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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Publicidad, libros y redes sociales

Hace aproximadamente un mes recibí un correo de una agencia de publicidad que me escribía en nombre de una conocida editorial española. En el mensaje me ofrecían colaborar en la promoción de un libro “muy especial” del que todavía no podían decirme nombre ni autor y para cuyo envío me solicitaban una dirección postal. Mi respuesta fue les facilitaba mi dirección, pero que de ningún modo me comprometía a reseñar o divulgar el libro, menos todavía sin saber de qué libro o autor se trataba. Y olvidé el asunto.

Hace un par de días me esperaba un paquete en el portal de mi casa y, al retirar el envoltorio de la empresa de mensajería me sorprendió mucho el tamaño y calidad de una caja que, por la foto de una portada que adornaba su tapa, guardaba un libro. Inmediatamente asocié el envío al misterioso correo. Captada mi atención, pospuse otras cosas para abrir la voluminosa caja, que destapada se mostró inmensa para el contenido que albergaba: un libro y un objeto envuelto en papel sedoso. La edición del libro en nada difería de lo esperable para un aspirante a bestseller, pero el bulto empapelado era demasiado para mi natural curioso: retiré el envoltorío con cierta ansiedad —entiéndanme, una ansiedad entre epicúrea y estoica— y les confieso que me gustó mucho lo que vi: un sencillo reloj de arena con marco de tablilla y el tiempo granulado levemente irisado para romper la uniformidad. Y ahí estuve, un buen rato vencido por el márketing, con ganas de ponerme a leer un libro que en otras circunstancias jamás habría llamado mi atención ni tan siquiera para ojearlo y sobre le que ahora habían logrado tejer en mi cerebro una asociación a todas luces —serenas— absurda: la de que el delicado regalo podía estar unido, ser el efecto, de una obra igualmente delicada y sensible. Mi derrota, claro, no duró demasiado: jamás veo la publicidad con inocencia, es casi un ejercicio que me impongo; pero lo cierto es que todavía hoy no he descartado del todo su lectura, y esa mínima posibilidad de que lo lea es culpa exclusiva del reloj.

Ayer recibí otro correo de la agencia de publicidad. Me pedían acuse de recibo, y lanzaban el segundo incentivo, este ya más material y falto de espíritu: si escribo la reseña o comentario de la novela, me dicen, y pongo un enlace apuntando a su página de Facebook tendré la posibilidad de conseguir un iPod si mi página es la que más visitas les envía. Círculo cerrado: primero la sensibilidad (¿a quién no le gusta un reloj de arena? ¿qué escritor/lector no se siente cautivado con un regalo de tiempo?) y luego la posibilidad del regalo caro, el icono tecnológico. Con un incentivo: aquel que quiera lograr el iPod tendrá que hacer que sus lectores se vean impulsados a visitar la página del libro en Facebook, con lo que la crítica positiva estará lograda.

El caso es que todo esto me llamó poderosamente la atención por dos motivos. El primero, porque es la confirmación de cómo las editoriales están aprendiendo de internet, y la publicidad que hace poco se buscaría por la crítica de autoridad —suplementos literarios y periódicos— ahora se complementa (¿quizás se prima ya?) con las redes sociales: se han dado cuenta de que el boca a boca se ha multiplicado por miles en la red y cientos de aficionados generan miles de lectores que, sin conocer personalmente al bloguero-crítico sí establecen con él una relación mucho más cercana y de confianza que con el crítico tradicional, y mucho más relacionada con los gustos personales y las afinidades que con la hermenéutica rigurosa y clásica. El segundo motivo es el dinero. ¿Cuál es el margen de ganancia de un libro de este tipo para que sus editores se puedan permitir contratar una agencia de publicidad y enviar tal cantidad de ejemplares con sus relojes y su caja de lujo y aún así enriquecer a su autor y engrosar las arcas de la editorial? No sé, parece que la modernización del mundo editorial se asemeja demasiado a las burbujas de esta última década. Y el marketing carece de escrúpulos y desborda inteligencia.

Marcos Taracido | 14 de abril de 2011

Comentarios

  1. Paco
    2011-04-14 12:12

    Siempre sentí que había algo perverso y mal planteado en la literatura como negocio. Negocio y arte son cosas contrapuestas porque el arte de verdad es exploratorio y rompedor, y eso jamás ha vendido, al menos en el momento histórico en el que es rompedor.

    Conclusión: hay un límite donde termina la literatura y empieza el negocio, quizá con contadísimas excepciones en la frontera. Por tanto la tesis del liberalismo económico de “lo bueno vende más” aquí sencillamente no se cumple.

    Lo que nos lleva siempre a la misma pregunta: ¿Puede vivir un escritor de literatura de sus libros? La repuesta no es un no aristotélico, pero podríamos decir que puede hacerlo con p<0.0001, como mucho.

    Lo demás es negocio, mercadeo, marketing y comisión, cuando no simplemente corrupción política vía subvención.

    Ya hace tiempo que se vendió la autoridad (la crítica) con p>0.99. La pregunta, cuya respuesta pone en juego el nuevo modelo de sociedad basada en la red, es: ¿se venderán también los blogueros por un iPod?

  2. Manuel Haj-Saleh
    2011-04-14 12:45

    @Paco: yo creo que esa pregunta hace años que se contestó (sustituye iPod por lo que quieras), y la respuesta es “sí”. Porque ya ha sucedido varias veces. Cuestión de hurgar un poco en la red.

