TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Me van a permitir el divertimento: pretendo hacer a continuación una relación —histórica y por etapas— de qué escritores formarían parte de una supuesta selección española de fútbol y cuál sería su papel en un campeonato europeo. La idea es un plagio descarado de una propuesta similar, pero con filósofos, pero otro día hablaré sobre el noble arte de la copia. Por favor, que nadie me acuse de extemporáneo, ni de ejercer una crítica poco seria o demasiado apegada al tópico, pues asumo todo ello con impudicia.
Siglos de Oro. Garcilaso, el cancerbero, y capitán del equipo (de hecho Aldana, el otro capitán, renunció a la selección precisamente porque a él no le dejaban ejercer su cargo en el campo). Ligero como una pluma, pero al tiempo poseedor de una sensibilidad y una estructura interna muy poderosa, es ideal para el puesto. Dos defensas centrales: Góngora y Quevedo; el mister sólo consiguió hacerlos jugar juntos convenciéndoles de que Lope de Vega deseaba el puesto. Poseedores de una técnica exquisita y marrulleros. De laterales, Francisco de Medrano y Gutierre de Cetina, algo inconsistentes ambos, pero carrileros capaces de sorprender por la banda (don Luis les llamaba «carros latentes de súbito aprehendidos», mientras Quevedo decía que eran como «zorras cojitrancas, que corren tanto y tan profusamente que semeja la tercera pata no ser suya»). En el centro del campo, una cuaterna: Villamediana, Calderón, Herrera y Gracián. En no pocas ocasiones Fernando y Baltasar convertirían el juego en un remolino sin salida, pero hermoso. Delanteros, Lope de Vega y Mateo Alemán; se preguntarán ustedes que hace el buscón en esa lista, pero es que Lope exigió de acompañante a alguien que no pudiese hacerle sombra. En el banquillo se sentaban más de 20 suplentes, y se tuvo que pedir un permiso especial a la UEFA. Cervantes no estaba entre ellos: al seleccionador le parecía que, aunque hacía sus pinitos en el equipo de su pueblo, no estaba para jugar en la selección. Por otra parte, se intentó por todos los medios conseguir el permiso de la Federación para que pudiese jugar el autor del Lazarillo, jugador versátil y listo para ocupar cualquier posición en el campo, pero fue denegado alegando que la identidad del jugador no estaba lo suficientemente acreditada.
En semifinales ganaron a Francia 8-5. La goleada hubiese sido escandalosa de no ser por un centrocampista con una imaginación desbordante que despertaba a todo el equipo francés, demasiado aristocrático: Rabelais. En la final, Inglaterra. Shakespeare jugó demasiado solo y no pudo con la defensa española. España ganó 2-0. Lope, en el minuto diez de la primera parte, fingió una lesión para que no le compararan con la estrella inglesa y tuvo que salir al campo para sustituirle un desconocido hasta ese momento Tirso de Molina: autor de los dos goles, quedó su nombre para la historia.
Siglo XVIII. No hubo campeonato de Europa. El comité encargado de organizarlo se sumió en discusiones peregrinas y eternas sobre las reglas. En su lugar, la Asociación de futbolistas europeos organizó un campeonato de petanca que se jugó en Madrid y ganó Prusia.
Siglo XIX. Dadas las múltiples dificultades que tuvo el seleccionador para armar un equipo, decidió poner en la portería al que menos molestase de todos: José María de Pereda. Después, reunió a los seleccionados (Espronceda, Zorrilla, Rivas, Larra, Bécquer, Rosalía, Valera, Clarín, Galdós y Pardo Bazán) y les soltó un discurso sobre los ideales de la libertad, la importancia de cada una de sus individualidades, el juego creativo, la necesidad de permanecer fieles a sus principios, el mantener a un tiempo un juego realista, con el balón en el suelo… no pasaron de cuartos.
Siglo XX. Cisma en la Federación española; se dividió primero en dos (los que reivindicaban la línea de juego marcada por Cervantes y los que reclamaban la continuidad de la filigrana e imaginación gongorista), pero pronto cada una a su vez se dividió y se volvió a dividir, hasta el momento en que, mezclado el fenómeno con reivindicaciones nacionalistas y políticas, hubo tantas federaciones como pueblos, y se cumplió casi por completo el sueño nacional de que cada individuo fuese un seleccionador. El campeonato de Europa lo ganó Alemania. En la ceremonia de entrega del trofeo se dio un lamentable espectáculo cuando Günter Grass, lateral izquierdo, quiso quitarle la copa al capitán del equipo, Franz Kafka, y Juan Goytisolo Y Pérez Reverte, entre el público, se lanzaron a ayudar, todavía no se sabe a quién. Alberti aprovechó el desconcierto para agarrar el micrófono y huir con él por el campo, mientras recitaba algunos de sus poemas.
2008-07-03 20:10
Jo, es que en el Siglo de Oro teníamos el “dream team”; y mira que se quedaron en el banquillo Espinel, Rojas Zorrilla, Guillén de Castro, Hurtado de Mendoza, Luis Quiñones, Agustín Moreto,... que sólo jugaron el partido contra Italia porque ya estábamos clasificados.
A Ercilla el Deportivo Araucano no le dejó incorporarse a la selección, y Ruiz de Alarcón no pudo jugar porque no era europeo aunque tenía la nacionalidad.
En el XIX merecimos mejor clasificación (y debimos llevar a Campoamor), pero se torció en el cruce con los franceses, que al final fueron justos campeones, que alinearon a Victor Hugo, Daudet, Flaubert, Apollinaire, Balzac, Maupassant, Baudelaire, Dumas II, Goncourt, Verne y Zola.
