Una sociedad construída de eufemismos es ilusoria, y tiene el peso de un gas, y como tal puede ser dispersada fácilmente. Lo primero que hace cualquier poder no tiránico es blindarse, hacerse fuerte en una burbuja de moral beatífica y paternal, expandir una red en la que cada nodo contenga ese manual de la virtud y se abrace a otros nodos, que lo harán a otros y a otros, hasta que los pocos que queden en el medio estén amedrentados, no por el miedo al castigo, sino por la vergüenza. Aquí ni siquiera el bufón tiene la bula, porque nadie le debe sonreír las gracias.

El escritor Camilo de Ory acaba de publicar Dios y otros artículos (Editorial Hipálage, 2009), recopilación de textos breves en los que el narrador Camilo de Ory se convierte en una especie de deslenguado e insensible vomitador de verdades (al menos de las suyas) que van desnudando, en cada uno de los 68 textos, una tras otra las capas de la corrección y la ética asentada en la España moderna, y aplica su mordacidad al sexo, la política, el amor, la religión, el deporte, la cultura, el patriotismo, los militares, la infancia… El de de Ory es un costumbrismo brutal que describe el entramado social desde la deconstrucción de sus prejuicios. El narrador se disfraza de una ingenuidad que apoye el egoismo inmaduro con que reclama su bienestar y destroza para ello el de los otros; y busca la complicidad del lector con apelaciones constantes a una comprensión que da por hecha y compartida. El siguiente párrafo puede ejemplificar muy bien el tono y la filosofía de los textos:

Puede que en algunas culturas eso de decir las verdades a la cara de la gente se considere una virtud digna de elogio, pero a mí me parece una bajeza tan execrable como la de escupir a los desconocidos en el metro. La verdad es que ustedes me caen muy bien y son todos muy guapos y se nota que tienen dinero: creo que no les gustaría oírme decir lo contrario y que si lo hiciera se sentirían peor y yo probablemente sufriría al verlos pasarlo mal y al recibir sus insultos e hipotéticos golpes. Prefiero sembrar dulces mentiras a mi alrededor y dejar que las trolas ajenas acaricien mis oídos como música ambiental en lugar de abrumar al prójimo con fieles descripciones de la realidad y oír lo que éste piensa de mí de su propia boca y sin tapujos.

En mi opinión el mayor defecto del libro viene de la similitud en el planteamiento de los artículos, en su parecido estructural y su falta de sorpresas que eviten cierta monotonía en una lectura continuada. Por eso recomiendo que se lea a poquitos, un artículo al día. Quizás nada mejor que hacerlo sentado en el váter, quiero decir cagando.