TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Al antólogo se le ha de pedir, por encima de todo, criterio. El criterio no ha de ser grandioso, ni de nuestro gusto necesariamente, ni siquiera del suyo; y tampoco sus intenciones han de estar explícitas: pero la lectura debe detectar, en primer plano de consciencia o desde los sentidos, un armazón arquitectónico que lo sustente todo. Y ese criterio será tanto más valioso cuanto más tenga de poético. No diré que no sirvan las antologías territoriales, geográficas, de género o estatales: pueden resultar interesantes, como lo es una guía gastronómica. El mismo cometido cumplen, en una esfera más académica, las antologías históricas. Pero es harto difícil que cualquiera de ellas constituya un libro, un ejemplar unitario, un texto amalgamado y único, y nuevo; son diccionarios, enciclopedias, florestas.
Para un autor ser antologado suele devenir en un desgajo, una descontextualización de sus textos que son arrancados de una escultura con forma y volumen para amontonarse como en un osario. Sí, además, es uno entre muchos, la selección se convierte en una especie de ruleta rusa en la que la bala, si se dispara, mata al público. Es cierto que el autor siempre ejerce de antólogo de sí mismo, al menos cuando elabora un libro en el que nunca entran todos los textos que ha escrito; pero ser antólogo de otros es siempre una traición voluntariosa, un onanismo alienado y virtual.
Paraíso cerrado (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2003) es una antología histórica que pretende dar a conocer la poesía española de los siglos XVI y XVII. José María Micó y Jaime Siles seleccionan y editan este volumen de más de 600 páginas. No va dirigido a un público especialista, y aquí empiezan los problemas; hay que seleccionar poetas de dos siglos (de los DOS siglos) y de cada poeta un puñado de poemas: están representados 119, y varía mucho el número de textos de cada uno, desde los 58 poemas de Quevedo (el preferido de los antólogos, por 44 textos de Lope y los 35 de Góngora, hasta una única poesía de, por ejemplo, Paravicino. Todo discutible, pero razonable, y la selección es honesta. Al final de libro hay unas brevísimas reseñas de cada autor, que se limitan a da el lugar y fecha de nacimiento y muerte y la bibliografía esencial de sus obras. Y un índice de primeros versos: no hay notas, no se trata de una edición crítica: ¿hay algún lector no especializado que pueda afrontar los textos de Góngora o de Quevedo (en la selección de Lope se prescinden de los varios poemas de estilo gongorino, algunos magníficos) sin explicación alguna, no ya de sentidos sino de vocabulario? Entiendo que la tarea es ingente, y que la propia editora puede haber negado la intención por problemas de espacio, pero infinitamente preferible hubiese sido prescindir de 30 autores y dotar de una ayuda filológica-histórica a los lectores, facilitándoles así un acercamiento auténtico a la poesía de los Siglos de Oro.