Ingredientes: 2 onzas de realidad, 1 onza de ficción, 4 gotas de ironía, 1 pizca de mala leche.
Preparación: Mezclar todos los ingredientes en el procesador de textos y servir adornado con signos de puntuación. Puede completarse con ginebra, vodka, tequila…
Tras la barra cada viernes Concha Mayo, nacida en Barcelona, escritora y fotógrafa ocasional.
Andrés ronca. Me despierta; una vez; y otra; una noche… y todas las siguientes. Desde que vivimos juntos no duermo bien. Sigo sin acostumbrarme. Los tapones no me sirven de mucho. Además, me impiden oír el despertador.
Dice que soy una exagerada. Que cómo es posible que oiga sus ronquidos pero no el reloj. No lo entiende.
Andrés se levanta temprano. Toma una ducha rápida y vuelve a la habitación a vestirse, a oscuras. Yo no puedo vestirme sin ver lo que me pongo. Incluso viéndolo, a veces no sé qué ponerme.
Cuando se va, deja tras de sí el olor de su cuerpo recién duchado y el aire vacío de ruidos. Es cuando más a gusto estoy en la cama. Me recreo en la hora que me queda por delante.
Desde que Andrés vive conmigo, me cuesta empezar el día. Pagaría por estirar ese momento en que la luz es ténue y en la calle apenas hay sonidos. Pero todas las mañanas, una melodía estridente me recuerda que, más allá de las sábanas, tengo otras ocupaciones.
Me ducho. Desayuno. Sin prisa. Empiezo a pensar qué ponerme. Me siento en la cama y medito frente al armario abierto. Repaso las prendas. Escojo. Me visto. Cambio de idea.
La cama queda semicubierta de camisas y pantalones despreciados, que pasarán el día fuera del armario; igual que yo paso el día fuera de casa.
Por la noche, cuando regreso, Andrés lee en el sofá. Me mira. Sonríe. Le doy un beso.
Entonces veo que ha desenchufado el aparato de ultrasonidos que ahuyenta las cucarachas.
-¿Por qué lo desconectas?
-Me molestaba el ruido intermitente del piloto y no podía concentrarme en la lectura.
No tengo claro si me está tomando el pelo o si su cerebro tiene algo de insecto que lo hace especialmente sensible a los ultrasonidos.
-¡Si lo desenchufas entrarán!
Se ríe.
-Pero mujer, ¿qué piensas? que están en la línea de salida esperando a que lo quite para ver cuál de ellas llega primera al sofá?
-Seguro que alguna se cuela…
-¿Y cómo piensas detener a las sordas?
La posibilidad de una cucaracha sorda e inmune a los ultrasonidos me inquieta. Le cambio de tema.
-Tus ronquidos no me han dejado dormir.
Andrés sigue riéndose. Pero a mí no me hace gracia. Cuando no duermo, me vuelvo un poco cascarrabias. Entonces me ignora. Es lo mejor en estos casos y él lo sabe. Ha puesto la mesa y está a punto de servir la cena.
-Anda, ponte cómoda y ven a cenar.
Voy hacia la habitación mirando obsesivamente el suelo. Nada se mueve en la proximidad de mis zapatos.
Cenamos. Andrés me explica mil tonterías que me hacen reír. Mi malhumor desaparece.
Aquella noche, decido no ponerme los tapones. Él no tarda en dormirse. En cuestión de minutos está roncando. Entonces me levanto sigilosa y voy al comedor. Cojo el aparato de ultrasonidos y lo enchufo en su mesita de noche.
Amanece.
Por primera vez, desde que duerme a mi lado, Andrés no ha roncado.
El ruidito intermitente del piloto no me ha dejado pegar ojo en toda la noche.
2009-06-26 19:31
Buenísimo. ¿Te inspira la luna?
2009-06-27 13:36
¡Gracias! Me inspira la luna, pero sobre todo los lunáticos…