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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Apuntes sobre el libro digital

«Si no tenía libro nuevo, no me parece tenía contento», decía delicadamente Santa Teresa. Se refería, claro, a los nuevos libros impresos, y si aceptó con los brazos abiertos los productos de la imprenta no la imagino haciendo ascos a la tinta digital y los bytes. Estamos en una encrucijada; tengo la certeza de que el ebook supondrá lo mismo para la cultura (al menos para la cultura libresca) que lo que supuso Gutenberg en el siglo XVI. Entonces tardó más de un siglo en imponerse y enterrar al códice; todo indica que los tiempos, nuestros tiempos, van bastante más rápidos.

Los días 12 y 13 de este mes de noviembre se celebró en Santiago de Compostela el Simposio del Libro y la Lectura, con el lema “el libro dixital: presente e futuro”. Asistí a la mayoría de las ponencias y mesas redondas, y saqué la conclusión de que, en general, estuvieron representadas dos tendencias opuestas.

Conservadores y realistas. Reconozco que los términos no son inocentes, aunque no quiero darle demasiada carga ideológica. Los primeros defendían que el libro digital no será tal revolución, que como mucho ambos convivirán siempre y que, en definitiva, fuere lo que fuere, es un mal que en el caso de imponerse acabaría con una tecnología muy superior. La mayoría de los que venían a defender esta postura estaban entre los organizadores del evento y entre el público, editores, libreros, bibliotecarios. Creo que el miedo y el desconocimiento cibertecnológico juegan un papel fundamental en esta idea. Del otro lado, la inmensa mayoría de los ponentes (lo cual dice mucho a favor de la organización del Simposio), todos ellos nativos digitales (perdón) y con años y experiencia de trabajo en el ámbito de la red y la edición. El argumento, con matices: el libro electrónico llegó para quedarse y es ya una alternativa seria al papel. Y cualquier posibilidad de negocio pasa por entender el funcionamiento de la red y el no volcado del modelo tradicional al digital. A este respecto, una de las grandes preocupaciones del sector era la protección del producto ante la copia, y se les dijo por activa y por pasiva (salvo las empresas que hábilmente ofrecen el antídoto para el pánico, cure o no la fobia) que el modelo cerrado no tiene futuro alguno en el mecanismo de internet. A este respecto, Javier Jiménez dejó la comparación más divertida del Simposio: nos recordó la obra de Umberto Eco El nombre de la rosa, y dijo que el veneno con el que el venerable monje untaba las páginas del libro de Aristóteles que no quería que fuese leído por nadie, era la versión medieval del DRM.

Y todos coincidieron en que las librerías son el eslabón más débil de la cadena y que su futuro pasaba por vender por la red, cosa que dudo: superado el localismo, serán sólo las grandes empresas las que se repartan el mercado en la red.

A mí me llamaron para hablar de Libro de notas y nuestra experiencia en la edición. Así lo preparé, y me iba a limitar a comentar unas diapositivas en las que explicaba brevemente nuestra historia y el modelo editorial que seguimos; pero todo lo que escuché antes de mi intervención me obligó a improvisar una par de pequeños textos, prólogo y epílogo, a modo de advertencia. Y es que me sentí perdido entre tantas palabras relacionadas con la empresa, los modelos económicos y la rentabilidad, algo absolutamente normal y legítimo, pero que hizo que me sitiese fuera de lugar. Así que como marco que abría y cerraba mi intervención leí lo siguiente:

[Prólogo] Para empezar quisiera aclarar que yo no soy profesional de nada que tenga que ver con el sector del libro: no soy editor, no soy librero, no soy bibliotecario… aunque hubiese querido ser cualquiera de las tres cosas. Soy, somos, esos ciudadanos de los que hablaba Javier Celaya [en la conferencia de apertura del Simposio] a los que la red les ha dado voz. Esto supone que nuestro proyecto, nuestros proyectos, no tienen nada de empresariales, ni algo que tenga que ver con modelos de negocio o rendimiento económico. Digo esto para que mi intervención sea entendida desde ese punto de vista.
Les diré que me siento un poco como en esa metáfora que utilazaba Javier de la fiesta [llegar a una fiesta en la que ya todos están bebidos], sólo que en este caso la fiesta acaba de empezar y están todavía todos lúcidos y cuerdos y yo estoy tremendamente borracho.

[Epílogo] Bien, para terminar quisiera apuntar un par de cosas para la reflexión. Por la mañana se dijo que el libro tradicional no iba a desaparecer. No voy a hacer de visionario sino de historiador: el libro impreso es el que, por ahora, menos siglos lleva de vida: y la historia nos dice que todo cambio tecnológico hizo desaparecer el modelo anterior. Esto nos hace pensar que del libro actual quedará lo mismo que de los códices miniados medievales: mucho y muy poco.
Por otro lado, sabemos que la imprenta revolucionó por completo el mundo de la cultura, y en concreto supuso arrancar la producción mayoritaria de cultura al pueblo para entregárselo a los señores: eso decía García Calvo, que le pese a quien le pese la cultura, desde entonces, es de los Señores [me apuntó discretamente Paco Macías, de Edicións Positivas, que García Calvo se refería a la escritura, y tiene razón, pero convendremos todos que la imprenta es la apoteosis y la extensión definitiva de la escritura]. Paradójicamente internet puede devolver al pueblo, al ciudadano, la cultura: hoy la inmensa mayoría de la cultura en la red está producida, creada, por no profesionales, por aficionados que comunican, transmiten y crean sus inquietudes, libremente y sin control alguno. Decían también esta mañana que el concepto de lectura está cambiando, y quizás haya que pensar que lo que cambiará también sea el concepto de libro en lo que a su contenido se refiere, y empezar a ver la WWW como un libro en sí mismo. Muchas gracias.

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Marcos Taracido | 19 de noviembre de 2009

Comentarios

  1. Dubitador
    2009-11-19 15:27

    Ahí está la cosa.

    Empaquetar un determinado texto y declararlo algo asi como especial y distinto del torrente de textos que son producidos y accesibles sin mas por internet, como es el caso de los post de esta pagina, no tiene mayor sentido.

    Hay un monton de material por el que se ha pagado y sobre el que se poseen unos derechos cuyo sentido estaba ligado a un canal de difusion y formula de negocio.

    Para mantener aquella formula habria que someter internet al lecho de Procusto, el cual haria imposible esta misma pagina, o bien se la someteria a exaccion impositiva aplicando el supuesto de implicita existencia de lucro, tal como el caso del vendedor ambulante que compite deslealmente con el comercio que paga sus impuestos, y de tal modo resultaria obligado cobrar por permitir el accesio. Ya me estoy imaginando un impuesto basado en las visitas y si no les cobras, tu sabras… ¡ah! y por cada comentario un euro.

  2. Laura
    2009-11-21 12:37

    Estoy completamente de acuerdo en que el e-book ha de suponer una revolución de dimensiones parecidas a la de la imprenta. Cualquiera que haya sostenido entre sus manos un dispositivo con tinta electrónica sabe que es casi como estar leyendo sobre el papel.

    El e-book me permite alternar ensayo, novela, poesía, cuento, artículos… en sólo 200 gramos de peso. Algo impensable con el papel y que valoro mucho, ya que yo leo principalmente en el transporte público.

    La faceta más interesante, para mí, del e-book es que me ha permitido “reconciliarme” con publicaciones (artículos, principalmente) a las que sólo tengo acceso online y que soy literalmente incapaz de leer en la pantalla brillante de mi ordenador.


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