Al hilo de esta interesante discusión sobre los cuentos infantiles, y exclusivamente porque me apetece malmeter, pongo este artículo de Pilar Portero que defiende la postura contraria, con argumentos igual de buenos. Por qué pienso seguir contando Blancanieves a hijos, nietos, bisnietos…
«La maravillosa virtud de este tipo de historias clásicas y la razón por la que han servido de guía a multitud de generaciones desde hace siglos, radica en que procuran la oportunidad a los niños de ir encontrando sentido a sus vidas y seguridad en si mismos al verse reflejados en los personajes desvalidos de los cuentos que logran resolver sus problemas por si sólos haciendo gala de una fortaleza envidiable. Evitando, además, tener que tumbarse en el diván de un psicoanalista. Los hermanos Grimm, Hans Christian Andersen, Lewis Carroll, etc. son competencia evidente para miles de psicólogos y pedagogos erróneamente modernos y empeñados en que los cuentos reflejen la vida actual como si te mirases en un espejo. Puag.»