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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

El devorador de paisajes. Una charla con Germán Machado

Germán Machado viene de publicar un libro de cuentos, El devorador de paisajes (Estuario, 2011); además, es poeta y ha publicado también poesías y cuentos para niños, y creo que en todo lo que escribe late lo que para mí es siempre una virtud: es único y huye de tendencias, grupos o estilos predefinidos. Buena parte de esta charla virtual tuvo lugar en paralelo a una partida de ajedrez entre ambos, una batalla intelectual muy similar a la que se libra contra las palabras.

M.T.: Germán, El devorador de paisajes me suscita varias preguntas, puras curiosidades personales relacionadas con mis propias obsesiones sobre la creación. Verás, percibo cierta falta de cohesión narrativa como volumen, algo por otra parte muy habitual en los libros de cuentos, pero sin embargo creo ver esa cohesión en el ritmo, en una cadencia en la prosa, un paso largo y lento de principio a fin.

G.M.: La falta de cohesión narrativa creo que es tanto temática como de estilo. Los cuentos reunidos fueron escritos en el lapso de los últimos cinco años. El orden del libro casi que es cronológico. No obstante, creo entender eso que señalas de una cohesión rítmica, dada por una suerte de parsimoniosa impasibilidad, o «serenidad obsesiva» (como bien dice Mercedes Estramil en la contratapa). En definitiva, que si hay una unidad no está en la superficie.

G.M.: Me sucede, incluso, que una cosa soy como lector de cuentos y otra como escritor. Como lector, a la hora del análisis de los cuentos de otros me atengo a las tesis de Piglia: sus ideas de que (i) todo cuento narra dos historias: una en la superficie y otra oculta, y (ii) la historia secreta es la clave formal del cuento. Mientras tanto, como escritor, soy propenso al orden clásico del relato: presentación, desarrollo, nudo y desenlace.

En los últimos cuentos de este volumen quizás intenté salirme un poco de esa linealidad curva de los preceptos clásicos, y ensayé tenues variaciones. Lo cierto es que me sentí muy cómodo al hacerlo (básicamente, pienso en la escritura del cuento “Tejedora”), así que no descarto futuras entregas un tanto desalineadas. Habrá que ver si eso afecta al ritmo de la prosa.

M.T.: Sí, pero lo que me desconcertó primero y me gustó después es que en casi todos los cuentos renuncias a ese final sorpresa que desvela la trama oculta, y esa trama oculta surge muy poquito a poquito o incluso se queda en suspenso, sólo ligeramente atisbada.

G.M: Estoy de acuerdo contigo. Pienso que en cuentos como «En la dermis» eso es evidente e intencional: re-escribí ese final varias veces. Y es que aquello del iceberg que proponía Hemingway ya está incorporado como un aspecto clásico en la cuentística moderna, así que puedo pensar que también en eso me atengo a preceptos. Pero en algunos cuentos hay un factor sorpresa al final. No todos juegan a la sugerencia. Incluso, en más de un par de los cuentos que junté en el libro, mi intención es acercarme a las parábolas. Eso también es intencional. Me gusta ese perfil de la cuentística.

M.T.: Sí, esa es otra cosa que me llamó la atención, que hay cuentos realistas, pero también de corte fantástico, o quizás más precisamente simbólicos. En ese sentido me parece significativo que tomes para título del libro el título del cuento más claramente alejado del realismo.

G.M.: La elección de los títulos nunca es fácil. En este caso, elegí ese porque me parecía el mejor título de todos, el más atractivo. Y porque pienso que puede ser una buena presentación para el conjunto: entregar estos cuentos como paisajes devorados. Esa cosa como de fotógrafo en una excursión, que va tratando de encuadrar y registrar todos los paisajes para luego decir: «yo estuve allí, detrás de la máquina de fotos, no en la imagen resultante; yo conocí a ese tipo de personajes y las cosas que hacen, aunque no sabría decir bien quiénes son ni a dónde fueron después». Y bueno, de última, el libro podría llegar a tener el auspicio de alguna agencia de turismo ;-) Eso sí, espero que no me suceda lo mismo que al personaje de ese cuento.

M.T.: Pero el paisaje devorado, como sucede en el cuento, supone su desaparición; sería, como intención, una vuelta de tuerca al cuentista como hacedor y como imitador: ni creas ni versionas, sino que robas y regalas lo robado a tus lectores, que ya no podrán encontrarlo en otra parte.

G.M.: No sé si robo: tal vez sólo sea herencia (lo que tiene sus atenuantes). Pienso que te salteas el hecho de que el devorador de paisajes padece una enfermedad. Enfermedad que finalmente tiene cura, más allá de que los costos de esa cura sean elevados. De alguna manera, hay un exorcismo. El cuento, de última, es una forma de exorcizar aquello que fue visto, sabido, leído o padecido.

M.T.: Me interesa mucho cuál es tu proceso de creación de los cuentos. Aunque supongo que no será único para todos ellos, ¿te surgen con una frase? ¿están basados en alguna anécdota real? ¿qué haces una vez tienes un esbozo?

G.M.: Es diferente en cada caso. Quizás también por eso la diferencia entre los cuentos. A veces es una imagen que se acopla con otra. Una anécdota que alguien cuenta y que se junta con un dato de la realidad. A veces es un dato histórico que se convierte en una pregunta a intentar responder. También una imagen, una sola imagen, como ser el tatuaje de un tanka en la espalda de una chica visto en una foto, puede disparar el cuento. Y no hago esbozos. Me siento a escribir con una idea precisa de adonde quiero ir y empiezo. Escribo hasta terminar el cuento. Eso sí, soy de corregir mucho, demasiado tal vez. Y re-escribir. También soy de borrar y tirar.

