Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.
Elena tiene poca memoria para los rostros. Sin embargo, tiene un olfato prodigioso y jamás olvida los olores. A menudo le gustaría poder hacer como los animales, cerrar los ojos y acercarse al cuello de los demás, para hacer un chequeo olfativo y registrar cada detalle en su memoria.
No puede viajar en metro, odia los ascensores y los locales cargados de humo. Y, como es de esperar, se enamora por la nariz.
Elena suele proponer un cine en sus primeras citas. De ese modo, puede cerrar los ojos y abstraerse por completo, mientras su pituitaria trabaja sin despertar excesivos recelos.
A veces, alguna de sus citas la ha pillado in franganti con los ojos cerrados. Y aún se pregunta porqué aquella inocente escena en que la protagonista coloca unas flores en un jarrón, le resultaba imposible de mirar.
En realidad, Elena adora las flores. Y a lo único que tiene alergia es a los gatos y a los malos olores.
A los cinco minutos de proyección, suele tener claro si dará una oportunidad a su cita o si fingirá un sms urgente, recibido en silencio, para salir corriendo hacia otros aires más afines. Pero en esta ocasión Damián, su acompañante, ha pasado el test olfativo y se imagina pasando a la siguiente e inevitable fase de conversación anodina, liderada por las hormonas.
Sin embargo, vuelve a casa sola.
En el asiento posterior del taxi, saborea el registro olfativo de Damián y se dice: “Lástima que recibiera un sms urgente durante la proyección y haya tenido que irse.”