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Textos del cuervo por Marcos Taracido

TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.

Habitar en el naufragio o sobre la odiosa tarea de escribir

Escribir es pensar. Crear un texto es imaginar durante horas y horas sus entrañas, elaborarlas trazando y borrando, sajando, suturando, esperando el rayo que dé vida a las células muertas. Ese viaje mental es hermoso, agotador muchas veces, un periplo tan intenso como lanzarse a un vacío abisal y cerca del fondo remontar el vuelo y elevarse y dominar tu ingravidez y volver a perderla y verse de nuevo filtrándose entre el viento, con el placer de la perfección del músculo de las gimnastas o las manos del pianista. Penar un texto, además, es ser otros, vivir por otros, estar tantos años después viviendo en la mirada perdida del niño.

Pero pasar ese mundo a la letra es una tortura casi nunca placentera: burocracia enrevesada, tropiezos, piedras y charcos donde tú veías un prado, lentitud frente a la brisa, construir un palacio en una ciénaga que engulle los pilares uno tras otro. La trascripción es, siempre, una derrota; el mapa acaba representando un tierra otra, como si un tremendo terremoto hubiese movido las placas terrestres y reconfigurado el mundo: tú tienes la imagen del plano milímetro a milímetro, pero tu mano desdibuja, incapaz el pulso de mantener las rectas.

¿Por qué entonces persistir? ¿Por qué, conocedores de que el destino es un naufragio, insistimos en la penosa labor de cifrar lo pensado y ver el feto deforme sobre el suelo? Podría bastarnos el ejercicio de la imaginación; de hecho, la mayor parte de lo imaginado se pierde entre neuronas como gotas de lluvia en el océano. Sin embargo, algunas ilusiones cobran fuerza, crecen, te habitan. Y parece que sólo fijarlas en el texto, aún sombras diluídas, espectros sin carne, evita que estallen o se enquisten, y les da sentido. Elegimos el naufragio.

Marcos Taracido | 01 de abril de 2010

Comentarios

  1. santiago viteri
    2010-04-01 11:15

    Precioso y certero

  2. Cristina
    2010-04-01 13:08

    Y los demás agradecemos enormemente que elijas el naufragio. Abrais así la puerta de esa imaginación y, sobre todo, dejarnos llevar por la hermosura del lenguaje que nos lleva de la mano. Gracias.

  3. Salvador
    2010-04-01 13:49

    Escribir es pensar, es imaginar, pero la fuerza que de verdad pienso que lo arrastra todo es el sentir.

    Un abrazo.

  4. Alfonso Merelo
    2010-04-01 20:55

    Muy lúcida la reflexión. Creo que lo que describes nos pasa a todos, a unos mas que a otros.

  5. Marco Ortega
    2010-04-01 22:24

    El arte de influenciar las mentes de los lectores; a través del lenguaje ornamentado, y tener libertad de movimiento en ello cual pájaro al viento es: ser escritor. La imaginación, tan hermosa como es, desde niños nos agracia, pera la expresión escrita, por otra parte, es una tortura para aquellos que no dominan el arte de escribir

  6. Marcos
    2010-04-05 10:55

    Gracias a todos por vuestras palabras.

    Salvador, yo cada vez desligo menos “sentir” de “pensar”. Quiero decir que creo que sentir es una forma de pensamiento, o que al menos no puede separarse de él.

    Saludos

  7. Salvador
    2010-04-05 23:34

    Ya lo suponía Marcos. Saludos.


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