Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.
Un aviso importante: este no es un texto ni sobre ciencia, ni sobre religión, ni mucho menos una reflexión sobre la existencia o no de dios, sino sobre el ojo que ve la realidad. Sólo desde este punto de vista puede entenderse.
Hay una idea que siempre me asalta cuando voy a un sitio por primera vez. No puedo evitar hacer una especie de viaje en el tiempo y pensar que hace siglos, que hace milenios, en la misma tierra que yo estoy pisando en este momento estaban otros hombres. Y siempre me produce una sensación ambivalente. Por una parte imagino lo que tenemos en común como seres humanos, por lo tanto, las sensaciones o las emociones que yo tengo no deben ser muy diferentes a las que tuvieron ellos, el miedo, el placer. Por otra pienso en mi visión del mundo, del hombre, de la naturaleza o en cualquiera de las ideas y pensamientos que habitualmente me acompañan y entonces imagino una distancia casi insalvable. ¿Qué genera esa diferencia fundamental? Evidentemente que yo estoy en el siglo XXI y ellos no. Así que todo lo que durante siglos han pensado, escrito, inventado y descubierto otros seres humanos ahora está indisolublemente unido a mí. Mis pensamientos son fruto de la historia del pensamiento de la humanidad y en mi caso, en un porcentaje muy alto, del pensamiento occidental. Sin embargo, intuyo que mis emociones y mis sentimientos no deben estar muy influenciados por ello: siguen siendo muy primitivos. Puede cambiar lo que me da miedo, pero no el miedo. Es como si de alguna forma cambiara el contenido pero no el continente.
Al final, por tanto, mis ideas han ido moldeándose por lo que me han ido diciendo y enseñando desde pequeña, por lo que en un momento determinado alguien decidió que debía formar parte del currículo de la EGB y el BUP que yo cursé, por las ideas que lograron abrirse paso y transmitirse como si fueran tan naturales como una montaña o el mar.
Cuando reflexiono un poco sobre esto, siempre me da cierto vértigo. Un poco por la sensación de falta de libertad, de estar demasiado condicionada por lo que otros han ido pensando, decidiendo y difundiendo, por los memes que han conseguido abrirse paso. Por otro lado, porque no puedo evitar preguntarme si estoy en el mejor siglo. Pero nunca acabo de verlo como algo negativo, es el rasgo más distintivo del ser humano, así que lo asumo para bien y para mal. Tenemos la ventaja de poder tener a nuestra disposición un material casi infinito, donde encontrar casi siempre un punto de vista y su contrario y eso parece que da cierto grado de libertad. Sólo un poco de libertad, porque estoy convencida de que es imposible desprenderse de todo lo que nos han ido dando, que incluso las vueltas de tuerca que se dan, que son capaces de dar aquellos que encuentran un nuevo punto de vista, se hacen siempre sobre lo anterior. Ya digo, que es parte sustancial del ser humano. Así que, de alguna forma, debemos lo bueno y lo malo al resto de la humanidad, a la que nos ha precedido y a la que nos acompaña. Yo suelo ser agradecida y me gusta serlo con los que de alguna manera me han hecho ver un poco de luz sobre cosas que un ser humano sólo o con sus coetáneos nunca habría conseguido vislumbrar.
La esencia del ser humano ha debido permanecer bastante estable y sus principales capacidades también. El mundo, el universo, las leyes que lo rigen, el origen de la vida o el sentido de la misma, en el caso de que este exista, tampoco han cambiado. Sin embargo, cuando los hindúes imaginaban que la tierra estaba sostenida por cuatro elefantes apoyados sobre una tortuga gigante, su visión no debía parecerse en nada a lo que ahora cualquiera de nosotros imagina y esto supone una diferencia casi insalvable.
