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Cóctel del día por Concha Mayo

Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.

Pócimas

Claudia se marchó de casa en ayunas tras haber rechazado la “Mousse de humo con tuétano de bacalao” que Basilio había creado especialmente para ella.

El día en que se conocieron, Cupido debía estar de vacaciones. Aquella unión imposible parecía obra de Lucifer: Basilio, un virtuoso de los fogones y Claudia, una aspirante a actriz que aseguraba engordar con tan sólo oler los vapores que salían de la cocina de su novio.

Durante los primeros meses de su relación, el amor pudo con todo. Y aunque desde el primer día, Claudia se obsesionó con el elevado número de calorías suspendidas en el aire del apartamento, creía que la incesante actividad física, consecuencia de su reciente enamoramiento, compensaba las calorías olidas de más.

Para Basilio, la inapetencia de Claudia fue un reto para el que se propuso hallar remedio. Amante como era de la cocina tradicional, preparaba suntuosos cocidos, fabadas y cochinillos. Pero Claudia se negaba sistemáticamente a probar sus platos. Alguna vez, le hizo creer que había ganado la batalla; la comida desaparecía del plato y Basilio se alegraba, hasta que días después encontraba trocitos de tocino semienterrados en las plantas, a las que ese ingrediente extra en la tierra parecía aportar un brillo inusitado en sus hojas.

Pero en lo referente a la gastronomía, Basilio era de naturaleza perseverante. Aunque no tenía claro si su obstinación nacía de un instinto protector hacia Claudia o de la fuerte necesidad de su ego por conseguir el reconocimiento de su amada.

Investigó, se apuntó a cursos de cocina creativa, hizo prácticas gratuitas en los fogones más vanguardistas de su ciudad. En su despensa, las legumbres y la manteca de cerdo dejaron paso a gelatinas, cloruros y carragenatos. Las horas hasta entonces compartidas, en el lecho conyugal, pasaron a ser un grato recuerdo al que aferrarse mientras experimentaba día y noche con goma xantana y cloruro cálcico en busca de la receta perfecta para Claudia.

Primero llegó el “Granizado de tomate ahumado sin tomate”. Claudia lo rechazó tras un sorbito esquivo, agregando que el tomate le producía acidez de estómago y no se lo podía permitir, que tenía un “casting”.

Días después llegó la “Espuma de agua de mar a las finas hierbas”. “Soy alérgica al marisco” dijo ella con un mohín de disgusto y añadió: “No pienso probar ningún líquido en el que se hayan bañado esos insectos acuáticos, aunque lo disfraces con plantitas aromáticas. ¡Puaj!”

Aunque Claudia tenía razones para estar contenta, pues acaban de contratarla como protagonista en una obra pequeñita, estaba convencida de que su novio ya no la quería. Había dejado de hacerle el amor y pasaba las noches entre probetas en la cocina, como si buscase algún veneno perfecto para acabar con ella.

Basilio volvió a intentar impresionarla con un “Deshielo de cola light al horno” que según Claudia había perdido toda la gracia porque le faltaban las burbujitas.

Sentado frente a la “Mousse de humo con tuétano de bacalao” que Claudia acababa de rechazar y tras hacer repaso de todos sus fracasos, Basilio concluyó que a su relación también le faltaban las burbujitas y no entendía porqué. ¡Con lo mucho que lo había intentado!

Junto a la mousse halló una nota manuscrita en un pedazo de cartón:

“Querido Basilio,
Me enamoré de ti porque tus besos eran los más dulces, pero has deconstruido nuestra relación con tus ausencias. Ahora sólo tengo tu indiferencia y la soledad de mis noches. Yo no sé vivir así. Deseo que encuentres a esa mujer de paladar exquisito que sepa valorar tus creaciones. Yo sólo ambicionaba tu cariño.
¡Hasta siempre!
Claudia”

Basilio giró el cartoncito. Le había escrito en ¡una caja de Donuts! Se levantó de un saltó y se encerró de nuevo en la cocina.

Claudia se dirigía al teatro, como cada tarde. Se sentía pesada. Como ya era habitual, había estado lloriqueando y comiendo madalenas con trocitos de chocolate y helados, tratando de llenar el vacío que sentía. Pero esa breve satisfacción oral no hacía más que incrementar su desasosiego, por lo que volvía a comer.

Lo último que deseaba en ese momento, era encontrar a Basilio en la puerta del teatro con una cajita en la mano. Y sólo de imaginar que la caja pudiera contener alguna de sus ofrendas humeantes, se le torció el rictus. Pero Basilio no se amilanó, se acercó a ella y le dijo:

“Claudia, ¡te quiero! ¡Te ruego que me perdones! ¡Juro que no volverás a dormir sola y que no te obligaré a comer! Acepta este pequeño obsequio como una ofrenda de paz.”

Y acto seguido añadió: “No tienes que probarlo si no quieres…”

“Nunca lo hago.” Pensó Claudia para sí, pero como su amor hacia él era todavía superior a su mala leche, se tragó sus palabras, incrementando así su empacho.

Basilio prosiguió: “Los he llamado ‘Besos de chocolate para Claudia’”.

Aquel nombre consiguió despertar la curiosidad de Claudia que no tardó en aceptar el paquetito y mirar en su interior. En ese momento, se le activaron simultáneamente las glándulas lacrimales y las salivares. La caja contenía un simple surtido de trufas y bombones, colocaditos en filas alternas, o eso parecía…

“Sólo llevan chocolate, mantequilla y azúcar.” Se apresuró a aclarar Basilio antes de que a su novia le diera por imaginarse un relleno de “aire del desierto” o de “espuma de cielo de tormenta”. Aunque bien pensado no habría sido mala idea… Ya estaba de nuevo en las nubes, imaginándose ganador de la receta de bombones más suculenta e ingeniosa del año cuando, sin previo aviso, recibió un delicioso beso con sabor a chocolate.

Por primera vez en muchos meses, se sintió feliz.

Ya tendría ocasión de explicarle en otro momento, que los iba a mejorar para presentarlos a concurso…

Concha Mayo | 11 de noviembre de 2011

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2011-11-11 12:07

    Bien escrito. No sé cuál de mis “ex” te ha contado nuestra historia, pero no fue así exactamente.

  2. Concha
    2011-11-11 21:50

    Gracias, Miguel A.
    Lo siento, no puedo revelar mis fuentes… Pero me encantaría conocer tu visión de la historia :)


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