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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Adaptad, adaptad, malditos

El fin de la Edad Media y el Renacimiento fueron un hervidero de adaptaciones de los clásicos grecorromanos. Eso que hoy vemos como una recuperación de la cultura clásica se hizo, sobre todo, adaptando aquella al contexto sociocultural al que se incorporaba. Sí, claro, hubo ediciones filológicas y traducciones más o menos fieles, pero también innumerables metamorfosis, incorporaciones y vuelcos imprescindibles para una recepción que salvase la distancia de siglos de separación cultural. Así las versiones a lo divino, las traducciones libres, la utilización de cuentos de la tradición para la elaboración de versiones modernas o los bajorrelieves eclesiásticos para una Biblia visual.

Mi generación lleva en su ADN cultural mucho de la tradición considerada clásica, universal e hispana, pero ¿cuánto por haber bebido de sus fuentes? Conocemos el periplo del Quijote, las pruebas de Odiseo, el duro castigo a la soberbia de Dédalo, la voluptuosidad de Gargantúa, la angustia vital de Segismundo, Hamlet, Madame Bovary; conocemos del horror de los círculos de Dante… ¿pero cuántos hemos leído los originales? Amamos la heroicidad de Superman o el Hombre Araña, pero jamás hemos visto una viñeta de Siegel o Stan Lee; nos conmueve la difusa aprehensión del mundo de Van Gogh, pero sólo lo hemos apreciado a través de pegatinas, pósters o versiones pop. ¿Por qué, entonces, rechazar las adaptaciones para nuestros estudiantes? ¿Por qué leer un libro de cuatro siglos de antigüedad tremendamente alejado social, cultural y lingüísticamente si se puede acceder a su contenido fundamental, a lo que lo hace clásico, a través de versiones modernas asequibles? Acabo de leer el Frankenstein de Mary Shelley en un cómic de Marion Mousse; no es el original, como la película de Richard Donner no es el Superman de Siegel o el Don Juan de Moliere o el Don Giovanni de da Ponte no son el de Tirso, pero aquel como estos transmite con fidelidad el mito.

Lo clásico, la tradición, aquella materia que convierte a una obra en imperecedera, viaja a través del tiempo sobrevolando las coyunturas, metamorfoseando para pasar desapercibido, impregnando todo aquello que pueda contagiar, como un virus persistente que se adapta, y sobrevive.

Marcos Taracido | 26 de enero de 2012

Comentarios

  1. Alexandre Agustí Matas
    2012-01-26 12:52

    Tienes absolutamente la razón, aunque no hay que perder de vista nunca los clásicos.
    Los personas por naturaleza cuando transmitimos una historia inevitablemente le damos un toque personal y hay que vigilar con eso. Con el paso del tiempo se pueden tergiversar y llegar a un objetivo opuesto por el autor original.

    Un saludo
    Zaxerak
    http://lacomunidad.elpais.com/zaxerak/posts

  2. bibliotranstornado
    2012-01-27 02:25

    Es bonito encontrarte con una opinión diferente a la tuya tan bien argumentada que hace que cambies tu propia opinión.


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