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Elogio del turista

Justo Serna: “El turista tiene muy mala prensa entre la gente fina y elegante, que suele despreciar a las muchedumbres que trasladan su casa allá donde van, muchedumbres que repiten y reproducen sin más la usanza de invierno. Tal vez, ese desprestigio se deba a los apremios de las masas plebeyas y estacionales que transitan apresuradamente valiéndose de guías, de souvenirs, siempre dispuestas a añadir instantáneas, siempre reconociendo lo que previamente se ha visto en una tarjeta postal. O tal vez ese descrédito se deba a que sobre el viaje hay una superstición muy novelesca que consiste en creer que la aventura es distante, que el trance que nos madura o nos templa se da en parajes infranqueables y distintos de los cotidianos. Y, sin embargo, hoy todos somos turistas, a veces o de continuo, obrando como dignos herederos de los transeúntes de antaño: descendientes de aquellos nobles distinguidos que hicieron el Grand Tour, de aquellos burgueses que se encaminaron hacia el mediodía en busca del sol meridional, del arte secular, de la espontaneidad, dispuestos a correr aventuras moderadas.” Elogio del turista.

Roger Colom | 18/08/2006 | Artículos | Viajes

Comentarios

  1. Carlos
    2006-08-18 15:42

    Algunas observaciones:

    1. El salto que se hace, a partir de “la mala fama del turismo entre la gente fina y elegante” hasta ese “sin embargo, todos somos turistas” deja todo un agujero retórico: ¿o acaso el bobo argumento de que “todos semos turistas” (que tampoco es cierto) es suficiente justificación moral de esta condición?

    2. El hecho de que un hábito social se extienda entre la población no es una “democratización” del hábito. La extensión del colonialismo ideológico no es ninguna democratización. Es sencillamente eso: una extensión. Una multiplicación entre los sujetos.
    Más bien al revés, si somos serios al juzgar, lo poco que tiene de libertad y lo mucho de actividad compulsiva y de goce obligatorio, hacen del turismo una de las actividades menos democráticas que existen.

    Por otra parte ¿qué pinta Freud en todo esto? Seguro que se horrorizaría de estas jaurías de coleccionistas de destinos e imágenes. Freud no era muy amigo del fetichismo.


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