TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
El libro que lees en público, Fidentino, es mío: pero cuando lo lees mal, empieza a ser tuyo. MARCIAL
El escritor es un arquitecto: entrega los planos, la estructura, la casa vacía. Y el lector ha de rellenarla, darle vida y calor. El escritor puede ser muchos tipos de arquitectos distintos; puede entregar un edificio funcional, clásico en sus formas, sencillo; y puede construir, con tantas gradaciones en medio como se quiera, un proyecto vanguardista, sorprendente, complejo, en el que se remuevan los conceptos de la estancia y un laberinto sustituya a los pasillos. De igual modo, el lector se enfrentará a la obra: suplirá los espacios con colores, anaqueles, estanterías, guardarropas, se adaptará al entorno, se rendirá o impulsará una sublevación en los tabiques, podrá perdese para siempre o iluminar el laberinto, hacer una guarida o una casa.
Escribir es dibujar un mapa, es trazar líneas inevitableme rotas, porque hasta la más exhaustiva de las creaciones está tomada por los huecos y vacíos, y es por eso que todo lector crea durante el acto de la lectura, rellena los espacios, y aun para los más pequeños y sencillos ha de dar forma en su mente a las palabras, y es esa transformación la que otorga tanto poder a la lectura.
Exige responsabilidad a los lectores Vila-Matas y ataca a los escritores que facilitan la lectura. Yo, como lector, quiero lecturas horadadas, huecos y espacios por doquier, retos que tenga que superar, quiero que en el paso de las palabras del libro a mi mente me vea obligado a traducir, a retocar, a levantar unas paredes y a derribar otras, recibir un herido ensangrentado y trasladarlo a urgencias mientras coso los tajos o hago un masaje a corazón abierto. Mi yo escritor (perdón) quisiera crear obras que fuesen del gusto de mi yo lector. Pero creo que en realidad tenemos mucha menos libertad: mi yo escritor escribe como sabe, como puede, y mi yo lector recibe según sus gustos y capacidades. No creo en un aprendizaje de la escritura, no al menos en uno significativo, sustancial: podemos aprender trucos, mejoras, pero, digámoslo así, a dejar, entre la prosa o el verso, huecos para el pasmo, no se aprende. Es cierto que el lector tiene mayor capacidad de aprendizaje, porque inevitablemente va de la mano del creador y depende en último término de él, y con la propia lectura puede instruirse en el arte del relleno y la traslación, la lectura como un cursillo autoimpartido de imaginación; pero para ello es imprescindible que el escritor ofrezca esos textos dispuestos a ser completados activamente, exigentes: la responsabilidad es del escritor, no del lector. Y del escritor que pueda: quizás haya algún caso, pero estoy convencido de que cada cual crea como puede y no como quiere, que los hacedores de «novelas esotéricas y otros engendros» escriben eso y así porque no pueden hacer otra cosa ni de otra manera, igual que Vila-Matas escribe lo que sus capacidades e intereses le obligan a escribir. Y está bien que así sea.
2009-10-08 12:04
Con la venia, el vídeo final de este post viene al pelo:
http://desequilibros.blogspot.com/2009/01/el-misterioso-caso-de-los-libros-que-se.html
2009-10-09 09:44
No sé porque pero me estaba acordando, mientras leía el texto, algunas palabras de Jorge Oteiza (vídeo). El artista (aquí escritor) es un cazador, un “hacedor” de trampas, para que el lector transite pos los espacios vacíos que marcan (delimitan) las palabras
2009-10-14 02:24
Interesante.