Partir. Arrancarse. Queda tu olor como una capa de niebla sobre el suelo, jirones de tu piel, carne adherida a las tablas y las piedras cuya ausencia en tu cuerpo tapas con vinagre y salitre, y mantienes en grito con la lija. Dejarlos es el miedo, es un dolor oscuro y necesario, y es el miedo tu viaje y su destino. En el trayecto hay sirenas que te piden la vuelta, un leviatán te muestra la faz más agresiva del espanto, pero tú perseveras en el remo. Llegas siempre a un desierto, una ciénaga, una selva tan densa que los pasos son minerales enraizados y la luz una quimera. Conoces la mudez y hay lentitud en las palabras; has de aprender arquitecturas, has de aprender a soportar y distinguir los nuevos rostros, tu lengua, una galaxia de sabores. Seres extraños, vegetales, insectos, proliferación de invertebrados, lluvias subterráneas, mucho frío en las córneas. Poco a poco dominas la sorpresa y apaciguas los dragones y al hurón, combinas tus pulmones con las branquias, aprecias la hierba, la humedad y los destellos. Sigue sangrando la herida, pero ya conoces los bordes de la luz y sus perfiles, y no te duelen tantos ojos irisados y su luminiscencia. Es el momento de recuperar los miembros amputados, que parten, se arrancan, queda su olor como una niebla.

Shaun Tan
Emigrantes
Barbara Fiore Editora, 2007.
http://shauntan.net