Libro de notas

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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Arendt, las ideas y el cuchillo

Leí Eichmann en Jerusalén durante cuatro días de julio de 2005, en una casa de veraneo de la Costa de la Muerte, rodeado de niños, arenas y calor, con el sonido de la televisión como banda sonora, y, a veces, con las olas y los gritos más lejanos de la playa. Pero el ensimismamiento con el que devoré las más de 400 páginas del ensayo ignoró cualquier posible ruido y me mantenía atónito y sobrecogido; sobrecogido por las atrocidades que leía, y deslumbrado por la capacidad intelectual y la valentía y el rigor y la lucidez de Hannah Arendt. Como se sabe, Eichmann en Jerusalén nace con las crónicas que la filósofa alemana envía al New Yorker del juicio a Adolf Eichmann que tiene lugar en Israel en 1961, y que trata de convertirse en un espectáculo mediático de justicia universal para los judíos. Arendt relata el desarrollo del juicio, poniendo en evidencia las maniobras políticas y la pretensión ejemplar del proceso, pero mucho más allá, registra, documenta y rememora el espeluznante movimiento que se produjo de las ideas nazis a la práctica del exterminio que terminó en alrededor de 5 millones de asesinados. Así, el libro se convierte, a través de la figura de un hombre insignificante como Eichmann, en la narración de una historia de terror que describe el paso de toda una sociedad del apacible e impoluto salón de su casa a pasearse vestidos de asepsia por un barrizal de sangre y vísceras de sus propios vecinos. Y en el desolador paisaje apenas hay lugar para los inocentes, desde los muchos gobiernos colaboracionistas —Hungría, Eslovaquia…— que se sumaron con mayor o menor entusiasmo a la «solución final» hasta los consejos judíos y su pasividad cuando no connivencia con las deportaciones.

Su lectura me incitó a escribir un texto para “Leve historia del mundo (Columna mensual en LdN)”: que nunca llegué a publicar, con buen criterio, pero que reproduzco aquí como muestra del rastro inmediato que la narración de Arendt dejó en mí:

Judenrain

Iba a entrar en la carnicería cuando vio en el escaparate, entre costillas de cerdo, lomos y casquería, el cuerpo esquelético, desnudo y putrefacto de un hombre, exhibido con los brazos y las piernas abiertas, la boca desencajada y la columna malamente adaptada al escalón que dividía el habitáculo, y una estrella amarilla sobre el vientre, absúrdamente lúcida entre el silencio de la carne. Apartó bruscamente la mano de la puerta, y se precipitó calle arriba, en busca de otra tienda donde comprar las vísceras.

Fue en Hannah Arendt que nació la idea del Tribunal Internacional para crímenes de guerra, y si hoy viviese asistiría impotente —seguro que no callada— a su lento, torpe y escaso funcionamiento. Su independencia y capacidad de análisis son hoy ejemplo más que nunca, hartos como estamos de la vulgaridad y la argumentación demediada. Eichmann en Jerusalén se encabeza con una cita de Bertold Brecht:

¡Oh Alemania!
Quien sólo oiga los discursos
que de ti nos llegan, se reirá.
Pero quien vea lo que haces,
echará mano del cuchillo.

Es la metáfora perfecta de la plasmación de una idea delirante en acción real, y debiera servirnos hoy para mantenernos alerta y no despreciar ni ningunear las muchas ideas que semajan patrañas insensatas o hilarantes, pero que pudieran esconder en potencia cuchillos de afilado acero. Pero también me gustaría que esos versos de Brecht pudieran interpretarse como un símbolo del poder de la ficción, de la literatura, de su capacidad para que un mundo onírico acabe manchando las manos de arcilla, de resina, de saliva. Me gustaría.

Marcos Taracido | 19 de octubre de 2006

Comentarios

  1. David Álvarez
    2006-10-23 03:04

    Fantástico. Toda la razón.

  2. Marcos Taracido
    2006-10-23 14:53

    Otra cosa que quería comentar en el artículo y que finalmente no hice: leer este libro en particular es un ejercicio durísimo y beneficiosísimo de humildad: uno se da cuenta de que jamás será capaz de escribir algo ni parecido en el terreno del ensayo; encontrarse con las propias limitaciones sucede siempre que se lee a los más grandes.

    Y gracias, David.

    Saludos.

  3. David Álvarez
    2006-10-24 13:22

    Ahora sí que quiero leerlo de verdad.

  4. Cecilia
    2012-06-19 00:21

    La pensadora mas lucida, coherente, comprometida con lo justo y si no la unica si la mas capaz de asomarse al mas oscuro rincon de la condicion humana y aceptar que no habia nada , el mal no es mas que superficie, sin nada satánico. Supo que arma era ya siempre necesaria pues habia pasado y podia volver, bajo cualquier sistema . con distintas formas mas limpias y morales pero donde el dominio total manejara y decidiese. Esa herramienta era el pensamiento critico, el juicio, cuestionar, investigar y jamas la indiferencia. No hubiese querido estar de actualidad y menos observar que lo unico que se aprendió de aquello fueron los medios de control. Y no es culpa de los políticos solo, pero tampoco de todos. El mal ha vencido y a unos cuantos ya nos han condenado. CECI


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