Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.
A Ramón nunca le había tocado la lotería de Navidad; el único premio que había recibido en su vida era una nariz ganchuda, salida del bombo de su madre y del de la lotería genética.
Se miró al espejo, ahí estaba ostentosa, precediéndole ante el mundo, restándole siempre protagonismo; un excedente de milímetros que de haber sido corredor hubiera supuesto una ventaja competitiva, favoreciendo la aerodinámica de su rostro y anticipando su llegada a meta. Pero su único objetivo en este momento era llegar a Reyes con el ánimo intacto y sin dejarse impregnar en exceso por el espíritu “naviñoño” que este año se le antojaba de un dulce superlativo y le estaba tocando el apéndice nasal.
Seguía contemplando su imagen cuando, de repente, sintió un fuerte picor en la nariz y, acto seguido, la fuerza de un estornudo desplazaba violentamente su rostro hacia adelante, haciéndole impactar contra el espejo.
Horas después, en el servicio de urgencias, un médico con expresión apesadumbrada le comunicaba que tenía roto el tabique nasal. Ramón, sin pensarlo dos veces, se le colgaba del cuello y con lágrimas en los ojos repetía:
-¡Gracias doctor, muchísimas gracias! ¡Soy feliz!
“Será la Navidad” reflexionó para sí el doctor, quien sin entender demasiado, trataba en vano de desprenderse de aquel abrazo espontáneo cuyo origen atribuyó al espectro navideño que se le antojó más pringoso de lo habitual.
¡Felices Fiestas a todos! (con unas gotitas de limón)