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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Internet y el fin de la cultura

Periódicamente sale alguien, generalmente ejecutivo de una gran empresa o intelectual profesional y consagrado, a decirlo: internet está acabando con la cultura. Generalmente quieren decir «industria cultural» cuando dicen «cultura», quieren decir «mercado» cuando dicen «cultura», incluso muchos quieren decir «usura» cuando dicen «cultura». Internet ha creado cultura, la crea a cada instante, una cultura ingente y nunca vista, y le ha devuelto esa capacidad de generar cultura a los que sólo llegaron a tenerla cuando la oralidad era el principal vehículo para la ficción. Hoy accedemos a productos culturales que en nada envidian a la que ofrecen los medios tradicionales, ciencia, literatura, arte, fotografía, tecnología, música… miles de ciudadanos que ofrecen sus conocimientos, sus creaciones, su talento… para que cualquier lo recoja de la red y lo aproveche. Internet ha destapado una cantidad inusitada de altruísmo, de gente que se suma a proyectos y aventuras digitales sin esperar remuneración alguna u optando por alternativas poco o nada gravosas para aquellos que quieran recibir toda esa cultura.

Pero, además, ¿realmente mata internet a la «industria cultural»? Quizás un poco menos de servilismo de los Medios de Comunicación al reproducir los comunicados de las empresas ayudaría un poco. Por ejemplo, sustituyendo el verbo “perder” por “dejar de ganar” (si eso fuese así) en esos trágicos datos que esgrimen las discográficas en los que computan un album descargado por el robo de ese mismo album en unos grandes almacenes. Veamos: yo, antes de la aparición del P2P, no compraba películas ni acudía al videoclub, e iba al cine sólo cuando una película me interesaba muchísimo, o le interesaba muchísimo a mis hijas. La situación no ha cambiado en absoluto ahora que con dos clics puedo descargarlas: si la película me interesa mucho, voy al cine, así que cuando las descargo no estoy quitándole el dinero a nadie porque con ese acto no sustituyo otro en el que mi dinero revirtiese en los creadores del producto.

Podríamos pensar que la red ofrece una oportunidad para reducir las obscenas distancias gananciales entre creadores, pero ni siquiera creo que los grandes tuviesen que renunciar a sus millones, hay ya ejemplos funcionando que demuestran que lejos de la queja y el estancamiento hay un mundo de productividad y beneficios al que el consumidor de cultura está contribuyendo gustoso. Pero de eso hablaremos otro día.

Marcos Taracido | 07 de octubre de 2010

Comentarios

  1. Borgleone
    2010-10-07 12:59

    Mi humildísima opinión al respecto es que el fin de la cultura es de la cultura “clásica” y como la “moderna” no la saben canalizar hacia sus cuentas contables, pues no es cultura porque no es cuantificable.

    En realidad las editoriales están siendo prudentes con el tema digital para que no les pase lo que ha pasado con la música y buscar un modelo de negocio que siga reportando dineritos contantes y sonantes.

    Pero tardan demasiado y la marea les desborda por los flancos, aunque poco a poco.

    saludos mesetarios

  2. Carmela
    2010-10-07 14:17

    Yo creo, y con ese yo por delante, solo digo lo que a mí me reporta, que Internet tiene la poderosa cualidad de acercar a la gente, porque sí, porque quiere y porque puede, y ese acercamiento es ya de por sí una fuente de cultura, una inmensa fuente de cultura. Además de ello acerca de una manera que en muchas ocasiones no nos llegaría , ciencia, obras de ate, libros, películas, …. y sobre todo opiniones, miles de opiniones, diversas, de todo tipo: reales, increíbles, absurdas, pintorescas, ideas que compartimos o que nos repelen, ideas a fin de cuenta. Pero está claro que no repercute monetariamente de forma directa en las grandes firmas, o más bién en los grandes bolsillos, porque sí creo que a muchos les agudiza las ganas de ir al cine, comprar libros, escuchar discos, ir a museos, y mil cosas mas.

    saludos de una que se está convirtiendo poco a poco adicta, en el mejor de los sentidos al Internet.

  3. pau
    2010-10-08 18:59

    Algunos han caído en la trampa de las grandes infraestructuras para gravar, editar, componer… y eso precisa mucho dinero. El problema viene cuando unos cuantos, con menos y sin parafernalia, hacen algo que los supera. Y es que se han acostumbrado al hotel de cinco estrellas, al representante con Mercedes, a las comisiones de algo que hizo su padre, tío, abuelo… cuando el diseñador industrial de la pieza de un coche, a los cinco años pierde la patente.
    Será que tiene más mérito el compositor del himno nacional, que el inventor del inyector de diessel.

  4. Félix
    2010-10-13 12:52

    Enhorabuena porque es difícil expresar en un artículo lo esencial de la perversión en la que incuren algunos “expertos”.
    Me he tomado la libertad de reproducir el primer párrafo de su texto y enlazar con su genial reflexión.
    Gracias por pensar en voz alta.
    Saludos.

  5. Cayetano
    2010-10-13 15:21

    A veces no tengo tan claro que los conceptos de Mercado y Cultura puedan separarse con tanta nitidez, pero este es otro debate. (El caso de vegap y los museos públicos y privados merece un tratado aparte)

    Ahora bien, internet no está acabando con la cultura … al contrario, está inyectando savia nueva y está creando nuevos modelos de negocio cultural. No hay que olvidar que Cultura es un término con significado amplio: incluye costumbres, prácticas, códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias

    Saludos

  6. Agremon
    2010-10-13 21:09

    Nuevamente la cuestión semántica: el cambiar el significado de las palabras ayuda a usarlas para asegurar el propio poder, siempre y cuando se tenga potencial para promover un cambio en el sentido adeucado.


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