TdC es un diario de lecturas, un viaje semanal por la cultura. Marcos Taracido es editor de Libro de notas. Escribió también las columnas El entomólogo, Jácaras y mogigangas y Leve historia del mundo [Libro en papel y pdf]. Ha publicado también el cómic Tratado del miedo. La cita es los jueves.
Dos semanas de lectura intensa, más en el tiempo dedicado que en la tranquilidad. Sigue, por orden de dedicación, una crónica de los libros devorados:
Jamás habría pensado que a estas alturas —lecturas— de mi vida iba a encontrarme con Balzac. Un aviso oportuno me puso en la pista de la editorial Nórdica, y allí tuvieron la amabilidad de enviarme La búsqueda del absoluto. La honestidad debiera llevarme a guardar silencio y reproducir una por una las palabras de Carlos Pujol en su prólogo; acostumbrado a los prólogos de Borges, uno olvida cual es el propósito y utilidad de esos textos de apertura, y el de Pujol constituye, en su brevedad, toda una poética ejemplar: leerlo es un primer capítulo imprescindible para afrontar con garantías la novela. Porque leer a Balzac en el siglo XXI necesita algunas prevenciones y avisos. Honoré de Balzac y sus coetáneos son el principio de la novela moderna, pero se han caído desde entonces tantas capas de pintura, se ha adelgazado tanto el texto, se ha variado tanto el objetivo y la mira del autor, que choca toparse con narradores tan sumamente preocupados de su propia trama, tan atentos y paternalistas con el lector y tan profusos en la exposición de los detalles. Se tiene la impresión de estar ante una novelística carente de complejos, en la que se pueden dedicar decenas de páginas a una trama no ya secundaria sino aparentemente ajena y débil. Pero todo suma y hace crecer. Me atrevería a sostener que Balzac es más apropiado para lectores noveles, o, más propiamente, para lectores poco duchos en cánones, teorías literarias y otro prejuicios, lectores en fin. Porque el docto y avezado descifrador de entuertos históricos y hacedor de juicios literarios encontrará muchos baches en el discurso balzaciano: los personajes son puro idealismo, y hay demasiado bondad en la mirada a todos ellos, pues el naturalismo que los estudia justifica todos y cada uno de sus actos; las mujeres parecen todavía personajes del Cervantes de la Novelas ejemplares, mucho más grandes en su elaboración, pero igual de inmóviles. También el naturalismo llena todo de datos, cifras y justificaciones científicas; y la melosidad de las escenas amorosas ha de afrontarse lleno de amargura, culinariamente hablando. Pero algo en Balzac hace que se le perdone todo; quizás sea la percepción de ese pulso y cadencia que hemos perdido totalmente con el siglo XX, una morosidad de diligencia y remos; quizás, el entusiasmo por los detalles de la trama, la conciencia de estar contando una historia gigantesca y fértil. El caso es que al terminar, uno conoce y comprende a Balthazar y su búsqueda del absoluto tanto como entiende el celo y el perdón de Joséphine y su hija Marguerite para con el padre de familia, tanto por un amor rocoso como por una concepción del honor y las convenciones hoy arqueológico.
Pero además el envoltorio es ejemplar, y en la lectura se da ese fenómeno estúpido pero efectivo de agrandar el contenido por el placer que produce el continente, pues es la de Nórdica una edición preciosa, en la que el papel, los márgenes, la letra, las guardas, las portadillas, los créditos… empujan y animan y enaltecen la narración.
Hay libros que justifican una empresa editorial, e imagino al editor de Nórdica temblar como un niño ante una ola gigantesca para su cuerpo diminuto cuando le llegó la oportunidad de publicar Sin contar, la reunión feliz y luminosa de 33 poemas de W.G. Sebald con 33 grabados de Jan Peter Tripp. La primera peculiaridad es que ninguno ilustra al otro, sino que poema y grabado se funden sin aparente motivo, con lo que escudriñar la naturaleza de la amalgama no es poco atractivo. E ilustraciones y poemas son bellísimos: los poemas, breves, son de una apariencia diáfana en su construcción, pero de la sencillez emana una euforia extraña, la inquisición de un enigma cuyos humores se elevan –la maquetación dispone el libro horizontalmente, con el grabado en la página par y el poema en la impar— y envuelven al grabado, que agudiza el desconcierto y el pasmo. Porque Tripp sigue la misma mecánica interna que Sebald en sus grabados: con técnica casi fotográfica se muestra un primer plano de los ojos de escritores o pintores —Onetti, Capote, Bacon, Marías— pero sus miradas, cercadas por cejas y pestañas, se impulsan lejos del papel y nos traspasan, y jugamos a leer en el agua de los ojos los poemas y sus vidas. Les presto aquí la de las cejas blancas y lacias de André Masson y su poema:
es pensar
en nuestras des
gastadas ropas
2007-08-02 11:22
Estupendas reseñas. «Hay libros que justifican una empresa editorial, e imagino al editor de Nórdica, temblar como un niño ante una ola gigantesca para su cuerpo diminuto cuando le llegó la oportunidad de publicar _Sin contar_»: qué buena descripción; estoy segura de que eso fue lo que le pasó.
