TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Hubo una vez un hombre que, harto del albedrío y licencias de su prole, cerró las puertas de la hacienda al exterior y dentro instauró la violencia, el yugo y el silencio. En el tumulto inicial y el desconcierto reventó con un mazo la cabeza de un familiar lejano y molesto, y se fracturó bajo sus manos la traquea de un hijo especialmente díscolo y amanerado en exceso, y ocultó malamente ambos cuerpos en el riachuelo que hacía de frontera norteña del dominio. Tiempo después hubo de ejecutar al hijo mayor con la escopeta, pues pretendió vehementemente derribar la puerta y ahuyentar a las hermanas. Después se acomodó en la casa y vivió durante décadas en su pequeño reino de palabras medidas, con el temblor como un oxígeno pesado y el movimiento lento, una pluma en caída procurando no balancearse en absoluto para evitar la desconfianza de la brisa. Algunos se arrimaron al procer, a cuya vera la casa parecía más grande y fértil, y los otros como espectros apenas molestos. Durante décadas el polvo se posó en los mismos lugares, pero el hombre se hizo viejo y perdió la firmeza y rectitud en el cerebro. Murió el anciano, y la familia se sentó para dilucidar cómo proceder a la demolición del muro, en uno de los frentes los dueños del mazo: hubo consenso; el nuevo cabeza de familia y gestor de la hacienda sería uno de los tíos que más había colaborado en el silencio; se dio libertad a los demás, que desde entonces pudieron pasearse por toda la casa, dominar los seismos del cuerpo, ventilar las estancias, gritar en la campiña y saludar cortés y respetuosamente a los que durante tantos años les robaron el movimiento de las manos.
2008-12-11 15:09
Esta es mi opinión: Pronto llegaron las desavenencias entre los descendientes y prisioneros habituales de la casa. Ahora que se podía entrar y salir de la misma con absoluta libertad, muchos fueron los que contra todo pronóstico quisieron permanecer dentro, incluso sin cerrar la puerta para nada. Algunos miembros de esta contracorriente se arrogaron un pasado de clandestinidad beligerante y patentaron la marca “contra el prócer vivíamos mejor”. Fue un exitazo que marcó época, pues desde entonces aún no se ha desbancado la moda de vivir en tugurios de puertas avbiertas. 1 muá