TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Todo relato ha de vivir en la ficción. Dicho de otro modo: un cuento, para serlo, ha de narrar, y en el momento en que narra está creando ficción. He leído con placer los Mil y un cuentos de una línea seleccionados por Aloe Azid (Thule, 2007). No sólo está muy ingeniosamente editado (maquetado) sino que la reunión temática y la propia selección son acertadas: hay tropiezos, claro, pero en general la calidad es alta. Pero en su mayoría no se trata de cuentos: frases ingeniosas, reflexiones, miniensayos, proverbios, greguerías, sentencias… pero cuentos, relatos, muy pocos.
Todos los Cuentos mínimos (Ayuntamiento de Málaga, 2009) de María José Barrios lo son. Y lo son en su modo más completo: la narración, por breve que sea, configura un universo de relaciones sugeridas, como una semilla en la que pudiésemos ver ya apuntadas todas las hojas, la extensión de su tallo, los colores, los frutos… e incluso las abejas que movieron su polen y las que lo moverán. Vean cómo se abre el libro:
El gigante se escondió, muy quieto, detrás del molino.
El relato es transparente: un gigante se esconde, posiblemente amedrentado, tras un molino. No sabemos por qué, ni cuando, ni dónde, pero toda esa información se oculta tras las letras y a poco que miremos tras ellas responderá nuestro cerebro, cada uno con el suyo. Pero además está la metaliteratura: cualquier lector recupera al instante la novela de Cervantes (el cuento, lo oculté, se titula “Quijote”) y el juego se establece: Don Quijote no estaba loco, había gigantes, pero se ocultaban detrás del molino sobre el que se estrelló el caballero. Y la tradición: la estructura suena, como una melodía a otra, al archiconocido relato de Monterroso. Y más tradición: en segundo término, ese gigante ya no es Pentapolín o Alifanfarón, sino más bien una segunda oleada de monstruos más tiernos, más desvalidos, más nosotros mismos: parece un niño que en el juego se oculta con esa mezcla de emoción y pánico que ya siempre añorará el adulto.
Y todos los cuentos del libro se construyen con esos materiales perfectamente compactados: tradición, metaliteratura, inocencia, infancia… ficción que se instala en los recovecos más cercanos de la realidad, y que lejos (lo señala muy acertadamente Haj-Saleh en el prólogo) de conformarse con el esperable final ocurrente expande ese universo a cada palabra del relato.
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María José Barrios llevó en Libro de notas la sección Cuentos mínimos, de la que el libro reproduce un puñado de textos y en dónde se pueden apreciar todas y cada una de las características que he señalado.
2009-12-12 18:58
Me alegré de que algunos Cuentos mínimos de María José hubiesen encontrado editor, porque lo merecen, desde luego. Me alegro también de encontrarme con una bonita reseña por tu parte, Marcos.
Espero hacerme con el libro y leerlos todos (gracias por presentarnos solo uno) y leer el prólogo de Alberto. Enhorabuena a los tres, pero en especial a María José :-)
Un beso.
2009-12-13 22:46
Marcos,
Disculpa porque leí esto el jueves en medio de sustillos familiares, y se me pasó darte las gracias por tu reseña. Todo un honor que la hayas reservado para esta sección.
Muchas gracias a ti también, Ana!