En este momento nuestra cosmovisión está completamente determinada por la ciencia. La gravedad, la densidad, la relatividad, son tan naturales para nosotros como Amón-Ra para los egipcios. Porque siempre confiamos en el resto de la humanidad y es lo que ha posibilitado que hayamos ido acumulando conocimiento. No creo que hubiera muchos egipcios que pusieran en duda la existencia de Amón-Ra, la mayoría lo asumiría con la mayor naturalidad. Y con la ciencia pasa igual, podemos analizar todas las diferencias que queramos entre los enunciados científicos y otro tipo de enunciados, pero lo que hace cualquier ser humano medio es un acto de fe en lo que le dicen sus congéneres. No nos engañemos, la ciencia la entienden cuatro gatos. Es cierto que cualquiera tiene a su disposición las demostraciones, que cualquiera puede replicar los experimentos, pero no deja de ser tan falso como eso de que cualquiera puede llegar a ser presidente de los Estados Unidos, uno cada cuatro años. Yo me creo desde el teorema de Pitágoras (cuya demostración creo que podría llegar a comprender) hasta la teoría de la relatividad (que me es tan incomprensible como un jeroglífico egipcio). Y, es más, para poder llegar a entenderlos debe recorrerse un largo camino en el que uno debe ser iniciado en el lenguaje y sus reglas, así que la mayoría de los mortales lo que hacen es confiar en sus semejantes.
Construcción geométrica de Euclides demostrando el teorema de Pitágoras. Autor: Francisco Javier Blanco
Últimamente se han reseñado en LdN varios textos en los que la idea central es la convicción de que de alguna forma en el siglo en el que estamos, la ciencia o el razonamiento nos debería llevar a descartar la idea de la existencia de Dios, de la misma forma que debe descartarse la existencia de los unicornios. Pero ¿qué tiene que ver la inteligencia humana con el problema de la existencia de dios? No creo que alguien pretenda defender que es más inteligente Richard Dawkins (SXXI) que Anselmo de Canterbury (SXI) o que Blaise Pascal (SXVII). Este último a mitad de camino entre los anteriores y, por eso (o quizá por mayor humildad intelectual), decide plantear el problema de la existencia de dios en términos de una apuesta.
¿Se puede pensar tranquilamente que cualquier hombre medio del siglo XXI tiene mayor capacidad intelectual que los de los siglos anteriores que le permite acceder a una verdad que no fueron capaces de vislumbrar genios que hicieron grandes aportaciones a la ciencia?
Y es que en cada época descubrimos (o decidimos) la verdad y hemos de comunicárselo al resto de la humanidad. Hemos visto la luz y no podemos ocultarla, no nos gusta que el resto de la humanidad viva en la oscuridad. En ninguna época a los defensores de las ideas dominantes les ha gustado que el resto viviera en las tinieblas. Yo estoy convencida de que los argumentos y razonamientos sobre la inexistencia de dios tendrán tanto éxito como la demostración de la existencia de dios de Anselmo de Canterbury, porque yo, desde el siglo XXI, quiero recuperar para la ciencia el sitio que le corresponde y espero que no sea nunca el de una nueva religión.
Así, que por motivos totalmente ajenos a la propia existencia del mundo, del ser humano, a las leyes que los rigen, a su origen y a su propio fin, sólo por cómo es el pensamiento del hombre aplicado a la naturaleza y a su propia existencia, por cómo los hombres de una época deciden dónde está la verdad y así la transmiten a los demás desde que nacen, en el siglo XI la mayoría de los hombres mueren convencidos de entrar en una nueva vida y, en el siglo XXI, convencidos de que el único futuro posible es para sus genes, en el caso de que hayan tendido descendencia.
2008-03-27 11:15
Yo no estoy de acuerdo.
El argumento crédulo de la contextualización es un recurso hábil, pero no por ello menos falso que un duro de madera. Dios existirá o no, pero no somos capaces de saberlo con certeza. Esa es la tesis de este artículo, ¿no?
Es absolutamente cierto que yo pienso desde mi estructura humana y desde el tiempo en el que habito. Y es cierto que no puedo hacer nada por cambiar eso, de manera que, necesariamente, mi visión de la realidad es sesgada y parcial. Existen cosas que, supongo, ni somos capaces de imaginar (lo supongo, porque no puedo saber que existe lo que no sé que existe). Pero no existen las cosas cuya existencia es razonablemente inimaginable.