M.T.: Al escribir a un tiempo poesía, cuento, para niños… ¿esa chispa inicial, esa imagen que dispara la creatividad, ¿te llega o la direccionas inmediatamente a uno de los géneros?

G.T.: Con la poesía es distinto. Sé muy bien cuando voy a escribir poesía y cuando un cuento. En mi caso, el poema surge de un verso, o de una palabra. Luego busca un ritmo alrededor de una idea que se va precisando en la escritura. Como que voy tirando de una palabra y de un primer verso para sacar otro y así hasta redondear el poema. Hay algo de desovillar y ovillar en la escritura del poema. El cuento me exige otra predisposición. Para mí requiere elaborar un mapa mental con mayor perspectiva. En cuanto al destinatario, me ha sucedido de comenzar a escribir creyendo que tenía en mente un cuento para niños y al final, en algún cambio de plano, resultó que no. Y también al revés: comenzar con un cuento para grandes y terminar con uno para niños. Con eso de las edades tengo dificultades.

M.T.: A mí ese proceso me resulta imposible; yo necesito tener casi todo en mi cabeza, ahí le doy las vueltas que haga falta y después me queda ponerlo por escrito: por eso escribo tan poco, porque lo divertido ya lo hice virtualmente. Sin embargo, tu método puede ayudar a la prolijidad, imagino que te diviertes mucho escribiendo, porque lo conviertes en un proceso de búsqueda e intriga.

G.T.: Insisto con la idea de que no soy muy sistemático, y que en los distintos cuentos los procesos pueden variar. En algunos casos me divierto. En otros sufro bastante. Y a modo de ejemplo, una anécdota: estaba escribiendo el cuento «La ceremonia», sabía perfectamente cómo iba a terminar, pero cuando escribía las últimas líneas me sucedió que me emocioné como si yo fuera un lector, alguien ajeno al proceso de escritura, y la emoción revivió la rabia, y la rabia trajo el llanto impotente. No, no siempre me divierto: a veces también los sufro.

M.T.: Y en los distintos géneros, ¿tienes motivaciones distintas?

G.M.: Sí. Incluso creo que la incursión en un género u otro ya es una motivación. No entras igual en la escritura de un poema, un cuento o una novela para chicos. El género, asumir una forma, ya es parte de la motivación con la que te ponés a escribir.

M.T.: ¿Y en cuál te encuentras más cómodo, cuál te resulta más gratificante?

G.M.: Me encuentro cómodo cuando creo que he logrado producir algo más o menos decente, sea cual sea el género. Hoy día estoy un poco reñido con la poesía. Ya me reconciliaré. Tengo en mente una novela, y me sentiré cómodo cuando pueda escribirla. Pero en general, soy de corto aliento. Creo que no hay nada mejor que lograr escribir un buen aforismo.

M.T.: Um, eso da un poco de miedo: poeta que prueba la novela, poeta que abandona la poesía

G.M.: No, no la abandonás nunca. Ahí comienzan a pesar cuestiones extraliterarias. Tengo tres libros de poesía inéditos. Uno desde hace tres años, esperando editor. Otro que está siendo ilustrado, y demorará su buen tiempo antes de estar pronto para presentárselo a alguien que quiera editarlo. Y sigo escribiendo un tercer libro que ya estaba terminado, agregándole poemas. Pero claro, si escribo una novela, seguro que la publico con más facilidad. Y eso, quizás, termina por dar la impresión pública de que la novela ha relegado a la poesía.

M.T.: Nombras la ilustración, varios de tus libros son ilustrados, ¿cómo valoras la experiencia de compartir, de algún modo, la autoría? ¿qué aportan en general las ilustraciones a tus libros?

G.M.: En El devorador las ilustraciones le dan un aire de clasicismo que me gusta mucho. Es un complemento visual del cuento. Algo así como el refuerzo del título. En otros libros las ilustraciones son tanto o más importantes que el texto, y a veces hasta surgen primero. Lograr la interacción con el ilustrador al punto de llegar a crear una obra unitaria, en co-autoría, no es sencillo. Pero pienso que a veces el intercambio entre el texto y la imagen potencian mutuamente a ambas partes. También aquí los géneros, la forma en que se da el proceso de edición y el diálogo con el ilustrador varía todo.

M.T.: Para terminar, escribes en Hendiduras estos versos: «Las palabras son hendiduras en la tierra segada/ los mitos tajos hondos/ el silencio cicatrices olvidadas». ¿Pueden ser tomados como una poética de tu escritura?

G.M.: Me gustaría que así fuera, sí, ¿por qué no? El silencio es la parte más difícil: hay que ganárselo.

Marcos Taracido | 21 de julio de 2011

Comentarios

  1. Ana Lorenzo
    2011-07-24 03:04

    Es un gusto encontrar aquí en LdN a entrevistador y entrevistado, grandes autores los dos :-)
    Un beso. Ana

  2. Cristina
    2011-07-25 21:32

    Muchas gracias por la charla! Por cierto, dónde se puede comprar el libro?

  3. germán
    2011-07-26 17:44

    Hola, Cristina: En Uruguay, el libro está en todas las librerías. Lo distribuye Gussi Libros (http://www.gussi.com.uy). En internet, se puede conseguir en Entre Libros (http://www.entrelibros.com.uy). Gracias por tu comentario e interés. Saludos.

  4. Cristina
    2011-07-27 00:39

    Muchas gracias Germán! Qué rabia, estuve hace dos semanas en Montevideo!!! No voy a tener más remedio que volver!


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