TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
1. Me emocionó estúpidamente esta versión del Space Oddity de David Bowie grabada por el astronauta Chris Hadfield como despedida de sus seguidores en las redes sociales al abandonar la Estación Espacial Internacional, desde la que compartía con ellos (con nosotros, con todo el mundo en potencia) experimentos y experiencias. Y digo estúpida porque ni sabía de la existencia de Hadfield –no hay pues lo lazos sentimentales que sí puede haber en sus seguidores habituales–, ni es un portento de virtuosismo su interpretación.
2. ¿Qué le llevó a hacerlo? Ganas de jugar, capacidad y, seguro, un lazo sentimental generado con sus miles de desconocidos seguidores, que no tiene que ver directamente con el amor o la amistad tradicional, y sí con el lazo entre el actor o cantante y sus fans, aunque quiero pensar que más limpio y directo por la capacidad de diálogo y retroalimentación de las redes sociales.
3. Hadfield grabó la voz y las imágenes con su iPad, que luego fueron montadas en tierra por, creo, familiares y amigos que añadieron arreglos musicales. Es decir: casi cualquiera de nosotros tiene acceso a realizar un video de calidad cuasiprofesional con la tecnología doméstica que le rodea.
4. Elidí conscientemente en el punto 2 una razón para que Hadfield hiciese esto: egolatría, vanagloria. Pero esto es lo que subyace, con mayor o menor intensidad, a cualquiera que produzca arte o ficción, y quizás el motivo principal de la legión de productores de cultura que surge (surgimos) con internet y las facilidades de publicación y difusión de contenidos: pecado feliz, pues permite a otra legión de receptores disfrutar y aprovecharse de ello.
5. Pero también hay motivos objetivos, creo, para mi emoción y mi aplauso: la canción original es excelente, y sorprendentemente no hay (o yo apenas he encontrado) versiones por parte de otros grupos, y la de Hadfield mejora en muchos aspectos la de Bowie, teniendo en cuenta al menos nuestros gustos actuales, pues es mucho más directa y limpia de psicodelias sesenteras, y del histrionismo y la ironía desmitificadora del autor, que nos aleja; y el escenario, claro, el contexto, tan ancho, tan abierto, tan sencillo en su puesta en escena como inmenso por lo que muestra: perfecto el tiempo de la canción con la lentitud que da la ausencia de gravedad a la imagen. Y, por supuesto, el cómo ese escenario es todas nuestras ensoñaciones de ciencia ficción puestas en práctica, con un comandante de la NASA cantando a Bowie mientras flota en una nave espacial que está ahí arriba, sobre nuestras cabezas.
6. Y la música, que sigue demostrando que está mucho más cerca de todos nosotros que cualquier otra manifestación artística, y que es mucho más maleable, dúctil, rompible y apropiable. ¿Por qué no se repite el fenómeno de las versiones en la literatura?
7. Y esta democratización de la cultura, la youtubización, con versiones, parodias, traducciones ficticias y jocosas, copias alteradas… en las que cualquiera juega y modifica la obra que la modernidad convirtió en intocable, y nos la devuelve a todos.