  3. Alberto
    2011-04-14 13:24

    ¿Habéis visto el último vídeo de moda en Internet? Es graciosísimo, son veintipocos segundos ejemplificando de maravilla lo que es la psicología inversa.

    Aquí el enlace

    De verdad que es gracioso, sobre todo por el niño protagonista, que está para comérselo en sentido laico.

    La fama del vídeo ha venido porque ha gustado mucho y se ha expandido por todas partes: todo el que lo ve, se ríe y tiene un facebook, un blog o un twitter lo ha colgado. Yo lo estoy poniendo por aquí.

    Hace poco trabajé en una campaña que también tenía como uno de sus objetos principales un libro (basicamente haciendo ese libro). Docenas de blogs, mogollón, vendieron su alma no por un ipod sino por lotes de libros, a veces ni eso: blogueros que hablaron de él, pusieron un concurso, hicieron sorteos, animaban a la gente a entrar en la web del libro. No ha tenido demasiado éxito —que yo sepa—. Lo que quiero decir es que los blogueros se venden por el ipod, claro que sí, pero los lectores de ese blog se venden mucho menos fácilmente. Ese es el salto que aún no ha terminado de dar el marketing online.

  4. gsc
    2011-04-14 20:00

    ¿Y por qué no puede vivir un escritor de literatura de sus libros, pero sin embargo sí pueden hacerlo músicos y cineastas (de los que hacen Arte con mayúscula, no sólo entretenimiento)? En ambos casos, cuentan con la ventaja de la proyección o el concierto, pero una entrada de cine cuesta prácticamente lo mismo que un libro de bolsillo. Creo que no es tan raro que alguien se gaste tanto en cine como en literatura (leerse una par de libros e ir un par de veces al cine en un mes), y en teoría los costes de producir cine son más elevados que los de producir literatura, por lo que debería de dejar menos ingresos para sus creadores.

    No alcanzo a entender que es lo que tiene la literatura de especial para que,por ejemplo, Ingmar Bergman o Chris Marker (por citar a dos que hacen obras bastante minoritarias y a buen seguro exploratorios y rompedores) no tengan otro oficio conocido, mientras que Cortázar trabajaba (tenía qué?) de traductor o García Hortelano de funcionario…. El ejemplo es para centrar el objeto de mis dudas, sin desviar el argumento hacia el modelo: ¿por qué la calidad “vende” en un medio y en otro no?

  5. Alberto
    2011-04-14 20:13

    Bueno… Marker dirigió varias instituciones culturales, y la filmoteca de París, ese era su trabajo. Bergman hizo sobre todo cosas para la TV para vivir. Erice dirigía anuncios de Danone y esas cosas.

  6. gsc
    2011-04-14 21:55

    Y Kurosawa, al igual que Bergman, antes de ser director y de que le llegara “el reconocimiento internacional”, hizo cosas para televisión, y Bogdanovich y casi todos los de la Nouvelle Vague eran críticos… Algunos incluso transformar estos oficios “alimenticios” en parte importante de su carrera.

    Pero después de que le nominaran al Oscar, ¿Rohmer siguió trabajando de profesor o periodista muchos años? De igual manera, después de El hombre Elefante, Lynch empezó a trabajar para de Laurentiis o Antonioni para Carlo Ponti y Fritz Lang para el estudio de turno – empresarios todos, no mecenas – y el tener dedicación profesional no les influyó negativamente – no se “vendieron” -, sino que firmaron algunas de sus mejores obras.

  7. Alberto
    2011-04-14 22:56

    Pero es exactamente eso, los de la Nouvelle Vague siguieron trabajando de críticos, seguían con sus revistas, tenían sus filmotecas. Lo que quiero decir es que ni Erice, ni Bergman ni Marker viven principalmente de sus películas, en realidad viven de otras cosas, igual que los escritores. En general creo que todos los cineastas minoritarios o artísticos tienen que vivir de esas otras cosas, no logran sobrevivir sólo de su cine, en algunos casos lo sé de primera mano: viven de dar conferencias y charlas, de grabar anuncios o series de televisión, de dar cursos… vamos que creo que no hay tanta diferencia con el caso de los escritores.

  8. Antonio Martínez Ron
    2011-04-25 13:00

    El tema me parece gravísimo y, como tú, Marcos, lo he vivido en mis carnes. Describo el proceso para que veáis hasta qué punto es perverso lo que están consiguiendo con algunos blogueros. Te envían un libro y un código personalizado de FB para que enlaces: te cuentan que han seleccionado a otros diez blogueros y que el que más visitas consiga a su enlace (promocionando el libro) se lleva un iPad. Yo renuncié porque no realizo ese tipo de prácticas, pero a los pocos días comprobé que un par de blogueros conocidos lo estaban haciendo – enlazando a su propio código para conseguir visitas – sin advertir a los lectores de que estaban siendo pagados por ello (con la posibilidad de ganar el iPad).

    Ni que decir tiene que el comportamiento me parece repugnante y así se lo hice ver – en privado – a los dos protagonistas. Uno de ellos me dijo que estaba en paro (se ve que el iPad era un producto de primera necesidad) y el otro simplemente se hizo el loco y me dijo aquello tan recurrente de “no es lo que parece”.

    Juzgad vosotros mismos. Saludos.


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