Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.
José Luis soñaba con conducir personas, pero conducía autobuses; Todos los días comenzaba el servicio a la misma hora. Llevaba el mismo vehículo por las mismas calles. Hasta cinco veces por día. Todos los días los mismos pasajeros, las mismas caras; restos de sueño por la mañana; agotamiento y tristeza por las noches.
José Luis odiaba las rutinas. Su autobús también. Notaba cómo las ruedas se resistían a recorrer el mismo asfalto de todos los días. “El coche va frenado”. Decía a los compañeros de taller, que hartos de hacer revisiones en vano, optaron por no hacerle ni caso.
Pero él insistía. En su ciudad, había demasiadas paradas inexploradas. Demasiados pasajeros que nunca subirían a su línea. Y se decía por dentro: “Transporte para todos”.
Un día, decidió cambiar las reglas del juego. Dio los buenos días a sus pasajeros y les deseó una feliz ruta sorpresa. “Hoy sólo giraremos a la izquierda. Pero, todavía no he decidido los cruces.”
Un día anunciaba: “Hoy 40 euros para todo el que viaje con nosotros.” Al siguiente, triplicaba la tarifa oficial. “No se quejen, que los taxis son mucho más caros. Además, hoy prometo alternar giros a izquierda y derecha. ¡Ya verán qué divertido!”
Las empresas de la ciudad empezaron a generar pérdidas debido a los reiterados retrasos de sus empleados. Muchos de ellos, perdieron su empleo.
José Luis era conductor de autobuses, hasta que lo despidieron. “Carece de sentido de la orientación y es incapaz de mantener el rumbo.” Decía la carta de despido.
Dicen por ahí, que al fin consiguió su sueño. Hoy se dedica a la política.