Compro en una librería de Porto el Livro do desassossego, 2ª parte, por Bernardo Soares, un volumen pequeño, de bolsillo, editado por Publicaçoes Europa-América, y que viene con el subtítulo «Fase primitiva, constituída por textos de Fernando Pessoa, ele própio, ainda nâo atribuídos a Bernardo Soares». Era la única edición del Livro do desassossego que tenían, y o me persigue una maldición para que no pueda leerlo o realmente está muy mal editada la obra del poeta portugués en su país, porque son ya numerosas las ocasiones en que sus librerías me niegan el ejemplar. El caso es que ojeándolo y todavía dudando si comprarlo o no (soy bastante supersticioso a la hora de leer por orden las obras de un autor), leí este párrafo:

Nada se penetra, nem átomos, nem almas. Por isso nada possui nada. Desde a verdade até a um lenço — tudo é imposivel. (A propriedade naô é um roubo: naô é nada.)

Al llegar a casa cogí la obra poética de Pessoa que tengo, bilingüe en dos volúmenes, desde hace más de 15 años. La leí entonces, enfebrecido, maravillado, espantado de todas las vías y senderos que se abrían con su lectura, como se tiembla ante un abismo y su belleza, pero apenas desde entonces he vuelto a él. Los dos volúmenes están subrayados por todas partes, varias versos en cada página, pero quién marcó con lápiz rojo aquellas líneas no fui yo, sino un muchacho con muchísima menos tinta en el cerebro, un puzzle al que le faltaban la inmensa mayoría de las piezas. Hoy supongo que he desentrañado buena parte de mis laberintos, aunque todavía se bifurquen y algunos recodos se retuerzan y se abran precipicios donde yo había dejado apuntalas las piedras, pero cuando relea a Pessoa ya no creará las mismas galerías que la primera vez sino otras mucho más opacas y angostas, cruciales quizás para encontrar otra estancia, pero seguro más tristes.

Entonces, ¿hasta qué punto nos marca el momento en que leamos una obra? Leer el Quijote, claro, pero ¿cuándo todavía la argamasa está fresca? ¿cuándo son firmes las columnas? ¿cuándo empieza a desmoronarse el edificio? Creo que es imposible una respuesta que no sea adaptada a cada uno, y aún esta será inútil porque es quimera planificar toda una vida de lecturas. La realidad es esa, que el azar, la torpeza o el contexto cultural te van poniendo los libros, como si un hilo de Ariadna, y sabes que muchos pudieron llegar mejor en otro instante, que hubieses aprendido tanto más si la demora o la prisa hubiesen modificado esa maraña de tinta que desde hace tantos años se adentra en nuestras pupilas, y las mancha.