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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

¿Independencia?

La columna de mi compañero Martin Pawley del pasado día 17 sobre el festival de cine independiente de Lisboa suscitó una animada discusión de sobremesa (sí, somos así de gafapastosos en mi casa) sobre la realidad de ese concepto –independiente- y los juicios de valor que llevan a etiquetar así un film. ¿Independiente? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Qué factores entran en juego a la hora de valorar la presunta independencia de una película, simplemente los económicos, la libertad creativa, la condicion de autor de su director, la escasez de visibilidad?

Dice Pawley que la receta de este festival no es otra que (las negritas son mías):

...huir de las alfombras rojas y aplicar un criterio riguroso en la selección de títulos, demostrando curiosidad, que no entrega incondicional, hacia las nuevas propuestas formales y apostando por los creadores más jóvenes y/o más arriesgados.

El matiz que hace Pawley es fundamental, porque en demasiadas ocasiones se consideran factores meramente vanguardistas en forma, estilo, ritmo narrativo o técnica, así como elementos puramente extracinematográficos (esa dichosa independencia) como valores suficientes para encumbrar y hasta endiosar a los creadores de las películas que pueblan festivales como el Indielisboa.

Y es que da la sensación de que la “independencia” es un estado de ánimo, no un factor objetivo y evaluable. La película que abrirá mañana el festival es My blueberry nights, un filme rodado en Estados Unidos por el chino Wong Kar Wai, director de, entre otras, las célebres Deseando Amar (2000) y 2046 (2004). La película está protagonizada por la cantante Norah Jones, Jude Law, Natalie Portman o Rachel Weisz, entre otros. Con ese reparto no diría que pueda huir de la alfombra roja, su propuesta formal no es (ya no) ni arriesgada, ni novedosa, ¿exactamente dónde está la independencia del filme, en lo poco costoso del mismo, en la nacionalidad del director, en su estilo poético, en sus productoras (entre otras la francesa Studio canal, que es de lo más lejano a una productora independiente), en sus distribuidores? ¿Igual de independiente que Woody Allen o menos? ¿Y que Almodovar? No lo sé, pero lo cierto es que es la película que abre el festival y a mi me entran dudas sobre su cabida en esa etiqueta, neblinosa, informe, que en mi cabeza compone el cine independiente.

¿Hablamos de la libertad de movimientos del equipo creativo? En ese caso deberíamos meter en esa etiqueta las dos grandes candidatas a los Oscars de este año, No es país para viejos ( Joel y Ethan Coen, 2007 ) y Pozos de ambición ( Paul Thomas Anderson, 2007). Claro que según ese criterio, creo que Steven Spielberg y George Lucas han trabajado con una libertad casi total en la creación de la esperadísima cuarta parte de la saga de Indiana Jones, así que en base a ese criterio deberíamos decir que también es cine independiente, con libertad de movimientos.

La conclusión de aquella conversación de café post almuerzo no fue ninguna, las preguntas planteadas sólo trajeron nuevas cuestiones que apuntaban, tal vez, a una dirección no por sospechada menos inquietante: la necesidad de una revisión a las estructuras formales y clasificatorias del cine como arte, donde dejen de encajonarse a golpe de etiqueta diversos cineastas en función de su pertenencia o no a un supuesto esquema preestablecido de etiquetas nacionales, económicas y de modos de producción. La sensación que da es que el término independiente no es más que un modo de poner tierra de por medio entre “nosotros” y “ellos” (colóquese lo que les parezca bien entre cada par de comillas), en esa confusa diferenciación entre arte y espectáculo que viene rodeando al cine casi desde el momento de su nacimiento. ¿Me permiten una pequeña maldad? En la última Cahiers du Cinema – España, la del mes de abril, hay una pequeña reseña (hablo de memoria) a un grupo de cortometrajes sobre tecnología y cine enmarcados dentro de una especie de obra colectiva reflexionando sobre el tema. El autor de la reseña (no recuerdo quien era) muestra su “entrega incondicional” hacia todos los cineastas que presentaron su corto exceptuando a uno, al que critica ferozmente. Ese uno es Jaime Rosales. Parece que ganar varios Goyas te mete en el mundo de los “malos”.

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Escribe Santos Zunzunegui en el prólogo al libro El tragaluz del infinito, de Noel Burch (Ed. Cátedra, 1991): Citemos aunque sólo sea a título de ejemplo, el papel que jugaron en la constitución de cinematografías nacionalmente diferenciadas en los primeros años del cine, las especifidades locales en las diversas utilizaciones de los tiempos de ocio de las masas populares.

Esto, que es una muy buena razón para diferenciar la historia del cine por nacionalidades en sus comienzos, se diluye apenas veinte o treinta años después de su génesis. ¿Para cuando una revisión total de esa historiografía artificial por países? Ahí queda la pregunta.

