1. Ya no recuerdo mi época de lector de reseñas en revistas y periódicos. En realidad nunca me gustaron demasiado, pero el caso es que ya hace mucho tiempo que mi principal fuente de elección de lecturas está en las recomendaciones de aquellas amistades y conocidos virtuales de los que me fío. Mi caso no puede ser especial ni aislado, así que es plausible pensar en la progresiva pérdida de influencia de las publicaciones especializadas tradicionales, las que hasta ahora establecían el canon.

2. Jamás habría accedido a mi última lectura si dependiese de las reseñas de prestigio, me temo, como tampoco a la anterior. Supe de Guerra Mundial Z (Max Brooks, Almuzara, 2008) ya no estoy seguro de si leyendo una entrevista a Robert Kirkman o en alguna de los respuestas a las cartas de sus lectores que aparecen como epílogo a los capítulos del cómic. El caso es que le preguntaban al autor de The Walking Dead si había leído la novela, por similitudes temáticas, y él respondía, que no, y que no iba a hacerlo hasta que no acabase su obra. Entiendo muy bien esa superstición estúpida, como todas, que quiere evitar un posible contagio.

3. Tras leer esa referencia dejé la pregunta en mis redes sociales: ¿merece la pena Guerra Mundial Z? No hubo respuesta. El tema zombi, el título casi amarillista y la absoluta falta de referencias al menos en los círculos culturales en los que me muevo me hacían sospechar. Me animé y busqué una edición digital, y me puse a leerlo.

4. El género zombi es el más realista de los fantásticos. Quizás se deba a que el zombi, entre las otras metamorfosis (vampiros, hombres lobo…), es el que guarda más similitudes con el humano, el que representa más fielmente algunas de sus características de vivo: el sometimiento, el funcionamiento en horda, multitud, el adormecimiento y sumisión, el hambre destructiva… y el canibalismo, ese tabú tan cargado de metáforas.

5. Creo que Max Brooks emprendió conscientemente una tarea de dignificación del subgénero, o al menos de llevar a cabo un acercamiento serio y adulto. Y en la elección del formato están todas sus virtudes y alguno de sus defectos: la novela está construída a través de las entrevistas a supervivientes del holocausto que supuso la extensión mundial de un virus que convertía a los muertos en zombis. La elección de las historias que van contruyendo la trama es acertada, los personajes interesantes y bien construidos. Y la reconstrucción es fidelísima, quiero decir que es de un realismo casi perfecto y podría concluírse que, en general, si algún día los muertos se levantan de sus tumbas todo podría transcurrir tal y como lo cuenta Brooks.

6. Pero las entrevistas, en una novela de horror, suponen un serio problema: el lector sabe que el entrevistador y el entrevistado sobrevivieron a su relato. Falta tensión y angustia porque uno sabe siempre que, como en las malas películas, el héroe sale ileso.

7. El otro problema de la novela es la prosa del autor. No es mala, ni amateur, ni hay graves carencias… pero le falta el impacto, le falta la magia y la poesía para convertir un episodio trágico en uno conmovedor, terrible, sobrecogedor. Hay entretenimiento, pero le falta espanto.