TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Twitter es a las bitácoras lo que los netbook a los portátiles o los DVD portátiles a las pantallas de plasma de 40 pulgadas. Hace unos años todo crecía, se buscaba la enormidad como un símbolo de calidad y exuberancia. Los televisores de veintiuna pulgadas se quedaban pequeños, las pantallas de los ordenadores de sobremesan se agrandaban hasta la obscenidad y los portátiles perdían paulatinamente su portabilidad para incorporar TFT desmesuradas. Ahora los miniportátiles triunfan y la televisión se incrusta en los teléfonos móviles. Después de su explosión con la propuesta simple de Blogger las bitácoras no cesaron de crecer en complejidad y aumento de capacidad y características hasta permitir la edición de completos medios de comunicación. Y entonces llegó Twitter, una especie de vuelta al principio, una suelta de lastre hasta quedarse e nlos huesos y asimilándose a herramientas mucho más antiguas que las bitácoras, como los foros o el chat.
Cuando apareció Twitter yo apenas esperé para despreciarlo; más que desprecio fue un vacío: lo ignoré. Lo ojeé, claro, pero sencillamente me pareció una pérdida de tiempo. Ahora lo uso y empieza a entusiasmarme, aunque más por sus posibilidades que por su presente. Persisto: la inmensa mayoría es una pérdida de tiempo: en muchas ocasiones legítima y divertida, pero pérdida de tiempo al cabo. Pero además hay usos fantásticos, útiles y enriquecedores. Uno es el de, como la cuenta de LdN, apoyo a un medio mayor, dando salida a comentarios, avisos, curiosidades o asuntos que simplemente no encuentran cabida en el sitio padre; otro, entre muchos que se me ocurren, es el ejercicio intelectual en 140 caracteres, y este apenas lo he encontrado, aunque seguramente exista. Me refiero a las posibilidades que puede dar el género, a la vuelta a la atadura que supone una forma dada, como lo fue el soneto, la octava o el romance; imagino a un filósofo desgranando sentencias medidas y atadas a la restricción numérica que impone Twitter; poemas, cuentos privados obligatoriamente de todo elemento superficial y reducidos a un puñado de palabras; incluso novelas por entregas de un máximo de veinte veces siete. Y esas expresiones tendrían, como antaño, el beneficio de la suscripción (los followers) y la virtud de la conversación, donde los lectores participarían en las creaciones con comentarios de ida y vuelta.
Porque, creo, la grandeza de Twitter es esa prohibición de pasarse de los 140 caracteres, una reivindicación de lo austero y el freno entre tanta verborrea, un corsé que nos exprime el intelecto y nos libera de abundante grasa de nuestras palabras, y de la de los otros.
2009-05-28 10:27
La última frase es demoledora. Además de absolutamente acertada.
Lo bueno si breve…
2009-05-28 20:04
Cualquier día te bajas el Napster ;-P