hay nada ni nadie en el mundo que explique un grito así. Pero ella grita, grita sin parar, y lo único que sabe es que no puede dejar de hacerlo.
Que, quizá, nunca lo haga.
2007-09-15 15:24
¡Bravo!
2007-09-16 14:03
Me encantan. ¿Llegó ya el otoño, María José, o a mí me llegó ya esa sensación de verlo todo triste y sin remedio, como en estos cuentos?
Un beso.
2007-09-17 12:24
“La carga” me parece un relato de una crueldad enorme, muy sutil, pero infinita. Es una especie de condena a los infiernos en vida, porque no existe solución más allá de la propia resistencia. Condena elegida, encima. En siete líneas resumes el lado más terrorífico de la pareja y del matrimonio y en tan pocas palabras elaboras un tratado de la soledad, la incomprensión y el dolor que es magnífico. Enhorabuena.
2007-09-17 21:45
Pobres criaturas, aquellas de las que excribimos, condenadas a realizar las acciones que les ordenamos, a repetirlas para cada lector, a no ser nada más allá de los límites de la historia en la que los hemos metido. Pobres marionetas.
Lo peor es que a veces no saben que sus vidas siguen en otras mentes, mientras ellas siguen atrapadas en su novela.