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Cinco huellas del Prestige

Anibal Malvar recorre la costa desde Galicia hasta Francia para palpar sobre el terreno las huellas del Prestige, que, en contra de las informaciones oficiales, son muchas y tan recientes y claras que se renuevan diariamente: “Por ejemplo, el jefe de Protección Civil de la playa coruñesa de Riazor reconocía el miércoles que habían tenido que atender a más de 150 personas la tarde anterior con adherencias de fuel en la piel. Con el agravante de que los más afectados suelen ser los niños. Y sin que el Ministerio de Sanidad español haya siquiera consentido, como se solicitó desde diversos grupos ecologistas y colectivos de profesionales médicos, realizar un estudio epidemiológico sobre los efectos a largo plazo de los tatuajes de fuel sobre los bañistas.” Cinco huellas del Prestige.
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CINCO HUELLAS DEL «PRESTIGE»

ANIBAL MALVAR

Las playas gallegas están limpias y esplendorosas», recitaba el 24 de diciembre el ministro de Defensa, Federico Trillo, tras sobrevolar la Costa da Morte. Ya entonces, incluso el maestro de la univocidad de criterios, Manuel Fraga, se vio obligado a matizar las palabras del cartagenero shakespereano, quizá ciego como Lear en medio de la tempestad.


El viento, como también le sucedió a Lear, el fuerte viento del norte y del noroeste, quiso esta semana también castigar al ministro enfangando sus adjetivos con el crudo de la cruda realidad: el desembarco de fuel en las costas obligó a retirar de las playas cantábricas todas las banderas azules las cuatro de Euskadi, 12 de Cantabria, cuatro de Asturias y 15 de Lugo, distintivo de limpieza y calidad de las aguas. Y en su informe Destrucción a toda costa 2003, recién presentado, Greenpeace habla de 45 playas de mala calidad en Galicia, 28 en Asturias, nueve en Cantabria y 15 en Euskadi.

CRONICA ha recorrido esta semana el Cantábrico desde Fisterra (Galicia) hasta Arcachon (sur de Francia) siguiendo la ruta de los estertores del Prestige, que desde el piélago de la fosa atlántica sigue liberando cada día una tonelada de sucios «hilillos de plastilina» (otro ministro, Mariano Rajoy, dixit).

¿LA SALUD EN PELIGRO?

Por ejemplo, el jefe de Protección Civil de la playa coruñesa de Riazor reconocía el miércoles que habían tenido que atender a más de 150 personas la tarde anterior con adherencias de fuel en la piel. Con el agravante de que los más afectados suelen ser los niños. Y sin que el Ministerio de Sanidad español haya siquiera consentido, como se solicitó desde diversos grupos ecologistas y colectivos de profesionales médicos, realizar un estudio epidemiológico sobre los efectos a largo plazo de los tatuajes de fuel sobre los bañistas. Un seguimiento que tenía entre marineros, voluntarios reincidentes o en los militares que contribuyeron a las tareas de limpieza un grupo de estudio ideal.

La propuesta más fundada la elevaron en febrero el presidente de la Federación Europea de Epidemiología y profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Miquel Porta, y la licenciada en Ciencias Ambientales y titular del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona, Gemma Castaño, a través de Greenpeace. Proponían una serie de pruebas de seguimiento sobre individuos elegidos entre marineros, voluntarios y militares. Los epidemiólogos catalanes recibieron una propuesta de reunión preliminar con la Dirección General de Salud Pública. Pero, avatares de las agendas políticas, tal encuentro hubo de posponerse y nunca más se supo.

Hubiera sido una posibilidad de hacer un estudio pionero. Con motivo del hundimiento del petrolero Exxon Valdez en la costa de Alaska en 1989, el Instituto Nacional de Higiene y Ocupación de los EEUU había iniciado una experiencia semejante a la propuesta en febrero por los dos científicos catalanes. Los norteamericanos tomaron muestras dérmicas, pero posteriormente ellos mismos desestimaron sus resultados al reconocer que la estrategia de estudio empleada no había sido la correcta.

