Lo que hoy, y en la red, se llaman confidenciales, ya en el siglo diecisiete se llamaban mentideros. Ahí se contaban rumores, verdades, completas o no, mentiras, completas o no. Cuando uno quería averiguar qué estaba pasando, iba al mentidero; que se creyera lo que oía iba por su propia cuenta y riesgo. (En los mentideros, por cierto, también se leían poemas; es ahí donde se dieron las grandes broncas entre Góngora y Quevedo.) Ildefonso Olmedo: ”¿Son rumores o noticias? Son confidenciales, el nuevo periodismo que triunfa en Internet, asoma en los 50.000 despachos más poderosos del país y engancha a diario a cada vez más gente informada…Una forma de contar desde trincheras cavadas en la Red al margen de los medios de comunicación convencionales, con los riesgos de la inmediatez, la confidencia (interesada o no, siempre anónima) y el rumor (a veces, pero no siempre, antesala de la noticia).Informaciones, en ocasiones fugaces, que apenas duran unos instantes (minutos, horas a lo sumo), u otras que terminan tomando cuerpo de bombazo informativo cuando pasan al papel.” ¿Sabía usted que el Rey…?
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Muchos de estos mentideros se arriesgan a demandas millonarias. Algunos ya han perdido. Pero es una mejora sobre el siglo diecisiete. En esa época, la manera de solventar esas disputas era el duelo (aunque estuviese prohibido).