Alberto Haj-Saleh | 23 de abril de 2008

Comentarios

  1. gatavagabunda
    2008-04-23 11:38

    Existe una peligrosa identificación entre los términos “indie” y “autor”. Observar el cine con mirada limpia obliga a separarlos. Hay muchísimo cine convencional (y trillado, y malo) escondido bajo la etiqueta del bajo coste, que muchos asumen como sinónimo de mayor creatividad. Sin embargo, un número considerable de cineastas de alto presupuesto son tan autores como el que más. Otra cosa bien diferente es la necesidad de que existan estos festivales, imprescindibles para que aquellas películas que de otra forma no llegarían a ningún puerto puedan darse a conocer. Bienvenidos sean.

    Wong Kar Wai (cineasta que por cierto me encanta y al que perdono lo floja que es “My blueberry nights”) es un auténtico “blockbuster” festivalero. Independiente desde luego es, eso sí. Sin duda.

    Completamente de acuerdo con el último párrafo. Hablar hoy de cinematografías “nacionales” sólo tiene sentido en algunas casos muy especiales, por motivos culturales e incluso geográficos. Observo conexiones temáticas, pero no de lenguaje cinematográfico, que en cambio sí se pueden encontrar entre cineastas de distinta nacionalidad. ¿Álex de la Iglesia y José Luis Guerín? ¿Haneke y Stefan Ruzowitzky? ¿Loach y Minguella? ¿Naomi Kawase y Kitano? ¿Moretti y Bertolucci? Desde luego es cuestión de replantearse etiquetas.

  2. Martin Pawley
    2008-04-24 04:02

    Es cierto que las etiquetas han quedado un poco raídas por el uso, pero siguen sirviendo para situar, aunque sea de manera tosca, ciertas voluntades. La “independencia” acaba por referirse más a las intenciones del festival que a las películas que proyecta: independencia frente a la apuesta estrictamente comercial de las salas convencionales (apuesta que incluye un buen puñado de obras maestras año tras año, empezando por la de Paul Thomas Anderson que cita). Otra cosa es que a nadie le amarga un dulce (léase “patio de butacas repleto”) y por eso reservan para la inauguración la película multiestelar de Wong Kar-wai, del mismo modo que en Gijón uno acaba viendo un (horrendo) dramón como “Grace is gone” en plena sección oficial.
    Por cierto, otra etiqueta a redefinir es la de autor. ¿Quien lo es más: Juan Pinzás o Bela Tarr?

  3. Alberto
    2008-04-24 12:49

    Sí, si más o menos todos tenemos en la cabeza lo que consideramos cine “independiente”, por muy vaga que sea la definición, de manera puramente intuitiva. Y comprendo que a nadie le amarga un dulce, pero acabo teniendo la impresión de que se termina por malversar el contenido de la palabra, el propio concepto de independencia. No sé, es como si al Festival de Jazz de Vitoria viene, por ejemplo, Sting. Llenar la sala la llenas, y a 50 euros la entrada si quieres, pero perviertes la idea de “festival de jazz” en beneficio de un patio de butacas abarrotado.

    El problema es que al convertir casi todo en independiente haces que el término pierda sentido (sí, pienso en Sundance, sí, pienso en las “divisiones independientes” de las grandes compañías). Entonces acaba uno por hacer identificaciones erróneas, a saber: autor=independiente (ah, como los Coen entonces); o “país raro”=independiente, como dos películas rumanas… pagadas con dinero público (me cortocircuité). No sé, igual estamos en ese punto en el que el único cine independiente es el que se hace cuando un grupo de gente filma un corto con los recursos que tienen, quien sabe.

    A lo mejor lo que sucede es que hablamos de “cine no comercial”, pero es también un concepto que baila mucho (aparte de generar una oposición que, confieso, me disgusta mucho).

    Y, buena pregunta, ¿quién es más autor? :-)

  4. Ana Lorenzo
    2008-04-24 14:19

    Claro, para los que sabéis de esto (los tres comentaristas, por ejemplo), entran en la etiqueta muchos factores, desde la producción, la distribución, el caché o renombre de los actores y hasta de los directores de fotografía… Para mí, que no entiendo nada de cine, el cine independiente es el que hace alguien (director, convenciendo a actores y productores; y sí, claramente si es famoso, tiene más cartas en su mano) sin pensar en los resultados comerciales, sin seguir las modas del momento y sin tener en cuenta si su currículo va a crecer o no con esa película: es la película que quiere hacer, con pocos o con muchos medios, sin saber si luego va a poder distribuirse en las salas al uso (aunque lo intenten él y los productores), la película que se acerca más a lo que tiene en la cabeza sin ceder un ápice ni conceder nada a la poderosa industria cinematográfica que rodea a todos los films. Y eso lo puede hacer un desconocido con medios casi de andar por casa o un famoso con una pasta gansa o no tan gansa, o un casi desconocido con un productor con pasta que arriesga.
    A mí me gusta ese cine de autor.
    Supongo que eso no sirve para un festival, que tendrá la misión, como dice la gatavagabunda, de hacernos llegar las pelis que si no no saldrían a la luz.
    Un beso.


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