En realidad, este argumento lo manejan mucho los defensores de lo mágico y de lo paranormal. Si no fuera porque no afirmas tajantemente nada, estarías utilizando un argumento ad ignorantiam de manual.
La ciencia nos ha ofrecido, a lo largo del tiempo, certezas acerca de lo que somos. Muchas de estas certezas mutarán en el futuro, pero otras no. Otras permanecerán inmutables, porque han sido falsadas de forma concluyente. Por ejemplo, que existe la ley de la gravedad, que la sangre circula en mi torrente sanguíneo y que la Tierra gira alrededor del Sol. Nos pongamos como nos pongamos, eso es así, y el hecho de que yo no me haya molestado en comprobarlo personalmente, no significa que no dé crédito a fuentes que considero veraces.
Yo, sin ir más lejos, por circunstancias de la vida, no vi un cadáver con mis propios ojos hasta ser bien mayor. Si embargo, creía que la muerte existía. Me lo habían dicho de buena tinta y, además, había gente que desaparecía un buen día y no la volvías a ver. A lo mejor se habían marchado a vivir al extranjero, pero no: te decían que la habían palmado y tú te lo creías. Yo no había visto muertos con mis propios ojos, pero sabía que la gente se moría. Luego ya sí, luego ya vi mi primer muerto real y confirmé que todo lo anterior era verdad de la buena.
Es cierto que no puedo falsar mediante la ciencia la existencia o inexistencia de Dios. De otras muchas afirmaciones tampoco. Por ejemplo, no se puede falsar científicamente las afirmaciones “Elvis está vivo”, “Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva en Irak” o “Benjamín Prado es un gran poeta español”. Pero la probabilidad de que sean ciertas es tan remota que debemos descartarlas. No existe la más mínima prueba de que Elvis esté vivo (aunque podría estarlo), no hay pruebas de que Saddam tuviera armas de destrucción masiva (a pesar de que las buscaron como locos, podrían estar ocultas todavía) y, desde luego, Benjamín Prado nunca ha dado la más mínima señal de ser un gran poeta español.
En consecuencia, a pesar de que no lo sabemos con certeza y de que la ciencia no puede asegurarlo con rotundidad, es más que razonable descartar lo altamente improbable. Como la existencia de Dios, por ejemplo. Esta es una invención cuyo rastro somos capaces de seguir a lo largo de la historia de la humanidad. Presenta innumerables variantes incompatibles entre sí. Y, sobre todo, no hay ninguna prueba, ni una sola, de que Dios exista. Ergo, es infinitamente menos dogmático afirmar que Dios no existe que afirmar que Dios existe. Probabilísticamente no existe, aunque no lo puedo falsar. Y Elvis cría malvas.
2008-03-27 11:27
“Elvis no está muerto, sólo regresó a su planeta”.
— Tommy Lee Jones, “Men In Black”
2008-03-27 11:40
“Dios existirá o no, pero no somos capaces de saberlo con certeza. Esa es la tesis de este artículo, ¿no?”
NO, he dejado bien claro que no se trata de un artículo sobre la existencia o no de dios, sino de lo que el hombre medio piensa en cada momento en función de lo que otros hombres nos enseñan, sin entrar a valorar cómo es el conocimiento. Más bien la tesis es que damos un voto de confianza a nuestros congéneres, pero no lo he querido plantear cómo algo negativo, sino sólo para reflexionar un poco sobre ello.
No he querido entrar en este artículo en el tipo de argumentos de los que hablas, aunque tengo pensado escribir algo sobre el valor que le doy a la ciencia, que por supuesto es muy alto, y a qué ámbitos de la vida se puede aplicar.
Pero sólo una pequeña aclaración, afirmas: “es más que razonable descartar lo altamente improbable”. Por esa regla de tres deberíamos descartar la existencia de cada uno de nosotros, seres improbables donde los haya. Yo creo que la existencia se constata, no se llega a ella por razonamiento lógico, pero esto lo dejo para otra ocasión.
