1. Extravío en la luz (Antonio Gamoneda y Juan Carlos Mestre, Casariego, 2008) es, antes que otra cosa, un objeto hermoso. Su naturaleza es serlo, fue creado como objeto hermoso y nos produce un placer similar al de una estatua cuya ocupación del espacio nos resulte bella.

2. Y es un objeto hermoso pensado para materializarse en papel, para recibirse en papel. La editorial Casariego piensa así buena parte de sus libros, y sería absurdo que volcase estos libros al universo digital: sólo podría hacerlo concibiéndolos de un modo radicalmente distinto, es decir, como otro libro.

3. Esto no significa, claro, que el libro objeto –mejor libro de artista para lo que nos atañe– no tenga futuro entre los dispisitivos de lectura digital: lo tiene, y presente también, pero requiere, si viene del papel, de una adaptación al medio.

4. Gran parte de la belleza es la iluminación de Juan Carlos Mestre, el poeta-pintor cuyos grabados acompañan los poemas, creo que no ilustran (y que me recordaron mucho a los de Alber Vázquez en su poemario).

5. ¿Y Gamoneda? Gamoneda encontró su voz en Descripción de la mentira (1977), y alcanzó las notas más graves y profundas con el Libro del frío (1992) y el Libro de los venenos (1995). No hay apagamiento después, es sólo que a mí ya no me sorprende. Aún así, com ouna marea persistente, su aliento es tan potente, tan musical su argamasa, que todavía podemos encontrar poemas como este:

Aún

Amé. Es incomprensible como el temor de los árboles.
Ahora estoy extraviado en la luz pero yo sé que amé.
Yo vivía en un ser y su sangre se deslizaba por mis venas y
la música me envolvía y yo mismo era música.
Ahora,
¿quién es ciego en mis ojos?

Unas manos pasaban sobre mi rostro y envejecían dulcemente. ¿Qué
fue existir entre cuerdas y olvido?
¿Quién fui en los brazos de mi madre, quién fui en mi propio corazón?

Es extraño: solamente he aprendido a desconocer y olvidar. Es extraño:

todavía el amor
habita en el olvido.