TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Millones de libros amontonados en gigantescas naves industriales: ese sea quizás el resumen perfecto de la burbuja editorial de las última décadas. Despojos culturales destinados al limbo o a la hoguera, pues, por un lado, ponerlos de nuevo en circulación, incluso altruístamente, resulta carísimo para cualquiera por los altos costes del transporte y la distribución; y por otro, el coste de mantenimiento de esas naves se hace insoportable al saber, además, que pagas por un residuo inservible ya para tus objetivos. Sucede desde hace décadas y sí, está relacionado con la sobreproducción, la edición salvaje y la imposición del bestsellerismo como modo comercial de la mayoría de las editoriales, modo que obliga a las librerías a devolver libros y más libros por la ingente cantidad de novedades que ingresan constantemente. Esto merece un documental serio. Alguien que investigue y pregunte, pregunte mucho. Por ejemplo, que inquiera qué porcentaje del dinero gastado en producir esos libros que se empolvan en los grandes almacenes (la expresión es un equívoco intencionado) llegó a través de subvenciones públicas.
Pero si este despilfarro inútil e impotente pudiera soportar ciertas justificaciones hace una década, hoy cada libro excedente destinado a morir en un almacén es una ofensa y un insulto ante la existencia del libro digital, cuyos costes de distribución y almacenamiento son prácticamente inexistentes y que elimina los conceptos de excedencia y transporte. Y ni siquiera es necesario prescindir del papel, basta con ofrecer el catálogo en formato digital (bajo las condiciones, claro, que exige el nuevo lector internauta) y recurrir, o bien a la edición bajo demanda, o bien a una política ponderada de edición de libros y número de ejemplares, una que no especule y no busque el lucro aprovechado o desmedido.
Porque la realidad es que seguimos encontrándonos cada día con que el libro que hubiésemos comprado con gusto en formato digital sólo existe en papel (o compartido como ebook por canales ajenos a los de los propietarios legales). Y seguramente hay muchos más ejemplares empaquetados en un almacén esperando el fuego que en librerías o bibliotecas.
2012-02-09 15:18
Hola Marcos. Me parece muy acertado y oportuno tú articulo. Estaba escribiendo una entrada para mi blog sobre la pretensión de todo periodista en paro de convertirse en escritor y me has leído el pensamiento. Te enlazo. Saludos.
2012-02-09 17:00
Holas. La semana pasada tuve una larga charla con la propietaria de una librería y galería de arte. He reflexionado mucho sobre lo que hablamos y estoy empezando a cambiar mi opinión sobre la industria editorial y la función del libro en papel.
Si, al libro de papel editado primorosamente (por poner un calificativo que todos entiendan) no a las ediciones en papel higiénico con tintas de anilina. No a las condiciones leoninas de las distribuidoras y editoriales. Si a las ediciones de arte independientes, mi homenaje a los libreros que intentan ofrecer alternativas y crear puntos de encuentro en espacios físicos reales.
El libro de “papel” (el buen libro en su manufactura y contenido) tiene mucho futuro para una inmensa minoría. Estoy empezando a cambiar mi opinión sobre el libro digital pero esto requiere extenderme y no me apetece.
Solo quería situar el foco sobre el trabajo heroíco de algunos libreros, al los que nadie presta demasiada atención en esta historia.
He dicho :-)