El cine mexicano de charros de los años 40 y 50 tenía como una de sus funciones calmar la nostalgia del campo, que mucha gente sentía: muchos eran urbanitas de primera generación. En Valencia, esta nostalgia se da en las organizaciones en defensa de la Huerta, condenada por los mismos labradores (y muchos más que están en el juego) a la especulación urbanísitca. Yo soy de ciudad, y mis nostalgias van por otro cauce. La de Patxi Andión es por las antiguas carreteras: “El hombre viaja cada vez por trazados diferentes de la misma ruta. La carreteras, independizadas de los condicionantes del terreno y, por ello desarrollando la capacidad de poder ser trazadas por donde le apetezca a ingeniero de caminos de turno, sin que tenga que pensar como antaño e el resuello del caminante o el peso de los carros. Hoy la potencia de lo motores de explosión remonta pendientes inverosímiles y cruza valles po puentes impensables. Cada vez las curvas son menos curvas, más abierta y suaves. Y cada vez, al abrirse, van dejando en los recodos abandonado despojos del tantaleo del progreso. En esas curvas cerradas que parece abrocharse como una cremallera a las laderas de los cerros quedan e empedrado, lo pretiles que fueron blanqueados, las fuentes que calmaro sed, las higueras que dieron higos o sombra o las humildes casetas d peón caminero.” La mirada inútil.