2008-03-27 18:34
La demostración científica de la existencia de Dios tendría el mismo valor que la evidencia científica de su inexistencia: Dios no existiría.
Esta aparente paradoja tiene un fundamento lógico no muy diferente del principio de incertidumbre: cada vez que alcanzamos un nivel de conocimiento nos hacemos superiores al hasta entonces arcano; es decir, si pudiéramos descifrar la cuadratura del círculo o la ley del todo es porque esos enigmas son superables por el hombre.
Pero la idea de Dios, para que éste sea válido, exige en su propia esencia que sea inconmensurable. Si el hombre pudiera explicar a Dios estaría en un plano superior a Él, luego “eso” no sería Dios.
La “idea de Dios” no parte de una necesidad ni de un deseo, sino de una posición de realidad que el creyente asume. Para el creyente Dios existe como para un niño existen los Reyes Magos. Los mayores, claro, sabemos que los Reyes Magos no existen, pero eso es falso porque sí existen: son los padres. Y si no estuvieran sus padres no habría regalos, pero la realidad constatable por el infante es que hay regalos, luego hay Reyes.
Cuando el crío crece en conocimiento llega a descubrir el pastel, y entonces ya no hay Reyes porque él se ha hecho igual a sus padres, ha desentrañado el misterio y desaparece la jerarquía mística.
Si un día, quizá en este siglo, quizá en un millón de años, llegáramos a demostrar que lo que nos parece Dios fuera tal vez una raza extraterrestre, Dios dejaría de ser Dios y listo. Pero cuando llegase ese día… ¿y si los extraterrestres creen en Dios?
2008-03-27 18:50
Uff … Todo esto me recuerda el escaso o nulo interés por la Epistemología (salvando el artículo presente). Un terreno muy, pero que muy pantanoso ;)
2008-03-27 20:18
Ya veo que no he trasmitido muy bien la tesis que yo tenía en la cabeza. No se trata de un análisis sobre la existencia de dios o sobre el razonamiento acerca de ello. He puesto el ejemplo de la existencia de dios, igual que he puesto el ejemplo de la tierra, porque son dos cosas que han sido importantes para el hombre.
Mi único objetivo era transmitir que siendo la realidad la que sea, en función de las ideas dominantes en la época tu percepción de las cosas es distinta, la misma idea que pretendo trasmitir en toda la sección. Sólo eso, un león en el siglo XI no difiere mucho de un león en el siglo XXI, las emociones humanas yo creo que tampoco, pero sus pensamientos sí, porque se van construyendo socialmente a lo largo de la historia de la humanidad. Sin entrar a valorar ninguno de ellos.
2008-03-28 12:47
Antes de que me eches la bronca porque no es el tema principal del artículo, ya te aclaro que lo sé. Solo quería decir que el comienzo («Hay una idea que siempre me asalta cuando voy a un sitio por primera vez. No puedo evitar hacer una especie de viaje en el tiempo y pensar que hace siglos, que hace milenios, en la misma tierra que yo estoy pisando en este momento estaban otros hombres. Y siempre me produce una sensación ambivalente. Por una parte imagino lo que tenemos en común como seres humanos, por lo tanto, las sensaciones o las emociones que yo tengo no deben ser muy diferentes a las que tuvieron ellos, el miedo, el placer. Por otra pienso en mi visión del mundo, del hombre, de la naturaleza o en cualquiera de las ideas y pensamientos que habitualmente me acompañan y entonces imagino una distancia casi insalvable.») me ha recordado a cuando de adolescente, sin necesidad de ir a un sitio nuevo, sino en mi propia casa, o en una cafetería, o en la biblioteca, allá por los catorce años, sentía de repente que yo estaba donde otros muchos habían estado y de donde habían desaparecido, y no me venía a la mente esa sensación ambivalente que explicas y que da entrada a toda la cultura acumulada hasta ahora, o hasta el s. XV para el que vivió en el s. XV, me venía más bien al estómago un vértigo causado por el hecho de que todo ese tiempo pasado, el tiempo presente o el futuro, incluso si fueran eternos, no tendrían más valor que un segundo o una décima o más valor que cien años… no sé si me explico. No creo que me explique porque eso se siente con las tripas, y es lo que hizo que yo, con los libros de los existencialistas, o de Ionesco, o de Pavese, o de Baudelaire, o de mil y uno, viera que no era un fenómeno que me ocurría a mí solamente y que me hacía agarrarme con fuerza a la silla para notar la realidad, sino que tenía distintos nombres en distintas corrientes literarias o filosóficas y que existía “since you’ re a man”. Así que no hubo sorpresas cuando mis amigos, interrogados por mí, fueron explicándolo cada uno a su manera y cada cual desde distinta forma de sentirlo: crisis existencial adolescente, la llamo yo.
