Se volcarán aquí, cada día 27 de mes, una serie de reflexiones personales —aunque no necesariamente de ideas originales— sobre la mente, la realidad y el conocimiento. La autora es profesora del Departamento de Metodología de las Ciencias del Comportaminento de la Facultad de Psicología de la UCM. En LdN también escribe Una aguja en un pajar.
Hay mensajes científicos que tienen mucha probabilidad de calar rápidamente porque de alguna forma conectan con nuestros fantasmas. Siempre me ha sorprendido que casi nadie haya oído hablar de Skinner, fuera del ámbito de la psicología o de un ámbito más o menos científico, y, sin embargo, todo el mundo conozca a Freud y piense que los sueños tienen una interpretación profunda cuyo desciframiento puede revelarnos la clave de nuestra vida. Y es que parece que la vida inconsciente y sus misterios tienen más entidad que la vida de la que somos conscientes, quizá porque esta última no acaba de satisfacernos.
Y cuando un mensaje empieza a calar, no es difícil que te acabe llegando por diferentes canales. Y eso es justamente lo que me ha ocurrido en los últimos días. Había estado leyendo algunos artículos sobre epigenética, en los cuales se exponía la influencia que podían tener algunos comportamientos de la madre con respecto a la cría, a la hora de que un gen finalmente acabe expresándose o no. Desde el punto de vista científico no se puede negar que tiene muchísimo interés y que en un futuro pueda ayudar a las madres a mejorar, pero no pude evitar pensar: “¡Oh, no! Otra vez la culpa recae sobre la madre”. Porque esto viene a unirse a los estilos de apego que tanta investigación han propiciado en los últimos años y que parecen indicar que el estilo de relación que hayas tenido con los adultos significativos en tu vida (fundamentalmente los padres) es un pilar fundamental en tu futuro.
En sólo una semana, dos personas, procedentes de dos culturas totalmente diferentes, me habían comentado de la forma más natural cómo estas teorías se aplicaban a sus madres (claro, no utilizaban el lenguaje de la psicología pero de alguna forma lo habían internalizado). Curiosamente una de ellas tenías hijas y había llegado con ellas al pacto de que sólo se verían si no le volvían a echar en cara que era la causa y origen de todos sus males, algo muy parecido a lo que ella pensaba de su madre. Yo siempre les hago la misma reflexión: pero si esto es así probablemente tu madre es víctima de su madre y su madre de su madre y ésta de la suya…. y así nos tendríamos que remontar hasta no se sabe cuándo. Así que lejos de ser motivo para culpar debería servir para empatizar con ellas, puesto que también debieron ser víctimas. Eso no significa que no deba corregirse lo que se hizo mal, pero no puede corregirse cuando no se sabe qué se hace mal y menos culpabilizarse por ello.
Y es que hay una diferencia fundamental entre el planteamiento científico y el contenido del mensaje cuando llega a la mente humana. Para la ciencia, la causa siempre es como una guía o una luz que nos puede orientar para poder corregir o entender; sin embargo, en el ser humano, cuando la causa tiene que ver con la acción de otro ser humano, la causa se convierte en culpa, que suele ser el mejor modo de empeorar las cosas. Porque incluso en el caso de que nuestros progenitores nos proporcionen su genética y contribuyan también con lo que no es genética para “determinar” nuestras vidas, ello no implica en modo alguno que necesariamente tengan responsabilidad ni culpa de nada. Porque en la mayoría de los casos no sabemos muy bien cuál tiene que ser el comportamiento que se debe tener para garantizar el bienestar de las crías, y no creo que nadie pueda dudar mucho de que este es el objetivo fundamental de un progenitor, salvo que tenga algún tipo de patología.
Pero este tipo de argumentación conecta muy bien con nosotros porque tiene uno de los componentes que muchos seres humanos necesitamos, echar la culpa a otro y eludir nuestra responsabilidad, ¿en qué momento toma uno el control y la influencia de los padres deja de ser vital? Para muchos nunca. Y esto me recuerda una famosa frase de Les Luthiers: “Errar es humano, pero echarle la culpa a otro es mas humano todavía”.