A principios de enero, el Ministerio de Sanidad creó un comité de seguimiento sobre personas expuestas al fuel. «Que yo sepa, aún no se ha hecho nada», asegura Gemma Castaño. CRONICA intentó sin éxito recabar información del ministerio sobre los resultados provisionales obtenidos por este comité, población estudiada y métodos de seguimiento.

En todo caso, ya en su informe El Prestige y las personas (accesible a través de la página de Internet de Greenpeace), Porta y Castaño hacen hincapié en el hecho de que no se debe crear alarma, pues las exposiciones sufridas por voluntarios y bañistas no son suficientemente prolongadas como para temer, en teoría, efectos inmediatos graves.Pero «aunque la magnitud de los riesgos está a menudo por cuantificar, o es probablemente baja, los principales efectos crónicos que se han descrito son: cáncer de piel, cáncer en las vías respiratorias, cáncer de las vías digestivas, leucemias, posibles efectos sobre el recién nacido (menos peso, menos talla, malformaciones congénitas), alteraciones de la función pulmonar, alteraciones de los sistemas inmunológico y hormonal». También el Centro Superior de Investigaciones Científicas, un mes después de la catástrofe, alertó al Gobierno sobre los efectos toxicológicos del fuel a largo plazo «y de la futura aparición de compuestos más tóxicos que los de partida».

La alarma médica además, evidentemente, de la desconfianza hacia el estado de las playas en verano, está provocando serios prejuicios a diversos sectores económicos de las costas atlántica y cantábrica vinculados, sobre todo, con la hostelería.

J.R.A.R., camariñés de 29 años, que regenta una marisquería inaugurada por sus padres hace 23, fue el primer hostelero gallego en dirigirse, tras el naufragio, a la Delegación del Gobierno en Galicia para solicitar una indemnización por los futuros perjuicios que le pudiera ocasionar. «Te dicen que la restauración no está afectada.”Tú, lo que tienes que hacer, es comprar pescado del Gran Sol”, me dijeron. En enero y febrero no ingresé un duro. Y en julio hemos facturado un 40% menos que en el mismo mes del año pasado.Nunca hubo tan poca gente en julio en los 23 años que llevamos abiertos».

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Sin embargo, F.G.A., desde la playa asturiana de Aguilar, en Muros de Nalón, habla también de un descenso de ingresos de un 30% en el negocio a pie de mar que regenta desde hace 22 años.«Hemos tenido días contados de sol y las noticias [sobre los efectos de los vertidos en las playas asturianas] vienen como vienen», se queja. Tampoco entiende, como su colega gallego, la desatención hacia el sector por parte del Gobierno: «Nosotros no nos llevamos nada, pero hay muchos pescadores subvencionados que querrían un Prestige cada año».

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«ME FRENO EL CHAPAPOTE»

David Ruiz, turista sevillano de 30 años, intentó este año, como ya hizo el pasado, recorrer las costas portuguesas y gallegas hasta el límite asturiano. Pero en la playa de Lira, en Carnota (A Coruña), decidió regresar con su familia hacia el sur, a las Rías Baixas, a causa de la creciente presencia de chapapote en las playas: «A medida que seguíamos al norte, íbamos saliendo del agua más manchados. El aspecto sanitario no me preocupa.No le tengo miedo al chapapote. Le tengo asco», explica.

En la playa de Ereaga, en Getxo, el socorrista Jon Simón relata que desde que empezó a trabajar, el 15 de julio, cada vez que la marea ha subido ha traído restos de fuel. No es algo de ahora.Y eso que es una de las playas más protegidas de la costa vasca.«Nos han dado un líquido verde para que la gente se limpie. Un día bueno, como el domingo, pueden venir manchadas entre 100 y 200 personas. ¿Que qué líquido es? Ni idea, pero es muy bueno», relata.

Banderas azules a cambio de líquidos verdes. El mar, la mar, ¿por qué me trajiste, padre, de la ciudad?
Marcos Taracido | 03/08/2003 | Artículos | Ecología

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