[fig. 1] Cantar de Mío Cid,
Crítica –
AmpliarSiempre me atrajeron los marcapáginas. Son un hilo de Ariadna que nos permite encontrar la salida, o volver al laberinto. La lectura no está hecha para ser interrumpida, pero el mundo es extraño y nos obliga, y al tiempo nos da herramientas para solucionar los problemas que causa. Una huella para el regreso. Todos hemos recurrido alguna vez a la dobladura de una esquina de la página, pero habremos de reconocer que es una herida innecesaria, un daño gratuito al que sólo recurrimos en casos extremos, o cuando lo leído no se merece otro trato. No, lo acertado es utilizar un aparejo externo que podamos abandonar entre las páginas del libro para que nos recuerde en qué punto huimos. Y como hay tantos y de tan variadas formas y maneras, expondré aquí mis ideales:
- Observemos que la pragmática aplaude su total utilidad, de modo que además de servir para marcar el punto en que dejamos la lectura, añada información referida al libro al que acompaña; así, pudiera ser utilizado para las notas (a pie de página), el índice o para añadir datos sobre el autor o la edición. La figura 1 es un marcapáginas que acompaña a la edición del Cantar de Mío Cid de la editorial Crítica y en el que se despliega el índice del libro, constantemente a mano de ese modo. Imitando el método, y tras ser obsequiado con la Biblia de la editorial Alianza, yo mismo elaboré uno con el complicado índice de libros del Viejo y el Nuevo Testamento (fig. 2)
- La belleza. Imprescindible, pero sin encumbrarla. Tengo desde hace muchos años un marcador de metal (fig. 3, en el medio) muy hermoso. No lo he perdido de vista y me he querido acostumbrar a su uso, inútilmente: pesa demasiado y se cae a menudo, como si el papel rechazase materiales extraños; pincha, además, a poco que uno se despiste. Y nunca logro evitar la sensación de que el maldito se da más importancia que el libro al que sirve.
- El tamaño. No me gusta que sobresalga, que se mayor que el volumen dentro del que vive: es molesto, pues pocas estanterías acojen esa altura, y mientras se lee incordia: si se le hace esperar en otra página nos recuerda constantemente su presencia, y si aguarda en el sofá es muy fácil que se arrugue o se doble. 10×2 cm o poco más resulta perfecto (fig. 3).
- Salvo que el motivo representado tenga referencias o predilecciones personales o que la ilustración en sí sea bellísima, no me gustan los marcapáginas publicitarios: caducan demasiado rápido, o aburren hasta conseguir el efecto contrario al que buscaban.
- Prefiero eludir, salvo por extrema necesidad, los marcadores improvisados: trozos de papel, billetes de tren, palillos, tallos secos, entradas de cine. Pueden tener un efecto evocador cuando uno se los encuentre años después, pero fuera de eso son evidentemente inferiores en su composición y efecto a los de cartulina y rectángulo apropiado.
- Durante mucho tiempo perseguí lo que consideraba el marcapáginas ideal: hecho en cuero, debiera tener dos lenguas, una para marcar la página de lectura y otra para guardar un lápiz. Mi impericia en materia artesanal me hizo abandonar la idea.
Por lo que he visto hasta ahora, con el paso del libro al formato digital los marcapáginas desaparecen, y son sustituidos por una ausencia: uno abre el libro por la página en que lo había dejado sin marca alguna, como si nada hubiese ocurrido en ese intervalo de tiempo, como si fuera de las letras no hubiera nada de todo lo que, en el papel, nos hace recordar el marcapáginas.
[fig. 3] Editorial Nórdica, uno de metal y librería compostelana Follas Novas
[fig. 4] De izquierda a derecha: de la representación de la obra
As laranxas máis laranxas de todas as laranxas del Centro Dramático Galego; de la librería Michelena, reverso y anverso; de la campaña de animación a la lectura “Hora de ler” del dpto. de bibliotecas escolares de la Xunta de Galicia. Todos elaborados por
Óscar Villán
2009-04-09 13:27
Interesantes y bonitos marcapáginas los de Óscar. Yo empleo tarjetas postales, aunque cada vez menos ya que me he aficionado al Papyre ;-)
2009-04-09 18:34
Me encanta la nota. Para mí los marcapáginas, o separadores, como les decimos en México, también son imprescindibles en mis lectura. Tengo una colección bastante grande y la he formado sólo para seleccionar el más adecuado con cada lectura y con la forma del libro, tienen que combinar ya sea por sus formas, colores o temática. He probado de todos, metal, cuero, listón, tela, madera. Pero siempre prefiero los de papel, que no cartón, delgados, que no estorben la vista al momento de la lectura.
Para mis páginas web uso Delicious. Pero eso funciona diferente. Las lecturas en internet son breves, se terminan en una lectura, no quedan letras pendientes, como en los libros.
2009-04-10 17:21
Pues yo he encontrado mi marcapáginas ideal, son unos que tienen un imán y puedes poner varios en el mismo libro, son finitos y no pesan nada, incluso los puedes poner a la altura de la página que quieras.
2009-04-10 17:40
¿Podrías ser más específica, María José? Porque prometen.
Saludos
2009-04-10 22:33
Pues son rectangulares y están doblados por la mitad con un imán a cada lado. Yo siempre los he conseguido en las tiendas de los museos con reproducciones de partes de cuadros. En La Casa del Libro los tienen con fotos de animales (a mí estos me gustan menos), pero los mejores los tienen en El Alcázar de Sevilla porque son todo imán y reproducen azulejos.
2009-04-11 06:08
Los marcadores improvisados ofrecen aventura. Un buen numero de los libros que he heredado de abuelos, tios y padre todavia tienen separadores marcapaginas inusitados. Una hoja de algun periodico antiguo que muestra los anuncios y los precios de antano; un pedazo de papel con un bosquejo a lapiz de un cuerpo desnudo de mujer, recados escritos, etc. En ocasiones los marcadores son mas evocadores que el libro mismo. He continuado, ofcoursemyhorse, esta brillante costumbre.
Curiosamente, entre esos marcadores, hay algunos recortes de boticas estadounidenses, inglesas y alemanas que ofrecian medicamentos de serios laboratorios de la epoca en las que se destacaban las bondades de la hoja de coca que contenian para efectos curativos. Habia tambien medicamentos de morfina para curar la adiccion a la heroina; incluso habia uno, pediatrico, que contenia opio y especificaba la dosis de gotas a dar a ninos de 2 meses, de 4, de 8 y de 12 para tranquilizarlos y asi durmieran bien (y no dieran la lata).
Si no fuera por esos marcadores de paginas, posiblemente no me habria enterado de estas curiosidades.
Saludos.
2009-07-15 21:09
entra en esta web http://perso.wanadoo.es/marcapaginas/
a ver que te parecen estos marcapáginas.son totalmente artesanales,pintados a la témpera y hay tb algunos grabados a punta seca.espero que te gusten