Algo que yo aprecié mucho en Sin contar fue que los nombres de las miradas estuvieran en índice aparte, para no distraer de «esa amalgama» de la que hablas entre poema y grabado.
Un beso.
2007-08-02 11:43
Sí, Ana, además eso permite utilizar el libro como un juego, y tratar de adivinar quién es quién. En cualquier caso, aunque los poemas de Sebald no fuesen buenos o interesantes, el libro sería un espectáculo visual.
Saludos
2007-08-02 18:37
Muy buenas reseñas. En este momento no correré detrás de Balzac, pero sí de Sebald. Creo que merece la pena ir en busca de todas esas miradas. Sorprendente la de André Masson, de quien solo conocía los dibujos que ilustraban un libro de Louis Aragon.
Saludos.
2007-08-03 05:29
Marcos, me da envidia la reseña de Sebald. ¿Puedes dejarme mirar la mirada de Onetti y el correspondiente poema? Gracias.
2007-08-03 22:23
Marcos, me ha sorprendido tu texto por partida doble.
Debe ser porque yo soy una lectora “poco ducha en cánones, teorías literarias y otro prejuicios”, pero no creo que los “avances” de la novela resten nada a las novelas anteriores. Parece que lo planteas como la sustitución de teorías científicas. Yo creo que en la literatura hay algo que va más allá de que los personajes sean más o menos reales, de que la historia sea más o menos interesante y tiene que ver con fundamentalmente con el propio lenguaje/discurso del escritor. Acabo de leer “Rojo y negro” (por desgracia no he podido leer todo lo que habría querido, así que por suerte todavía me queda mucho por leer) y reconozco que desde el punto de vista psicológico el protagonista es impecable, mucho más creíble que los protagonistas de Victor Hugo o de Balzac, pero Victor Hugo o Balzac escriben mejor que Stendhal, así que he disfrutado mucho más con los otros. Para mí el caso extremo ha sido el de Proust. Las historias que cuenta me parecen vacías, los personajes insufribles, pero me leí de un tirón los siete tomos de “En busca del tiempo perdido”. Todo esto teniendo en cuenta que lo que leo son traducciones, con lo que realmente no puedo valorar bien cómo escribían. No sé, a lo mejor por eso me gusta tanto la poesía.
Y sobre poesía va mi segunda sorpresa. Yo acababa de leer Austerlizt, que me había entusiasmado, cuando vi en “Sin contar”, leí algunos poemas y la verdad es que me parecieron más bien sosos, sin mucha fuerza. Después de tu comentario lo he leído entero y sigo ni compartir el entusiasmo, que veo que es bastante generalizado, con el libro. Y con relación a las ilustraciones, pues tampoco consigo que me despierten tanto interés.
2007-08-04 00:08
Primero advertir de que estos textos no son propiamente reseñas; al menos yo intento que no lo sean. Si quieren leer una reseña de verdad del libro de
BalzacSebald, lean esta.María José: evidentemente, no me he explicado bien: texto fallido. No hay avances, sino transformaciones profundas que, en ocasiones, hacen que lo anterior se perciba anticuado; piensa en el descubrimiento de la perspectiva en la pintura. Yo disfruto leyendo las narraciones históricas de la Escuela de Toleda alfonsina, pero es evidente que todavía entonces tenían dificultades para resolver algunos aspectos de la narración y la sintaxis, por ejemplo, la escased de subordinadas. Para un lector del siglo XX muchas descripciones de Balzac pueden resultar ñoñas. Y su modo de narrar, puede ser insalvable para muchos. E intenté elogiar a ese lector “limpio”, en contraposición al lleno de prejuicios teóricos.
En cuanto a Sebald… a mí también me sorprendieron los poemas, pues tras Austerlizt esperaba otra cosa. Sin embargo me atrapó; seguí leyendo y releyendo y se estableció ante mí ese diálogo entre imagen y texto que llenaba todo de misterio; vi en esos poemillas breves una fuerza centrífuga que lanzaba los versos en muchas direcciones distintas, que dejaba todo en el aire para ser completado. Y con las ilustraciones, me pasó lo mismo: primero pensé que ese hiperrealismo me dejaba indiferente; pero creo que, como en los poemas, la belleza está en el fragmento, en no permitirte ver todo el rostro, y también, como decía Ana, que no pusiese el nombre del retratado más que en el índice final. En cualquier caso, intenté mostrar mi admiración por el libro como espectáculo, como placer estético fuera de su contenido.
