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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Hacerlo como en los setenta

Vi el otro día la versión cinematográfica de la miniserie Carlos, de Olivier Assayas, la historia ficcionada de Illich Ramírez Sánchez, conocido como Carlos o como “Chacal”, posiblemente uno de los más importantes terroristas de la historia. Edgar Ramírez, el protagonista, hace un ejercicio de mímesis con su personaje parecido al que hizo Benicio del Toro con el Che Guevara, hasta el punto que olvidas que estás viendo una mera interpretación y tu subconsciente acaba convencido de que ese que está en la pantalla es el verdadero Carlos, y no alguien que se ha caracterizado como él.

La película falla en su versión en pantalla grande; la sensación es que el montaje que reduce el metraje a la mitad (de casi seis horas a casi tres) destroza la fluidez de la narración, sobre todo en la última hora de película, quedándose el espectador a medio camino de todo y con mal sabor de boca por el relato hurtado. Sin embargo la película es lo suficientemente atractiva y sugerente como para que me lance a por el DVD de la serie completa en cuando salga. Una de las cosas que más me gustaron fue el estilo setentero del filme, no sólo por cuestión de ambientación (dos terceras partes de la película tienen lugar en esa década) sino por las elecciones estilísticas de Assayas. No sólo rueda una película sobre los setenta: rueda como si él mismo, el director, estuviese en aquellos años. El aroma de las imágenes, de los encuadres, de los travellings, de las interpretaciones es el de películas de Alan J. Pakula, John Frankenheimer o Sidney Lumet.

Eso me ha llevado a preguntarme si determinado cine mejora cuando se imitan los modelos maestros de otras épocas. Si el cine político es siempre mejor cuando se hace como en los setenta, si el western es siempre mejor si se hace como en los cuarenta y cincuenta de Ford o como en los sesenta de Leone, si para hacer cine palomitero no hay más que fijarse en cómo se hacía en los años ochenta. Y ahí dejo ese pensamiento, para que se lo piensen.

Alberto Haj-Saleh | 08 de junio de 2011

Comentarios

  1. Camarada Bakunin
    2011-06-08 13:23

    Pues no es nada descabellado lo que dices. Estoy descubriendo —gracias a los estudios de Mrs. Bakunin— que con la fotografía pasa algo parecido.

  2. c.
    2011-06-08 19:49

    Muy, muy interesante pregunta.

    Hace algunos años, no muchos, se hizo una película rodada como en los 40, El buen alemán, creo que se llamaba; no sé si salía Matt Damon por ahí, corregidme. El caso es que (¿fue Soderbergh? ay, la memoria…) su director se sacó, entre otras cosas, un bonito blanco y negro de alto contraste y un estilo de planificación muy de la Warner del Hollywood Clásico. Sin embargo, mi sensación era de que se estaban forzando las cosas.

    Cada arte, creo, es hijo de su tiempo. Kundera cuenta en uno de sus libros de ensayo que no tiene sentido componer ahora como componía Beethoven en su momento: aquella música respondía a un sentir determinado, en una época determinada, y así, contextualizado, era como alcanzaba el sentido para nosotros, en el presente.

    Creo que el Western tiene sentido hoy en día tal y como lo ruedan los Coen en Valor de Ley; o en los 60, como lo rodaba Peckinpah; o en los 40 como lo rodaba Ford.

    Con esto, no quiero desacreditar las revisiones, que pueden ser maravillosas, como ésta de la que hablas, Carlos. Me parece, de todas formas, que no necesariamente es imprescindible recurrir al estilo que identificó un género en el pasado para crear algo de gran valor en el presente.

  3. Guillermo Zapata
    2011-06-08 19:54

    Imitar el estilo del cine político de los setenta es una opción interesante, pero ojo, es estilística. La narrativa política no tiene un momento concreto. Atención al último numero de Cahiers y su especial sobre imagen política en las revueltas árabes, con todos los cineastas egipicios diciendo que las imágenes políticas las estaban sacando lo que no eran cineastas y subiéndolas a youtube y que el tiempo del arte y el tiempo de la revolución no son coincidentes. Interesántisimo.

  4. Miguel A. Román
    2011-06-09 23:27

    c. Sí, era “el buen alemán”, de Soderbergh, pero el guapo era Clooney (salvo que te refieras al spidermánico Maguire), y sí, tenía un aire a ‘el angel azul’, ‘el tercer hombre’ y resto de subgénero postbélico.

    Respecto al fondo del tema, no estoy seguro de si se trata de imitar (u homenajear, que queda más presentable) o si es que, en el fondo, tanto el público como el cineasta se ven condicionados por resortes, fórmulas y clichés grabados a fuego en nuestro inconsciente colectivo.

    Porque existe un convenio tácito entre la sala y la cámara de que si haces género debes respetar ciertas reglas: personajes, paisajes, luz, filtros, vestuario, música, …

    Evidentemente puedes innovar, pero es un riesgo: lo normal es que la película no guste.

    Lo excepcional es que tenga éxito y sus aportaciones pasen al saco de recursos de género para el siguiente pase. Pero eso no está al alcance de todos los directores (ni todos los productores lo permitirían).

  5. c.
    2011-06-10 00:47

    Coincido contigo, Miguel.
    El género de aventuras conlleva una serie de cosas; el western, otras. Por ahí andarán siempre el sheriff corrupto, el justiciero solitario y la prostituta de corazón tan grande como su escote. Son todas esas cosas las que, estemos en una época o en otra, nos servirán de brújula y, a pesar de ciertas innovaciones con las que no estemos mucho de acuerdo, nos llevarán a decir: bueno, vale, aceptamos barco…
    ¿Y la forma? ¿Tendría sentido rodar ahora películas mudas, a 16 fotogramas por segundo y con actores exageradamente expresivos? ¿Cómo sería recibida una película muda ahora? Esto da para mucho. Supongo que en el fondo se trata de si la audiencia conoce ese código o no. Si lo conoce, se quedará un poco extrañado. Y si no lo conoce, pues supongo que lo verá como algo raro, pero sin el prejuicio de “esto es de otra época”.


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