Sábado, 5 de julio
Comienzo a escribir las primeras frases de un artículo; en la primera pausa, pienso en un posible título y no encuentro ninguno que defina lo que quiero expresar, pero no soy capaz de volver al texto hasta no escribir un título: sé que será difícil que, una vez puesto, lo cambie. No se trata de superstición, ni siquiera de pereza: es que entre ambos, texto y título, ha de haber una alianza indisoluble, una fusión, un pacto que si es roto por una de las dos partes puede corromper el proyecto, quizás no de un modo palpable, pero sí como una pequeña mutación que, con el paso del tiempo, sale a la superficie.

Jueves, 10 de julio
Sentir la ausencia de lo que no tuviste, como la amputación de un miembro que nunca ha sido separado.

Miércoles, 23 de julio
Hay victorias espléndidas, absolutas, limpias, justas. Pero no logran borrar el amargor que se creó durante la batalla.

Martes, 29 de julio
Cientos de moscas en la playa. Son moscas lerdas, aciagas, carentes de la viveza de las moscas de ciudad, como esos ratones de campo que desconocen al hombre y lo observan sin iniciar la huida. Las mato con desidia, las aplasto contra mis piernas, mis brazos, mi torso: es absurdo, no varía el número ni el acoso. Pero no puedo dejar de matarlas.

Jueves, 31 de agosto
Dos semanas fuera de casa, de vacaciones. He leído 13 libros (2500 páginas), escuché 10 horas de conferencias y hasta tuve tiempo de ganar varias copas en el Super Mario Kart, estar con los míos y, lo más importante, no hacer nada.

Sábado, 2 de agosto
Leo en el periódico sobre un museo alemán que expone en su web la colección de arte de Hitler. Acude a internet y busco en los periódicos digitales referencias: casi todos dan la noticia, y casi ninguno tiene un enlace a la página del museo: así es la internet mediática española.