Saludos
2007-08-04 01:40
[Bueno, el enlace que pone Marcos no es una reseña sobre el libro de Balzac, sino sobre el de Sebald y Tripp.]
Yo estoy de acuerdo contigo, Marcos, en que en la obra La búsqueda del absoluto de Balzac los personajes y el amor han envejecido de una manera que se perdona porque, a pesar de ello, lleva en sí una genialidad, una obra de arte. María José, yo he leído también mucho a Balzac (y Victor Hugo, y a Flaubert, y a Maupassant, y a Zola…; de hecho los franceses son mis autores favoritos), pero no sé si conoces esta obra en concreto: tiene una gran carga en los personajes, femeninos y masculinos, que los lastra a una época y a un amor que hay que apartar un poco para poder hacerse con el libro; nada que ver con Piel de zapa ni con Eugénie Grandet o con Père Goriot. Eso sí, merece la pena con mucho.
En cuanto al libro de Sebald y Jan Peter Tripp Sin contar, a mí me encanta, tanto los poemas como los grabados. Lo hojeo de vez en cuando (porque es un gusto de libro, contenido y continente) y me ocurre lo que a Marcos, que el poema y el grabado se van haciendo una obra sola, ya no concibo muy bien el uno sin el otro: la mirada del uno y la mirada del otro. Pero a lo mejor es que a mí, este libro, me llegó de una forma entrañable.
Los colores existen para todos los gustos. No tiene por qué parecerte maravilloso.
Un beso.
2007-08-04 01:49
Perdón Ana, se me fue la olla con lo de la reseña ;)
2007-08-04 13:48
En cuanto a lo de que esto que has escrito no son reseñas, Marcos, pues depende: no son reseñas al uso de esas que salen en los periódicos, con los datos completos y hasta el precio, pero que muchas veces no contienen más información que la que aparece en la contracubierta. Para mí una buena reseña es la que me motiva a leer el libro, aunque venga en forma de impresiones de lecturas de verano de Marcos.
O la que da lugar a una serie de opiniones, como por ejemplo la de María José, que seguro que delante de una reseña impersonal no habría dicho ni pío porque no le habría merecido la pena.
Llámalo equis.
Un beso
2007-08-07 19:26
Bueno Marcos, es verdad que “hay transformaciones profundas que hacen que lo anterior se vea anticuado”, pero yo creo que lo anterior se ve anticuado si se pretende seguir usándolo para crear. En el caso de la arquitectura, si alguien construye un edificio de estilo románico se ve anticuado, pero yo no veo anticuada una iglesia románica. En caso de la perspectiva en pintura, hay cuadros en los que se tiene la impresión de que se intenta crear la perspectiva y no se consigue, en ese caso, sí da la sensación de anticuado, pero las pinturas egipcias no producen esa sensación. Yo leo las coplas de Jorge Manrique, después de haber leído poesía con muchas transformaciones muy interesantes, y las coplas no me parece que tengan nada que envidiarles. Pero yo soy lectora no filóloga. Otra cosa es que el libro de Balzac no sea uno de sus mejores libros ni ahora ni en el momento que lo escribió.
Ana, yo parto de la base de que “los colores existen para todos los gustos y no tiene por qué parecerme maravilloso”, pero ahí siempre acaba toda interacción y a mí me gusta intercambiar información, en ocasiones me ayuda a ver algo que yo no veo. En este caso, la idea de “Sin contar” me parece muy buena pero creo que está un poco desperdiciada, porque le falta fuerza. Desde un punto de vista teórico entiendo lo que decís los dos, pero emocionalmente no lo consigo. Sin embargo, acabo de hacer un ejercicio con el poema que pone Marcos, lo he leído como si me lo estuvieran transmitiendo por telepatía los ojos del grabado y la sensación ha mejorado mucho. Pero sigo pensando que le falta fuerza. Claro, por supuesto es mi opinión, pero también parto siempre de esta base.
2007-08-07 20:00
Es muy interesante tu primer párrafo, María José. Hay dos asuntos: por un lado, lo que apuntas de leer (usar) para crear; probablemente es un problema de mi yo lector (problema con todas las de la ley). Pero por otro lado, creo que tocas el tema de la perspectiva: el paso de los siglos nos da la suficiente como para apreciar y distinguir fácilmente un buen barroco de uno que no lo es: leo a Góngora y me derrito, pero me molestan la mayor parte de sus seguidores. Pero eso sucede también con estilos enteros: difícil salvar algo del rococó; difícil salvar algo del “naturalismo”, y digo “salvar” desde un punto de vista muy exigente, claro. La mayor parte de los productos de las vanguardias de principios del XX sólo pueden leerse “históricamente”, pues si ayudaron decisivamente a cambiar el panorama literario, en sí mismo son difícilmente digeribles hoy día. A todo eso me refiero.
Saludos