TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Hay otras antologías que renuncian a cualquier tipo de objetividad que vaya más allá de la honestidad consigo mismo. En ellas no hay un soporte teórico o una defensa estructurada que justifique el canon; no se busca una uniformidad sino en aspectos que las más de las veces sólo los percibe el ojo que antologa, e incluso ese ojo capta los rasgos, como las arrugas idénticas de los familiares, desde sus partes opacas, una subconsciencia luminosa y en constante labor de procesamiento. Estas florestas dependen exclusivamente de que esos hilos comunes que advierte el selector convenzan o lleguen hasta el lector: no hay otros alicientes, no hay intereses filológicos ni críticos, ni el incentivo de enriquecer una etapa del autor o de la historia. Pero si el lector vislumbra la arquitectura que subyace, si sus córneas se agrandan con la misma argamasa, entonces la lectura es una reunión de los sentidos, gozosa y plena.
Es curioso el empeño de María José Hernández Lloreda al construir Una aguja en un pajar. Desde el principio eludió mis sugerencias de torpe filólogo: nada de referencias, ni biografías, ni contextos, ni proemios, sino apenas el texto y un nombre, al fondo, como si casi fuese una casualidad la relación entre ambos. Al principio respetaba el proyecto, pero no entendía demasiado bien esa aspereza, tanta austeridad. Ahora, con poco más de dos decenas de poemas reunidos, comprendo: se trata del texto, de la belleza que pueda desprender ese texto y nada más: no importa la obra en que se inscriba porque quizás no merezca ningún otro poema ser leído; no importa el autor porque pudiera ser que todas las demás de sus palabras carezcan de interés; no importa el contexto porque debe significar ajeno a circunstancias.
Hubo poemas de esa antología que me impulsaron a conocer más obras de sus autores, con resultados dispares: todo el poemario Los hombres intermitentes, de Francisco Javier Irazoki, me conmovió; no encontré en El ojo de Newton a la Menchu Gutiérrez seleccionada por Hernández Lloreda, aunque esta otra poeta me pareció compleja, densa, atractiva. Y Félix Francisco Casanova (La memoria olvidada) me interesó más que me sedujo, una poesía llena de destellos pero quizás falta de coherencia y demasiado característica de su contexto (1973-1976).
(La capacidad como antóloga de Lloreda se manifiesta con claridad en Oscuro fluir de sombras [Francisco Serradilla, 2008], donde lejos de limitarse a escoger los mejores poemas de sus cuatro poemarios publicados, los agrupa en una estructura tripartita [«El mundo exterior», «El mundo cercano», «El mundo exterior»] que les da un nuevo sentido y convierte la antología en un libro con existencia alternativa, única y amplificadora de la obra de su autor.
2008-09-18 12:32
Una antóloga extraña, exigente y particular que a mí me ha cautivado, María José. Un texto precioso el tuyo, Marcos, para expresar esa forma de encontrarse con la antología sin previo esquema discursivo, a la que tendemos tanto a agarrarnos los filólogos.
Un beso.
2008-09-18 15:55
Marcos, muchas gracias por el texto. A mí me gusta la variedad, así que también me gustan mucho las antologías hechas por filólogos con un enfoque totalmente distinto al mío. Pero yo sólo soy lectora y sé muy poco (ya me gustaría a mí saber más) de filología, así que hago lo que puedo.
Yo creo que El ojo de Newton es mejor que el poema que seleccioné, me parece uno de los mejores libros de poesía que se han publicado en los últimos años. Mi idea inicial era poner un texto de ese libro, pero cuando los fui aislando me parecía que no iban a dar una buena idea de todo lo que había detrás.