2008-07-03 20:15
Coincido contigo.
En el XX, de no haber habido cisma, podríamos haber tenido nuestra oportunidad nacionalizando a Borges: él no hubiese puesto demasiados inconvenientes, y aunque no podría salir de inicio (es jugador de poco recorrido y distancias cortas) podría haber sido decisivo como suplente de Cela, que es un chupón y acaba agotado a la media hora de juego.
Saludos
2008-07-03 21:20
Yo en la defensa habría situado a Gloria Fuertes, además de por sus innegables cualidades, para recuperar una tradición que se perdió cuando Jesús Mari Zamora colgó las botas: los jugadores de fútbol con bigote.
2008-07-03 21:30
Y además Cela era un marrullero.
Ah, Zola, menuda guante en la pierna derecha…
Esa tradición, Alber, es irrecuperable. Los jugadores con bigote, como Sánchez Jara, parecen árbitros. Y los que tienen bigote y barba, como Metzelder, parecen de 1974.
2008-07-03 22:16
[salgo de las tinieblas]
Es que ya no quedan Paul Breitners por el mundo. Nchts.
[regreso a las tinieblas]
2008-07-04 01:00
Ya creo que marcos recuerda mal. El mundial del XX lo ganó Argentina. Cortázar solito de delantero centro metió más de 30 goles, aunque los Franceses lo reclamaban para su selección. Pero encima estaba Borges de portero y Sábato de organizador.
Güiraldez hizo de capitán.
A Bioy Casares lo quitó el entrenador en el minuto 1 por distraer a Borges.
De todos modos en ese mundial casi no hubo equipos europeos. Cuba con Carpentier (y una actuación estelar de Cabrera Infante) logró uno de sus mejores puestos. Colombia con García Márquez, Uruguay con Onetti, Méjico con Carlos Fuentes… La final la perdió Perú contra Argentina, con Vargas Llosa, César Vallejo y José María Arguedas, por ser un equípo menos conjuntado que el argentino.
2008-07-04 12:23
Ya se llenó esto de antipatriotas, bah…
Mira Paco, si es que yo no dije que no hubiese campeonato mundial en el siglo XX: dije que España no lo jugaba.
En cuanto a lo que dices de que Europa estaba prácticamente ausente del Mundial… en fin, entre las fintas de Perec y Breton con Francia y los pases al hueco de Sebald (que finalmente no sé si jugó con Alemania o con Inglaterra) poco iba a durar la resistencia de casi todos los países que nombras: esos ganarían un campeonato con la nintendo (por lo virtual), pero con los pies en la tierra…
Saludos
2008-07-04 14:20
Yo todavía me estoy riendo con el espabilado de Alberti que, en medio de tanto jaleo, se hace con el micrófono y se lanza a correr por el campo recitando sus poemas.
Paco: campeonato europeo, eu-ro-pe-o, no mundial. Puf, solo nos faltaba que comenzaran a salir al campo escritores como Rubem Fonseca, William Faulkner, Jorge Amado, Paul Auster… Quita, quita, menudo follón tenemos montado ya.
Un artículo y unos comentarios estupendos.
Un beso.
2008-07-04 14:36
Bueh, no te creas, Auster es como Cristiano Ronaldo. Para algunos es el mejor del mundo y para otros está sobrevalorado.
Que por cierto, un día tendremos que hablar de lo gastada que está la palabra sobrevalorado.
2008-07-04 15:35
Bueno, al comentario de Paco (por cierto, Marcos cita explícitamente “competición europea”, no mundial), advertir que se ha olvidado de la magnífica participación de Chile con Huidobro en la puerta, Nicanor Parra y Gabriela en la defensa, un mediocampista de lujo como José Donoso y, por supuesto, PABLO (sobra el apellido) como punta y creador del ‘gol de chilena’.
Por cierto, Franz Platko fue entrenador de varios equipos chilenos y seleccionador nacional de Chile. Copio a continuación el poema que Alberti recitaba mientras corría la banda:
Al gran oso rubio de Hungría
Ni el mar,
Que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia, ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
Rubio Platko de sangre,
Guardameta en polvo,
Pararrayos.
No, nadie, nadie, nadie,
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
Rubio Platko tronchado,
Tigre ardiente en la hierba de otro país,
¡ Tú, llave, Platko, tú llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No, nadie, nadie, nadie,
Nadie se olvida, Platko
Volvió su espalda el cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas, sin viento
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por tu sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No, nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza
Fue tu vuelta.
Azul heroico y grana
mando el aire en las venas
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin
plumas, encalaron la hierba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
!Y todo por ti Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie, se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
!Oh Platko, Platko, Platko
tú tan lejos de Hungría!
¿Que mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no nadie, nadie, nadie.
(Rafael Alberti, 1928)
2008-07-04 16:04
Con todos los respetos a tu sapiencia futbolística, Miguel, estás errado: en primer lugar, poner a Neruda de delantero hubiese sido un error de dimensiones apocalípticas y Chile no hubiese pasado la primera fase: ¿os imagináis el ridículo espantoso cuando, tras marcar su primer gol, lo cantase con su voz de pito? La chanza sería tal que no tendrían valor para volver a salir al campo. En segundo lugar, yo creo que Alberti, ya cercano a colgar la botas, recitaría uno de sus grandes éxitos: el mar, la mar, el mar… Seguro que Ibáñez el del bombo le hacía los coros desde la grada.
Saludos