TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Escucho una tertulia radiofónica; están hablando de «literatura de no ficción». Literatura de no ficción. Me sorprende oír a escritores consagrados y faranduleros (dos o tres que allí estaban) utilizar el término sin atisbo alguno de crítica o corrección: no sólo estaban a gusto con el sintagma, sino que una y otra vez lo remarcaban y venían a establecer, con ejemplos varios, una especie de nuevo género surgido en los últimos años. Lo aclaro ya: no se referían a los libros de no ficción de las listas de ventas, es decir, al ensayo, sino a una literatura que utilizaba como argumentos hechos reales. Y a eso le llaman «no ficción». Si ya resulta complicado poder asegurar de algo escrito o creado que no sea ficción, ¿cómo decirlo de una novela? Ignoro si el motivo para mantener el dislate de estos escritores es la pereza, el interés o el desconocimiento. Y decir que ese género resulta novedoso es ignorar un par de siglos al menos de novela histórica, que eso es al fin y al cabo de lo que hablan.
Yo considero que un documental es ficción, aún cuando el cine juega con una materia, las imágenes, que conllevan una ilusión muy poderosa de realidad. Pero la escritura carece de esa capacidad de representación de lo real, así que podemos decir que desde el momento en que se configura una acción, unos personajes, un tiempo, y por mucho que esas acciones hayan sucedido en el tiempo de los hombres, se tratará de una ficción, completa y profunda.
Rizando el rizo los tertulianos comentaban que lo divertido de estas novelas era que el lector podía jugar a distinguir «lo real de lo que no lo es». Con «lo real» se referirán, claro, a lo que la documentación histórica dejó registrado; pasan por alto que en el mismo instante en que lo documentado se inscribe en el formato novela deja de ser real para ser ficción. Ficción. Ficción. Tan ficticio como el narrador de estas letras, que, lejos del autor, es un personaje más del poblado mundo de Ficticia.
2010-01-16 15:30
La propia expresión “hechos reales” linda con la redundancia: si algo es un hecho, es real.
Pero me asobra el número de definiciones que enlazan con alfileres a la realidad con la literatura, como el “realismo mágico”, aquello que solo puede existir en la imaginación compartida de autor y lector; la “ucronía”, lo que pudo haber sido pero nunca fue; o la “ficción histórica”, un oxímoron, pues si es ficción no puede ser histórica.
Borges también dudaba de que la realidad, sola o con apellido, tuviera cabida en la narrativa.
Feliz Cumple.
2010-01-16 18:57
Tienes razón, Miguel, pero esos términos aportan algo: el realismo mágico en su momento, con todos los antecedentes que queramos (Galicia y Cunqueiro mediante) aportó algo distinto, la ucronía también, y sí tiene sentido hablar de “ficción histórica” porque diferencia un tipo de novelas de otras. Pero eso de “No-ficción” no sólo es un sinsentido sino que lleva siglos existiendo.
Fíjate, es curiosísimo cómo Haneke, en la entrevista que hoy recomiendo, declara que si cine es realista. Su realismo está en las antípodas de lo que entendemos desde los años 50 (incluso desde el siglo XIX) por realismo, pero él lo sostiene y yo entiendo que lo diga, y creo que efectivamente es mucho más “real” su propuesta que la del realismo social o el hiperrealismo.
Gracias.
Saludos
2010-01-16 22:52
No planteo si los términos son apropiados o necesarios, incluido esta novedosa no-ficción, sino que destaco el hecho de que el etiquetado de género abunda en términos concernientes a lo real y lo ficticio, como necesitando aclarar qué balance entre ambos parámetros definen a la obra.
Y tal vez sea necesario, aunque inutil.
En un lugar de La Mancha […] vivía no ha mucho tiempo…
El novelista tiene una necesidad imperiosa de demostrar al lector que aquello que está leyendo sucedió, sucede, sucederá o que bien podría haber sucedido, y para ello recurre a lugares y momentos que supongan una referencia válida, aunque sea tan vagamente como lo hace Cervantes. Tanto da que sea en la llanura manchega, en Macondo o en el 221b de Baker Street.
Muy diferente del “erase una vez en un lugar muy lejano” que es la ambiguedad temporo-espacial en estado puro y que transmite un necesario distanciamiento de lo que se narra, porque es mentira.
Tu comentas (una vez más, dicho sea de paso) que la novela es siempre ficción; tal vez, pero considera que nunca quiere serlo, que no tiene la vocación de lo ficticio; Augusto Pérez está en su derecho de reclamar ante Unamuno su ambición de ser no-ficción.
Vale, me voy del tema, que luego dices que no te he entendido. Y sí, pero es que tu reflexión me lleva a otra…