El caso es que resulta que mi hija mayor y muchos de sus compañeros no lo han experimentado ni lo entienden ni lo identifican cuando lo leen. Curioso, ¿no?
Perdona la digresión, María José, pero no he podido resistirlo.
Un beso.
Ah, quien mienta a Dios, al sexo o a la política, ya puede poner el cartel de “No se hacen fotocopias”, ya. De todas formas, de estos artículos siempre salen debates hacia distintos temas. Así que aprovecho: Alber, yo creo que la necesidad de trascendencia, o el sentido religioso, o el vacío, o como se le llame (allá cada cual con su cada cuala) sí es común a todo ser humano, independientemente de la formación y de la cultura; eso me da la idea de que hay un molde o un vaciado. No, no digo que sea prueba de que existe Dios, pero sí de que existe una necesidad de dar un sentido. Woody Allen lo ha resuelto con el sentido del humor, ja, ja: en Hanna y sus hermanas se pasa media película buscando una fe en la que creer y, por fin incapaz, el sentido le asalta desde las carcajadas viendo una película de los hermanos Marx.
Pero que todo ser humano busca, creo que sí.
Perdón por el rollo.
2008-03-28 13:16
Yo también pido disculpas de antemano por no referirme de forma específica al tema principal de artículo, el cual afirmo conocer sin la menor duda.
Ana: yo estoy completamente seguro de que esa necesidad de dar sentido a la existencia, esa necesidad de buscar explicaciones a todo esto, no es más que un bug de la naturaleza. Simplemente, creo que nuestro desarrollo ha evolucionado hacia un callejón sin salida y que la inteligencia es ineficiente en términos de perduración de la especie. De alguna forma, pensamos demasiado.
2008-03-28 13:46
Ana, ya era un poco consciente de que estaba haciendo lo de “no se hacen fotocopias” pero es que el tema del sentido de la vida, la existencia previa o posterior van configurando la percepción de uno mismo y del mundo. Sólo tienes que ver las diferencias entre tu hija y tú, así que junto con el de la situación de la tierra en el universo decidí dejarlo de forma voluntaria, eso sí, sin entrar a valorar ninguna idea. Las nuevas generaciones tendrán sus propias crisis y sus propios problemas y aprovecho para poner un poema de Alber, ya que ha aparecido por aquí, que refleja muy bien esto
“Infierno es sólo un término provisional.
Habrá otros
y aprenderé a pronunciarlos
con la boca cerrada”
Alber dice infierno, pero podría ser igual para el paraíso.
Paco también tiene un poema que refleja un poco la idea que yo quería transmitir, porque yo no lo vivo como algo negativo, ni con angustia, en realidad es una idea que me gusta y me reconcilia con el hombre de cualquier época y lugar:
La arjé es el azar puede ser el título de un libro
Para ti el rayo verde que no espera,
el inconsciente sol de un día de reyes
un poco diferente, en el recuerdo
la solitaria luz de un sofá rojo
y modestos juguetes para todos.
Estaba bien así.
