TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Tal vez don Quijote y su empresa no hayan muerto del todo.
Me gusta ver en este espacio habitado por nuestras propias ruinas un remedo del Barroco. Esa sensación de pérdida, esa necesidad de búsqueda de nuevos referentes agarrables, esa decadencia social tan productiva culturalmente, esos contrastes brutales, esa superación de los tópicos, esa hiperbolización del espectáculo, ese recurso al sema como unidad profunda de sentido [me doy cuenta ahora de cómo Inception es la plasmación perfecta de la profundidad semántica del poema barroco: esos niveles sucesivos, uno dentro del otro y del otro, es el segundo y tercer nivel de semiotización, ese entrarse en el texto dispuesto a hundirse y luchar por no quedarse atrapado en el abismo de significados).
Alonso Quijano se desdobló para enterrar definitivamente, sino totalmente en la producción sí en el prestigio, las novelas de caballerías. Su lucha se dignificaba en su propia insensatez, al tiempo que ridiculizaba todo ese mundo de héroes caballerescos y malvados mágicos. Su empresa hubiese sido irrealizable un siglo antes, cuando esos caballeros surgidos del piadoso medievo eran un remedo de los pujantes imperios y sus luchas territoriales y de religión. Pero Cervantes era un testigo privilegiado de la decadencia y suciedad de los reinos, la cloaca descreida del mundo pastoril renacentista.
Hoy, primero Watchmen, después Misfits y ahora Super (James Gunn, 2010) cumplen una función similar de desmitificación de todo un género al tiempo que explican la sociedad en que esas ficciones perdieron su papel. El actual renacer de los superhéroes cinematográficos parece estar bastante emparentado con los estertores que permitieron la publicación, ya en el XVII, de todavía varios libros de caballerías totalmente prescindibles.
Crimson Bolt es un alter ego casi perfecto de don Quijote: su Dulcinea, sus armas, su escudero, su moral, su periplo trágico y redentor a un tiempo. Ambos deciden dar sentido a su vida, ambos toman el camino de la (su) justicia, ambos quieren poner en práctica toda la ficción que recibieron, ambos lo hacen con una mezcla apenas repetida de dignidad y chapuza, de ridículo y honor, y en ambos su empeño desnuda su entorno, el nuestro, hasta el dolor.