TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Decidir entre el asombro o el tedio. Optar por el pasmo ante el abismo de los poros, la volatilidad caprichosa de las hebras; la sed o la hartura. El arte o la ciencia necesitan de la curiosidad, de ese hurón que nos muerde las entrañas y nos mantiene alerta. La muerte intenta instalarse con mucha antelación en su huesped anulando el asombro. ¿Cómo vivir sin el pasmo?
Los chicos no se asombran ya, dice Miguel Santa Olalla; nada les sorprende, no hay admiración ni maravilla en sus pupilas. La capacidad de imaginar e inventar de los niños muere poco a poco (Paradigma educativo / Youtube) a medida que les enseñamos a crecer, hasta que su cerebro que es el nuestro yace opaco, como al apagarse el proyector de una película milagrosa.
Pero, y antes, ¿no era así? ¿Es un problema generacional o es un problema humano? Sí, la abundancia de estímulos, la preparación para una vida de consumo sin criterio, matar el asombro para obturar la vía de escape, la salida, el túnel.
Y sin embargo, ¿no será el asombro una anomalía? ¿No será una parte del aprendizaje que sólo queda en algunos como un defecto penoso? ¿No será lo genéticamente esperable de un adulto ese tedio más útil para la supervivencia? Sobrevivir en la atonía. El principito o Momo como virus. Quizás, aunque hay enfermedades, dependencias, que se sufren con gusto. Sigue buscando al elefante dentro de la boa.