TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Me regalaron mi último click de playmobil el día que cumplí 21 años. Fue, claro, un regalo epigonal, extemporáneo, un rápido tunel del tiempo hacia diez años antes. El caso es que yo pasaba bastante tiempo mirando jugar a mi sobrino con sus clicks, y mi hermana me regaló un guerrero medieval con su catapulta. Me hizo feliz, pero yo no supe qué hacer con aquello: la mirada que dirigía entonces a mi sobrino y ahora a mis hijas no es de nostalgia: es impotencia, como la caricia que quisiera hacer el manco. Yo, que pasaba horas encerrado urdiendo batallas, fletando misiones suicidas, organizando la defensa de un promontorio o salvando de un desastre natural a todo un pueblo, ya no sé jugar con los playmobil. Los veo y admiro todas sus posibilidades, puedo imaginar incluso qué hubiese hecho yo con ellos hace veinte años, pero no puedo hacerlo porque he perdido los resortes del juego, he perdido la capacidad de la suplantación real, el poder de personificar en los muñecos las múltiples voces que sí llevo en el cerebro. En eso consiste la pérdida de la niñez, y quizás por eso escriban algunos, porque es el único modo de transformar la ficción para que no se pierda.
Hans Beck, el creador de los clicks, ha muerto. Yo le estaré eternamente agradecido.
2009-02-05 11:26
Es curioso, estaba pensando al leer tu texto que no sé porque se llama ficción a jugar cuando es tan vida como la otra. Yo también creo que escribir o leer (en mi caso me tengo que conformar con eso) son un poco esa dimensión íntima y profunda de la vida que se parece a la sensación del juego infantil.
Y, por supuesto, los click son una de esas genialidades que son capaces de perdurar varias generaciones.
2009-02-06 21:45
¿Escribir y leer?
“No digais de mí que débil renuncié
al oficio de mis mayores, y que huí del mar,
de las torres que erigimos y las luces que encendimos,
para jugar en casa, como un niño, con papel.”
(R.L. Stevenson)