El título del texto de Antonio Villarreal es tan genial como explícito: Todo lo que siempre quiso saber sobre el atropello cinegético y cariño, mete ya ese jabalí en el maletero
«Dos días más tarde, al volver, programé el GPS para tomar la ruta más rápida. Un poco después de anochecer, y cuando estaba a unos quince kilómetros de casa, apareció un enorme ciervo. Justo como el verso inicial de aquel poema de William Stafford, «viajando a través de la oscuridad encontré un ciervo». Estaba cruzando la autopista estatal 21 unos metros por delante de mi coche y se detuvo, absorto en mis luces. Yo iba a noventa y cinco por hora y, sin tiempo de pensar en conspiraciones farmacológicas, en menos de un segundo, vacié mis reservas de adrenalina y cedí a mi sexto sentido el control del Ford Taurus. Pegué un violento volantazo hacia el carril izquierdo, providencialmente vacío, y superé al ciervo de milagro.»