Escuché ayer por la radio un debate agrio entre dos que se hacían los sordos sobre la cacareada Ley del Cine. El representante de los productores decía que con apoyo estatal se hacen películas de calidad que darán beneficios. El de los distribuidores que el cine español le ha «robado» mil millones (!) de euros durante el año pasado. Cometo la desfachatez de dejar aquí el (desafortunado) final de este artículo de Fernando Ónega sobre el tema. Ahora, a posicionarse: “Hay que decir dos cosas. Primera: quizá no hacía falta ninguna nueva ley del cine. Si se hace, y además de forma apresurada, es por la voluntad del Gobierno de dar imagen reformista; que no quede nada sin reformar. Y segunda: si se quiere potenciar el cine español con ayuda económica directa y cuota de pantalla, hay que preguntar para qué: ¿para financiar un cine pobre, donde el mayor éxito de taquilla es el de Torrente? El cine español no necesitaría cuotas si fuera capaz de alcanzar la media de espectadores que tiene el cine europeo en la mayoría de cada uno de sus respectivos países: en nuestro entorno supera el 40%. ¿Eso es por alguna ley? No. Es porque hacen un cine más interesante. Hagan lo mismo en nuestro país, y dejarán de vivir de la teta oficial.” El cine y el pesebre oficial.