Libro de notas

Edición LdN
Cóctel del día por Concha Mayo

Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.

Entre flujos y fluidos

Robert se asomó a la ventana. Hacía poco que acababa de levantarse. La madrugada impactó en sus ojos y el monóxido de carbono en sus pulmones. Su último sueño aún se paseaba por su mente y nublaba su humor; de haber tenido una obligación, lo habría sacado de su cabeza a golpe de tostada y sobredosis de café. Pero la perspectiva de otro día ocioso, le encogía el estómago. Tenía el rostro algo hinchado y el cabello agrupado en mechones que, de modo anárquico, apuntaban en todas direcciones. El piloto rojo de su Blackberry parpadeaba. No hizo caso. Puso la tele.

Una locutora masticaba un cóctel de noticias ácido y amargo, endulzado apenas por el anuncio de una leve subida de las temperaturas. Si bien, aquí, lo bueno sería que bajasen; el verano había pasado el testigo a un otoño raquítico al que se le daba bien pasar desapercibido. ¿Qué había sido de las lluvias torrenciales de otoño? ¿Y de las hojas caídas? Lo que sí caía en picado era la economía y su moral.

Preparó una cafetera y la puso al fuego. A los pocos minutos, se sirvió un líquido negro y aromático con la esperanza de recobrar la lucidez mental. Abrió un armario. Vacío. Se había quedado sin tostadas, sin galletas, sin familia, sin trabajo… tenía que encontrar un empleo ¡ya! o el banco vendría a ocupar su piso y a quedarse con sus corbatas, sus cuchillas de afeitar y sus cucarachas.

¡Cómo había cambiado el mundo! Hasta no hacía mucho, los que ocupaban viviendas eran jóvenes desgreñados y sin lavadora. Y a los delincuentes se les veía venir de lejos, en pandilla, con su caminar chulesco y los ojos hambrientos. Desde que estábamos en caída libre, las fronteras eran difusas. La caridad de los gobiernos iba dirigida a los poderosos bancos en vez de a las masas de necesitados que se multiplicaban como incómodos piojos de los que parecían querer librarse haciéndoles la vida un poquito más difícil cada día: trabajar más años y con más ahínco, más horas, por menos paga…

La locutora del noticiero hablaba de ETA, de Sadam… Robert reparó en que a Pepiño Blanco hacía días que no lo mencionaban, como si lo hubieran borrado de la escena política que, ante la inminencia de las elecciones, debía estar reluciente como una patena. Y se preguntó también qué habría sido de Millet. Ya nadie hablaba de él. ¿Y los millones que hizo desaparecer? ¿Por qué este tipo de deudas no eran hereditarias? ¡Ya verías tú lo pronto que aparecían!

-Distintos perros con el mismo collar –murmuró.

Tomó un sorbo de su café solo, sin endulzar y continuó barajando pensamientos: “Ya nada es como antes; ni quiera los gobernantes respetan sus propios colores ¿izquierdas? ¿derechas? ¡Pobre gente! Será que se confunden de mano; como sólo las usan para llenarse los bolsillos… La estrategia está clara: no te pongas enfermo, tu hospital ahora está un poquito más lejos… y tu cáncer… ¡eso puede esperar…! ¿Cuestión de pillarlo a tiempo? ¡No hombre, no! eso se decía antes… ahora sabemos que si esperamos un poquito, veremos con mayor claridad si es terminal o no; si está de dios que la palmes, mejor te ahorras pasar por la quimio ¿no? que es un proceso muy duro (y muy caro) no sea que nosotros, los ladrones de guante blanco, tengamos que prescindir de nuestros pequeños lujos, de nuestros enchufes, de los pellizcos recibidos en gasolineras y en burdeles, esos que seguimos pagando con tus impuestos… que también sirven, por si no lo sabías, para subvencionar a la Casa de Alba.”

Al llegar a este punto, detuvo el flujo de sus pensamientos y farfulló:

-¡Pobre gente! Hasta ellos están pasando necesidad, menudos problemas de liquidez dicen que tienen… ¿o será de retención de líquidos? Sí, debe ser eso… que ya tiene una edad esa señora… Es que eso de tener tanto… no debe ser bueno.

Concha Mayo | 28 de octubre de 2011

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