Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Con la serie aperiódica ‘Una cuestión personal’ pretendo rescatar pequeñas películas que pasaron de puntillas entre público y crítica y que por razones completamente personales forman parte de mis favoritos más personales.
En esta colección de tics que últimamente ando coleccionando por parte de los críticos de cine, ya sean aficionados, profesionales o Boyero, uno de los que más rabia me da es la acusación de “realización televisiva” a una película como crítica supuestamente negativa. No sé si con ello quieren decir que se ha rodado en digital, que se abusa de los planos medios y cortos, que no hay exteriores, que no hay virguerías con el travelling… quién sabe. Porque me imagino que lo que no critican es la “calidad de la producción”, dando por hecho que una película de cine siempre es mejor que una producción para la televisión. Más les vale.
Si es así, yo siempre me saco de la manga Ciudadano X, TV Movie dirigida por Chris Gerolmo en 1995 y con un reparto de esos de quitar el hipo. La película narra la historia del “ciudadano Chikatilo”, el primer asesino en serie reconocido de la Unión Soviética, que mató a más de cincuenta personas, principalmente niños, entre 1978 y 1990. Pero sobre todo la película cuenta la historia del médico forense que investigó el caso durante más de una década sin descanso (Stephen Rea), para lo que tuvo que enfrentarse a la oposición del gobierno soviético y del Partido Comunista, que rechazaba la existencia de un psicópata al considerar algo así como “una perversión occidental”.
Ciudadano X reúne en poco más de hora y media varios logros: el aspecto puramente policiaco y detectivesco funciona como un tiro en sí misma. Pero además la película es un tratado sobre el respeto y la amistad entre personas de diferentes clases sociales (o más bien status social) que tratan de ayudarse en un contexto que reprueba severamente esa relación. Así el héroe cuenta con dos ayudantes silenciosos y discretos, el hábil y algo cínico Coronel Fetisov (Donald Sutherland) y el no demasiado valiente pero sí tremendamente curioso Doctor Alexandr Bukhanovsky (Max Von Sidow), psiquatra que de forma anónima elabora el perfil psicológico del ciudadano Chikatilo.
Así, desde la poco valorada condición de “película para la televisión”, Gerolmo firma una película con aroma a historia bien contada de los años cuarenta, un filme que dignifica a su género y a su medio, demostrando que el problema no es el formato, sino lo que metes dentro de ese formato.
2011-09-14 12:54
¡Ah qué recuerdos el carnicero de Rostov en el Canal+ de hace 15 años!
Mis sensaciones fueron muy parecidas a las que comentas, aunque no la he vuelto a ver desde entonces. No es que no tenga nada que ver con una tv-movie de “true events”, es que estaba mucho más conseguida que el típico hype cinéfilo con aires de autor y bla bla, pongamos por ejemplo esa gran mierda titulada “Zodiac”.Venga, con esto último lo dejo antes de empezar a recibir capones.
Un saludo.
2011-09-14 13:30
Uy lo que ha dicho…
2011-09-14 14:30
Capón para el señor Roberto Amaba.
Saludos
2011-09-14 19:27
Gran película si señor, en cuanto a “Zodiac”, yo también pienso que es una mierda. No la he visto, pero es por meter cizaña y tal.
2011-09-16 22:52
Ah, ah. Yo soy de los que abomina de la “realización televisiva” Y tengo y defiendo mis razones (perfectamente subjetivas, porque el cine es el arte de mayor valor subjetivo, al menos mientras la cocina no sea una arte). Y sí, el procesado digital de la copia es un dolor en la vista del espectador que tiene el atrevimiento de sentarse justo donde percibes toda la pantalla sin mover los ojos (a mí me enseñaron que ESA era la fila correcta), la cámara trepida demasiado (algo que solo sería justificable en plano subjetivo), los actores hablan a gritos, aunque sea un patrulla rodeada de vietcongs por todas partes o los protagonistas acaben de finalizar la cópula carnal bajo la mesa del restaurante, el susurro está extirpado porque en la tele casera no se oye. Al igual que ha desaparecido el negro, la noche y las tinieblas pues dan mal en la pantalla electrónica, y hoy Young no habría podido rodar Sola en la oscuridad (Wait until dark) sin poner un par de focos y luego meter filtro digital (tal vez por eso los vampiros de Twilight no arden bien a la luz diurna).
Pero, sí, sobre todo en que prácticamente ha desaparecido el plano general y es que el “panorámico” esté extinto desde El último emperador de Bertolucci (obvio el par de panorámicos de Jackson en la trilogía del anillo, porque duran un escaso segundo). Y tengo claro que no pega un panorámico en Si la cosa funciona o El discurso del rey, claro, pero que los hayan escamoteado por completo en Troya, Ágora, Australia o Avatar es indicativo de que el productor los ha vetado o de que el director es un incapaz. Tal vez una mezcla de ambas cosas, pero lo cierto es que si en pantalla pequeña no puede distinguirse el detalle, el plano queda eliminado (¿alguien ha sugerido alguna vez hacer un montaje distinto para sala y otro para el dvd?).
Y esta queja se hace indignación cuando son ellos los que han mutilado al cine para adaptarlo al formato televisivo, nos han educado a ver el cine en casa y ahora se quejan de que la gente no va a las salas.
Dicho lo cual…
No quita eso para que haya películas hechas específicamente para televisión que no sean arte mayor. De acuerdo con Ciudadano X, pero estaban también El diablo sobre ruedas (Duel, ópera prima de Spielberg) o Asesinato por causas naturales (Robert Day, 1979, Day es un especialista del género televisivo, pero cuyas incursiones en el cine “gran formato” han sido decepcionantes).
Y es que el tamaño no es importante, al menos el de la pantalla.