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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Traducción poética y fingimiento

1. Vuelvo a la lectura de poesía casi accidentalmente, pero con voracidad, y en menos de una semana he leído tres libros. Los tres traducidos (en edición bilingüe) de una lengua que desconozco totalmente (sueco) o conozco insuficientemente para realizar una lectura profunda en el original (inglés). E inevitablemente cada uno de los versos que se ahogan en mis pupilas me recuerdan por qué durante tanto tiempo rehusé leer poesía en lenguas ajenas a mis dominios lingüísticos.

2. ¿A quién leo cuando leo un poema traducido? ¿De quién es la responsabilidad autoral de lo que estoy leyendo, y en qué porcentaje o medida? ¿No es un imperativo que el nombre del traductor figure con todas las consecuencias a la par del del autor?

3. Una palabra es ritmo, sonido, sentido, y toda una multitud de referencias, reminiscencias, recuerdos y alusiones a toda una historia de palabras y las relaciones que estas establecen con el contexto: una palabra es una inmensa tela de araña, ¿cómo trasladarla sin romperla a otro idioma? ¿Cómo si, además, esa telaraña se conecta a otras muchas en un verso?

4. I am small, I am silence, dice Charles Wright (Littlefoot. A Poem, 2007). ¿Cómo verter al español esa sonoridad? Ese diálogo entre aes y eses de las dos primeras partes del verso, cuya suave cadencia se rompe, qué preciosa antítesis auditiva, con la potencia del silencio. Mantenerla y combinarla, además, con el sentido, y con la relación rítmica y sonora y semántica con el resto del poema.

5. No se puede. El traductor es un fingidor. Y finge tan completamente que llega a fingir que traduce el poema que en verdad es suyo. No hay traducción, sino recreación: hay una asimilación total del texto y un vuelco, como hacer un dibujo perfecto de una escultura, como esas máquinas de teletransportación futuristas en que el teletrasportado aparece otro en otro espacio y ya nunca es el mismo.

6. Así que reivindiquemos el lugar central del traductor, saquémoslo de los créditos interiores, démosle presencia crucial en nuestras críticas y reseñas, igual que hacemos con los intérpretes de piano o violín o directores de orquesta: todos ellos completos fingidores.

Marcos Taracido | 12 de enero de 2012

Comentarios

  1. Hilario
    2012-01-16 21:08

    Certero y preciso artículo que guardo como referencia.

    Muchas gracias.

  2. Monica
    2012-01-22 15:55

    Nunca olvido que en una de mis clases iniciales de traducción la profesora nos explicó que el origen etimológico de la palabra “traducción” está relacionado con “traición” por lo tanto los traductores somos “traidores” o en inglés “traitors” (que suena mucho mejor. No me pregunten por qué). Cuando hablamos de poesía o casi de cualquier tipo de texto traducido, el traductor (traitor) tendrá que recurrir a muchos recursos para poder expresar la esencia del texto. Nunca he traducido poesía, pero tengo la impresión que es uno de los retos más grandes, así que los traductores que se dedican a eso merecen todo el respeto y admiración.


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