Pero nada es estable pantha rei
así que aquí te tengo, una mañana
de nuevo día de reyes, suspirando y dormido.
Sí, se fueron algunos, pero llegaste tú
para restablecer el viejo cautiverio.
Y ahora está bien así.
Llegarán otros tiempos demoliendo este día,
madurarán los frutos que transportan al gen
y cambiarás de casa, de memoria y de aldea
y un día recordarás a tus abuelos
y serás recordado por tus nietos
(y aún estos por los suyos).
Y estará bien así.
Me gusta de forma especial la idea: “cambiarás de memoria” (en este caso diríamos colectiva).
2008-03-28 16:21
Me guardo las dos poesías, gracias.
Alber, puede ser, tu conclusión no es muy distinta de la que a mí se me viene a menudo; otras veces, es otra. Vivo en un estado cambiante.
María José, sí, tu idea positiva me recordaba a la sensación adolescente, no la identificaba con ella; es mucho más rica y mejor y distinta la que has transmitido: muy bien ilustrada con los poemas, por cierto; siempre puedes poner una adenda :-)
Un beso.
2008-03-28 17:05
María José, dices en el artículo (que me encanta) que no se puede pensar que nosotros seamos (o que un científico actual sea) más inteligentes que Anselmo o Pascal. No, ciertamente. Pero nuestra cultura sí, en el sentido de que está alimentada de siglos de descubrimientos y explicaciones de la realidad. Cuando el hombre de las cavernas explicaba el trueno como un acto divino lo hacía porque no sabía lo que era: cuando se supo esa dejó de ser una atribución divina: las civilizaciones que ya no atribuían esa cualidad a Dios sí eran más inteligentes que las antiguas, al menos entendiendo la inteligencia como un modo de explicar la realidad.
Saludos
2008-03-28 18:23
Claro Marcos, a mí los avances de la ciencia me parecen un logro para explicar la realidad, pero para eso. Igual que tener acceso a los libros escritos por otros a lo largo de la historia te da un conocimiento de la realidad, distinto al de la ciencia pero igual de enriquecedor.
2008-03-28 21:32
Ah, Marcos, pero, ¿el trueno no es un acto divino? ¡No me lo puedo creer, me vuelvo a la caverna! Se está tan calentito allí...
2008-04-09 11:16
Alber, estoy de acuerdo contigo en que “pensamos demasiado”; aunque, así “pensando” una mañana lluviosa en Madrid, creo que lo que pasa es que tal vez no sea el pensamiento lo que se necesite para “dar” ese sentido, pues no es la “inteligencia” per se (si entendemos por eso lo que mide el CI), creo yo, la que nos hace humanos. Y es por eso que cuando perdemos todo lo demás nos llega el vacio, la nada, la locura; como afirmaba Chesterton “el loco no es el hombre que ha perdido la razón, lo ha perdido todo excepto la razón”. Piensa demasiado y, a veces, únicamente piensa.
2008-04-11 23:21
Cris, aunque me encanta la frase de Chesterton y pensando como tú que los “locos” razonan casi todos, creo que en realidad la lógica de los hombres no es muy rigurosa y que se necesita del lubricante de lo irracional. De esa misma oscuridad salen los delirios y los grandes conocimientos de la humanidad.Sin ambición,ilusiones, sueños y cegueras no hay circulación de ideas. Y las mañanas lluviosas de Madrid son menos lluviosas, aquí desde los verdes montes…
2008-04-12 10:37
Marga, precísamente eso es lo que yo digo, y lo que trasmite la frase de Chesterton. Es cuando nos quedamos sin esas claves de lo que llamas irracional, cuando ya solamente podemos recurrir a la razón, y no a la ambición, ilusión, sueños y ceguera, que nos perdemos. Pero tal vez esto ya sea otra historia…,
2008-05-06 16:14
Justamente, el planteamiento central de este excelente artículo se reafirma con el hecho de comprobar como cambia (evoluciona) en el transcurso de la historia humana y personal, nuestra “idea” de Dios.