Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.
Hay algo que me ha sucedido un par de veces con la obra de un director que creo que es bastante injusto, y sin embargo no he sido capaz de evitarlo. Se trata de ese momento en el que uno ve la última película de ese cineasta, al que hasta entonces ha respetado, apreciado e incluso admirado en algunos aspectos, y de repente esa película final le parece un petardazo infumable. Pero un petardazo que no se aparta ni mínimamente de los esquemas mentales previos que nos hemos hecho ante la película, es decir, que el filme sí que responde en cierto sentido a nuestras expectativas. Eso genera una sensación de desconcierto muy extraña, porque hasta entonces ese modo de construir una película nos había gustado, pero de repente he aquí que la nueva propuesta nos parece una chorrada, a pesar de, en cierto modo, “darnos lo que hemos venido a buscar”.
El caso más evidente que me ha ocurrido es el de Julio Medem, del que aprecié mucho tanto Vacas como Tierra y en el que encontré muchas cosas positivas en Los amantes del Círculo Polar y Lucía y el sexo. Pero de repente en 2007 llega Caótica Ana, la película más personal del director vasco, ideada a partir de la muerte de su hermana. En el filme tenemos todos los elementos del Medem de siempre, sus juegos simbólicos, sus metáforas, su narración poética, sus diálogos imposibles, sus cámaras subjetivas. Y sin embargo la película es un horror que no hay por donde coger, un fallo cinematográfico de principio a fin. Absurda, estereotipada —esa casa de artistas de Madrid podría pasar por una parodia hecha en Muchachada nui— y con un guion que provoca vergüenza ajena al espectador (las frases que intenta defender la pobre Bebe… ay).
Pero, ¿de verdad los diálogos son más absurdos que los de Tierra o La ardilla roja, por ejemplo? ¿Es más absurda que Lucía y el sexo? Así que inconscientemente vuelvo la vista hacia atrás y el espanto de Caótica Ana acaba por contaminar todo lo que he visto de Medem hasta ahora, como si me hubiesen dado gafas nuevas y acabase por concluir “pero si todo es una sarta de tonterías”.
En menor medida (porque he visto menos películas suyas) me ha sucedido algo parecido con Wong Kar Wai, uno de los cineastas chinos de más renombre de los últimos veinte años, autor de Deseando amar, 2046 o Chunking Express, por ejemplo. Su prestigio se frenó de golpe en 2007 con su primera película norteamericana, My blueberry nights, protagonizada por la cantante Norah Jones. La película es un ejercicio de vacuidad, de barroquismo estético sin nada debajo, como si el director hubiese sido sustituido por alguien más joven que decide hacer una película “como el Wong Kar Wai”, copiando los elementos más superficiales. Al terminar de ver My blueberry nights no puedo evitar pensar en Deseando amar y preguntarme si en realidad ese conjunto vacío es el mismo que en el resto de sus películas, sólo que aquí, al eliminar la fascinación exótica de los intérpretes orientales y sustituirlos por el territorio conocido de los norteamericanos, de repente podemos verle las costuras al producto final.
¿Es justo realizar una revisión total a las películas de un director mirándolas de nuevo a través del prisma de una película final fallida? ¿Es, como dije antes, una contaminación de discursos? ¿O es que a lo mejor esas películas funcionan como un “quitar la venda” de golpe y la revisión no sólo está justificada sino que además es clarificadora?
2011-06-29 11:40
Supongo que es una pregunta retórica, pero…
Tú es que ves pelis de gente muy rara ;)
Bueno, a mí me ha pasado varias veces, la última con Eastwood y ese “Más allá de la vida” que me descoloca.
Yo tengo la teoría de que llega un momento en que un director de cine (extrapolable a cualquier tipo de artista) decide hacer la película que siempre quiso hacer; antes no pudo porque nadie creía en él, pero ahora los productores le dan cancha, los actores acuden a su llamada, tiene los medios y se encuentra maduro.
Y lo suelta.
El problema, tal vez, es que esa concepción que es perfecta en su mente no se puede realizar con lo que ha aprendido; tendría que haber vuelto atrás y hacerla tal cual la soñó, pero eso, supongo, es imposible.
No, no se debe juzgar a un artista por su eslabón más torpe como no se juzga a un amigo por un dia de borrachera.
2011-06-29 12:24
Oye, que ni Medem ni Wong Kar Wai son raros, son el mainstream de los indies.
A ver, entiendo tu frase final pero no creo que tu ejemplo de Eastwood sea equivalente a lo que digo. A mí Hereafter no me gustó (aunque tampoco me parece el peor espanto, cosa que los dos ejemplos que pongo sí. Caótica Ana puede estar entre las cinco peores películas que he visto en mi vida, incluidas las de serie Z) pero yo no saco ninguna conclusión de la filmografía de Eastwood a partir de ella, es decir, yo no tengo tentación alguna de revisar Medianoche en el jardín del bien y el mal (por decirte una de mis favoritas) con los ojos que he visto Hereafter. Tal vez porque la impronta “autoral” más evidente no se da en Eastwood, que es un tío mucho menos manierista y mucho menos rendido a ciertas estéticas.
Cuando vi Caótica Ana recordé al Medem anterior y tuve que morderme la lengua para no decir “joder, es que las anteriores eran la misma chorrada que esta”.
2011-06-29 20:51
Yo creo que a mi me pasó justo lo contrario con “Caótica Ana”. Que mientras la veía no me estaba gustando mucho, pero luego, al analizarla desde el filtro de las anteriores pelis de Medem, pude conectar lo suficiente con ella para valorarla como aprobada.
Aunque está claro que algo pasa con Medem, o ya no tenemos edad para seguir esos desvaríos poéticos o acaso el director intenta llevar a tal extremo su estilo que ya no hay quien lo siga. Pero, para mi, desde “Los amantes…” es u descenso contínuo.
2011-06-30 15:46
Es curioso, a mí me pasó exactamente lo mismo con Medem, pero antes. Lucía y el sexo ya me pareció un pastiche insufrible para lucimiento exclusivo del bonito cuerpo de Paz Vega. Entonces revisé las anteriores, que en su día me habían gustado bastante, y me dejaron frío. Los juegos de coincidencias que antes me gustaban ahora me parecen innecesarios y redundantes, los diálogos antaño brillantes ahora me parecen estúpidos. El cineasta brillante se revela como un mediocre que busca epatar a toda costa. Tengo que reconocer que, revisionado el cine de Medem al cabo de los años, me resulta bastante pretencioso y falso. Lo que antes me emocionaba ahora me deja bastante frío. Quizás Vacas es la única que aguanta un poco el paso de los (mis) años.
Lo de Eatswood es diferente, claro, porque sus películas no repiten clichés. Esto sólo sucede con cineastas con mundos muy particulares y cerrados, cuyas películas repiten en realidad los mismos temas.
2011-07-15 05:13
Wong Kar Wai trabaja trajes. El vestuario de ‘In the mood for love’ es la película.